Merkel se radicaliza

«La canciller Merkel no contempla visiblemente dejarse dictar la polí­tica económica. Bajo el fuego de múltiples crí­ticas dirigidas al modelo exportador alemán, ha reaccionado de manera virulenta, ayer en el Bundestag, en un debate sobre los presupuestos de 2010.»

En resuesta a los repetidos llamamientos, especialmente de Christine Lagarde, de reducir el excedente comercial alemán, Angela Merel ha sido muy clara: “No vamos a abandonar nuestras ventajas con el pretexto de que nuestros productos sean posiblemente más demandados que los de otros países”. “Esto sería aportar un respuesta errónea a la cuestión de la competitividad de nuestro continente”, precisó, añadiendo que “un gobierno económico europeo debe basarse en los Estados miembros más rápidos y mejores, no sobre los más débiles”. (LES ECHOS) LE MONDE.- El segundo método es la deflación. Con ella, no se trata tanto de moderar los salarios y los precios, como de bajarlos de un golpe. Sobre el papel, es seductora: suponiendo que un gobierno consigue un descenso simultáneo de un 10% de todos los precios y los salarios, la pérdida de poder adquisitivo no provendría más que del encarecimiento de los productos importados. El problema es que un método así no es factible mas que en pequeñas economías abiertas, como Irlanda o Estonia, donde la cohesión es fuerte y donde la apuesta por la competitividad es evidente. Pero es casi impracticable en una economía de gran volumen, compleja y marcada por conflictos de distribución como la española. Francia. Les Echos Merkel se radicaliza y erige el modelo alemán como ejemplo Jean Vittori La canciller alemana defiende el modelo exportador y un gobierno económico europeo basado “en los mejores”. Quiere un mecanismo de exclusión de la zona euro y una reglamentación de los fondos de alto riesgo. La canciller Merkel no contempla visiblemente dejarse dictar la política económica. Bajo el fuego de múltiples críticas dirigidas al modelo exportador alemán, ha reaccionado de manera virulenta, ayer en el Bundestag, en un debate sobre los presupuestos de 2010. En respuesta a los repetidos llamamientos, especialmente de Christine Lagarde, de reducir el excedente comercial alemán, Angela Merel ha sido muy clara: “No vamos a abandonar nuestras ventajas con el pretexto de que nuestros productos sean posiblemente más demandados que los de otros países”. “Esto sería aportar un respuesta errónea a la cuestión de la competitividad de nuestro continente”, precisó, añadiendo que “un gobierno económico europeo debe basarse en los Estados miembros más rápidos y mejores, no sobre los más débiles”. La noción de un gobierno económico europeo, promovido por París, ha sido hasta hace poco rechazado por Berlín, que veía en él una tentativa de atentar a la independencia del Banco Central Europeo. Tras la crisis griega, la canciller ha retomado este vocablo por su cuenta, pero París y Berlín no parecen estar todavía de acuerdo sobre el contenido del concepto. Christine Lagarde volvió a la carga ayer, sugiriendo a Berlín reducir los impuestos para estimular el consumo y las importaciones. Un comentario en forma de polvos picapica, puesto que la cuestión fiscal divide desde hace meses la coalición en el poder en Berlín. Efecto de autodisciplina La canciller se mostró igual de firme ante Grecia: “Un gesto de solidaridad precipitado no es una buena respuesta. Es necesario sobre todo atacar el problema de raíz”. Caramente, Atenas debe poner en marcha rápidamente su programa de austeridad, incluso a riesgo de obligar al primer ministro Papandreu a recurrir al FMI si no obtiene apoyo europeo, lo que este último dejó entrever ayer tarde: “todas las opciones están abiertas”, declaró. Angela Merkel fue todavía mas lejos, demandando “una disposición en el Tratado de la UE que permita como último recurso, excluir a un país de la zona euro si las condiciones no son cumplidas de forma reiterada en el largo plazo”. Recogiendo así uno de los argumentos de su ministro de Finanzas, que ha propuesto la creación de una especie de Fondo Monetario Europeo. Según Wolfgang Schäuble, no se puede poner en marcha un mecanismo de apoyo así más que con una amenaza de sanción creíble en caso de infracción de las normas presupuestarias. La sola posibilidad de la exclusión debería permitir evitarlo, por un efecto de autodisciplina. La canciller se dirigió, finalmente, al primer ministro británico, Gordon Brown, criticando sus tasas puntuales sobre los bonus, “medida menos pertinente” que una reglamentación de los fondos especulativos. Después de lo cual se mostró satisfecha de la gestión de la crisis, estimando que Alemania sale de ella más fuerte que otro países. El tono agresivo de la canciller se explica por la amplitud de las críticas vertidas sobre Alemania desde hace algunas semanas, la cercanía de elecciones muy importantes en Renania del Norte-Westfalia, la convicción del gobierno de tener un modelo económico sano y el rechazo a pagar por países que, según ella, no han hecho reformas suficientes. Para Calire Demesmay, del Instituto Alemán de Política Exterior, “estamos en el período abierto por Schröder, en el que Alemania defiende mejor, en todo caso ahora con una voz más alta, sus intereses nacionales”. El Consejo europeo de primavera, la semana próxima, debe permitir nuevos “intercambios de opiniones”. LES ECHOS. 18-3-2010 Francia. Le Monde Es el turno de España Jean Pisani Desde 1998, último año antes del euro, hasta 2008, los salarios han aumentado un 50% en España. Al mismo tiempo, en Alemania no lo han hecho más que en un 25%. Esto no tendría nada de inquietante si esta diferencia de salarios nominales hubiera remunerado un diferencial de productividad: nada obliga a los miembros de una unión monetaria marchar al mismo paso. Pero lo que ha ocurrido es lo contrario. En España, donde el crecimiento ha sido impulsado por la construcción y los servicios tradicionales, la productividad ha aumentado menos que en Alemania (7% contra 15%), donde la industria ha sido completamente reestructurada. Resultado: en diez años, 30 puntos de diferencia de competitividad. Incluso si se tiene en cuenta el hecho de que Alemania entró en el euro con una moneda sobrevaluada, necesitando, en el curso de los siguientes años, reabsorber parte de este diferencial. ¿Cómo? El primer método a disposición de España, la desinflación competitiva, fue practicada por Francia en los años 80 y por Alemania a partir del 2000. Consiste en recortar uno por uno los puntos del diferencial de competitividad imponiendo el rigor salarial. El problema es que este método es desesperadamente lento, mucho más cuando la inflación y la tendencia de la productividad son débiles. El segundo método es la deflación. Con ella, no se trata tanto de moderar los salarios y los precios, como de bajarlos de un golpe. Sobre el papel, es seductora: suponiendo que un gobierno consigue un descenso simultáneo de un 10% de todos los precios y los salarios, la pérdida de poder adquisitivo no provendría más que del encarecimiento de los productos importados. Este sería limitado al 2,5% en el caso español, donde las importaciones pesan un cuarto del PIB. El problema es que un método así no es factible mas que en pequeñas economías abiertas, como Irlanda o Estonia, donde la cohesión es fuerte y donde la apuesta por la competitividad es evidente. Pero es casi impracticable en una economía de gran volumen, compleja y marcada por conflictos de distribución. En Francia, la deflación Laval de los años 30 se saldó con un éxito económico y una derrota política. A falta de una deflación pura y simple, se puede buscar obtener el mismo resultado por vías indirectas. Es el tercer método. El economista norteamericano Martin Feldstein ha propuesto (para Grecia) una salida del euro seguida de una reentrada a una tasa de cambio devaluada. Pero esto haría pronto de la moneda única una concha vacía. Se ha sugerido introducir monedas paralelas: si se puede temporalmente formular los contratos en otra moneda interna, y se la deprecia con respecto al euro, estaría hecho. Pero la experiencia argentina no es concluyente. En fin, es posible aumentar el IVA y reducir las cotizaciones sociales, lo que equivale a una devaluación. Pero el margen de incremento del IVA es limitado. Última solución, salir de la zona euro. Pero todos los contratos, especialmente las obligaciones de la deuda pública, están denominados en euros. Antes mismo de llevarla a cabo, un gobierno que anunciara esta intención provocaría una crisis financiera pues todos se preguntarían sobre las consecuencias de esta decisión sobre la solvencia de sus contrapartidas. ¿Entonces? Hace falta volver a la paciente y dolorosa reconquista de la competitividad. Para el futuro, hará falta mucho aguante en la sociedad española. La responsabilidad de la Unión Europea es facilitarle la tarea, en tanto que no está sola en este asunto. Ello implica que el Banco Central Europeo se fije un objetivo de subida rápida de la tasa de inflación al 2%, lo haga saber, y se dote de los medios. Los riesgos de una inflación demasiado débil son hoy más amenazantes que los de una alta inflación. Esto implica también que los agentes sociales alemanes comprendan que negociando una congelación salarial, como acaban de hacer en la metalurgia, arriesgan dejar la ecuación española sin solución. Y esto no interesa a Alemania. Ni económica ni políticamente. LE MONDE. 16-3-2010

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