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Montoro, en su realidad paralela

Debo reconocerlo, quién narices me mandaría escuchar, aunque solo fuera de pasada, el discurso del inefable ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, en la presentación del proyecto de ley de Presupuestos Generales del Estado de 2014. Estaba tranquilamente actualizando los últimos datos relativos a la deuda total de nuestro país correspondiente al segundo trimestre de 2013, a partir de las cifras recogidas por Banco de España. Éstos, como no podía ser menos, absolutamente escalofriantes, ya saben ustedes mi opinión de que nuestra deuda es impagable salvo que nos quieran matar de inanición. Y viendo el panorama todo es posible.

Este mismo lunes, en un acto celebrado en el Círculo Financiero en la sede de La Caixa, el director de Asuntos Monetarios del FMI, José Viñals, volvió a advertirnos de que una gran parte de la deuda empresarial española no se puede pagar sin acudir a refinanciaciones. Concretamente, afirmó que «un 41% de la deuda empresarial en España tiene unos intereses que superan los beneficios brutos anuales antes de interés de la empresa. Esto es un problema para el dinamismo de la actividad empresarial, ya que esta deuda es impagable a menos que se acuda a refinanciaciones”. “Este es un tema sobre el que Europa no puede pasar de puntillas», llegó a apostillar.

Montoro en el país de Nunca Jamás

Pues nada, que nos olvidemos, que no tenemos ningún problema, todo solucionado. He ahí nuestro ministro de Hacienda con ese verbo suelto que le caracteriza, afeando a aquellos que osamos no solo afirmar que no existe tal recuperación sino que estamos al inicio de la segunda fase de la Gran Recesión. Pero además tiene la caradura de afirmar que estos presupuestos, me imagino que como los anteriores, no solo son los de la recuperación sino que suponen un reparto equitativo de las cargas, del dolor. Espero que sus análisis sean más certeros que aquellos que le llevaron a afirmar que en nuestro país habían subido los salarios, provocando las carcajadas del personal y un regocijo general.

Sin embargo la realidad de nuestra querida España no está para muchas bromas. Menuda cara, ¿es qué acaso no se ha leído los informes de Caritas o Cruz Roja sobre el incremento sin parangón de la pobreza en nuestro país? ¿Es qué aún no se ha enterado del empobrecimiento masivo de las clases trabajadoras y medias hispanas? ¡Pero qué cinismo, cuánta caradura, qué insensibilidad! ¿No podría el señor Montoro tener la prudencia de su compañero de filas el ministro de Economía, Luis de Guindos?

Los presupuestos que aceleran la deuda pública

Los últimos datos de la deuda total de nuestro país confirman las tendencias de los trimestres postreros. Analizando los cuadros 1 y 2 se observa cómo mientras el sector privado, en una intensa recesión, reduce lentamente su deuda, el sector público la expande exponencialmente. Desde el cierre de 2008 el volumen de deuda pública sobre PIB ha aumentado más de 60 puntos porcentuales, produciéndose la mayor aceleración en el gobierno de Rajoy.

El debate en nuestro país sobre austeridad versus gasto es engañoso. La mayor parte del gasto en los presupuestos generales de 2014 es corriente, tiende a tapar los agujeros de una Seguridad Social destrozada por el hundimiento del número de afiliados y las caídas salariales, corresponde a las aportaciones al Servicio Público de Empleo en un período donde la población activa está disminuyendo, o se destina a pagar la carga financiera de una deuda pública cada día más explosiva. Por el contrario, el gasto destinado a infraestructuras, a I+D, a educación, a la dependencia, todos y cada uno de los cuales generaría tasas de retorno positivas, caen en picado. En su lugar, el gobierno gastó miles de millones rescatar a un sistema bancario absolutamente zombi. Y eso además de injusto es económicamente ineficaz. Como consecuencia la deuda pública es insostenible.

Bancos, créditos, salarios y crecimiento económico

Pero sin embargo las razones de la actual recesión sistémica son otras. Son consecuencia inevitable de un crecimiento excesivo del crédito bancario, exacerbado por unas políticas inherentemente perjudiciales e ineficaces de los bancos centrales, que condujeron a unos tipos de interés demasiado bajos durante demasiado tiempo. Produjeron una creación excesiva de crédito, la generación de burbujas especulativas y un hundimiento de las tasas de ahorro.

En definitiva, un período sostenido de bajos tipos de interés, y una creación excesiva de crédito se traduce en un desequilibrio volátil e inestable entre el ahorro y la inversión, que acaba hundiendo el crecimiento económico y los salarios. Y ello acaba contaminando y de qué manera a la deuda pública. Basta ya de mentiras, y de análisis erróneos.

Debería quedar muy claro que el auge desbocado del crédito produjo un endeudamiento insostenible, estimulado artificialmente, que terminó hundiendo las oportunidades de inversión, los salarios, y el crecimiento económico. Pero no se habla de nada de eso, ni se han puesto las bases para que no vuelva a ocurrir. ¡Porca miseria!

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