El Observatorio

Mascarada

Ha pasado ya más de una semana del debate sobre el estado de la nación, ya sabemos que el CIS ha dado a Zapatero como ganador, que Rajoy ha perdido otra ocasión y que la ministra de economí­a ve «brotes verdes». Que no haya habido el menor diagnóstico sobre un enfermo que está en estado prácticamente comatoso y que incluso las promesas hechas en el debate se hayan diluido hasta desaparecer o hacerse irreconocibles, o que simplemente vayan destinadas, una vez más, a beneficiar a bancos, constructoras, monopolios y grandes empresas, carece, al parecer, del menor interés. No es extraño que, ante semejante mascarada, ya hayan salido voces pidiendo que se elimine este debate.

Por no hacer ni la más mínima referencia a la situación del aís, Zapatero ni siquiera reconoció en el debate que hubiera cuatro millones de parados. Ni que haya un millón y medio de desempleados que no cobran el paro. Ni que haya un millón de familias en la que todos sus miembros están en el desempleo. Ni que el paro juvenil es ya superior al 35%. Ni que hay más de medio millón de inmigrantes en paro. Ni que las colas de los “comedores sociales” de toda España crecen día a día. Ni que se acercan ya a 100.000 las ejecuciones hipotecarias: la gente que ha perdido su piso por no poder pagar la hipoteca. O que en los primeros tres meses del año han desaparecido cien mil empresas, por supuesto, pequeñas y medianas empresas. O que la actividad industrial está cayendo a un ritmo que no se veía en España desde la guerra civil. O que en España hay todavía más de diez millones de personas que ganan menos de mil euros al mes. No, todo esto no forma parte “del estado de la nación”, visto desde la perspectiva de Zapatero. Todo esto no debe de estar ocurriendo (aunque me limito a mencionar los datos que proporciona el propio Estado, el gobierno y sus organismos). Todo esto debe de ser “el estado del pueblo”, que no es el mismo que el “estado de la nación” del que habla Zapatero. Sólo eso explica que el presidente del gobierno se presente al Congreso sin el menor diagnóstico del enfermo y sacándose de la chistera otro “paquete” de medidas, supuestamente para “hacer frente a la crisis”, sí, pero a la “crisis” de los bancos, de las constructoras o de las grandes compañías automovilísticas. Ya que, en definitiva, a eso van destinadas sus medidas “estrella”: las “ayudas” para la compra de automóviles, por un lado, y el fin de la desgravación fiscal por la compra de vivienda a partir de 2011 (medida que intenta dar salida al inmenso stock de viviendas que bancos y grandes promotoras acumulan en su cartera). Y encima, para dar empaque y rimbombancia a tales medidas, el presidente las anuncia nada menos que como un signo del “cambio en el modelo productivo del país”. En verdad, la cara dura de este hombre es algo que lla ma la atención. Medidas destinadas a “vender más coches y más casas” se presentan como “cambio del modelo productivo”. ¿Dónde está el cambio? Ni los vendedores de crecepelo del Oeste llegaban a tanto. A las propuestas de este “ilusionista” de pacotilla, reconvertido en agente procaz de la banca y los monopolios, nadie en el Congreso las llama por su nombre (es más, las aceptan con matices), mientras el coro de los medios de comunicación, como “mendicantes” en busca de su particular “paquete de ayudas” que las salve de “su crisis”, monta un “mini-debate”, de dos o tres días, no más, sobre el cambio del modelo productivo en España, como si la cosa fuera en serio, y no fuera una patraña absoluta, destinada a dar peralte a los tres o cuatro conejos que el ilusionista se ha sacado de la chistera para “vencer en el debate”. Ni siquiera cuando el “mago” anuncia que va a hacer un recorte presupuestario de 2.500 millones, y que de esos, al menos 500 se los va a quitar al Ministerio de Ciencia e Innovación, se levanta nadie a subrayar la incoherencia. ¿Cuál es ese otro “modelo productivo” al que vamos a cambiar, y que se consigue recortando los gastos en ciencia e innovación y fomentando la venta de coches y casas? Casi estoy de acuerdo en que para vivir un año tras otro este tipo de mascaradas y burlas sangrientas, lo mejor es que se suprima este debate. Pero no: es mejor que, como decía Mao, los reaccionarios se tiren sus pedos en público, y la gente pueda saber a qué huelen realmente.

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