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Más del 55% quiere la dimisión de Rajoy y pide elecciones anticipadas

Dado el panorama de profundo descontento general descrito ayer en la primera entrega del sondeo elaborado por Sigma Dos para EL MUNDO, no puede sorprender a nadie que hoy se refleje ese descontento con una petición de dimisión del presidente del Gobierno. No es una reclamación rotundamente mayoritaria, pero sí son clara mayoría quienes dicen que Mariano Rajoy debería renunciar a su cargo. Las razones de esa exigencia pueden ser varias, pero lo más probable es que no tengan que ver con la crisis económica. Primero, porque el Ejecutivo de Rajoy no lleva ni dos años al frente del Gobierno y es pronto para dar por fracasado su intento de recuperación. Y segundo, porque el propio presidente y sus ministros económicos llevan varias semanas anunciando tiempos menos malos, una suavización de la recesión con esperanzas de leve crecimiento y un cierto freno en la destrucción de empleo. Así que no es solamente el clima de desolación por la situación económica el que puede estar detrás de esta petición de dimisión de Rajoy que hace el 55,4% del cómputo total de los encuestados. Una proporción que se mantiene en niveles similares en otros segmentos, pero no en el de los jóvenes ni en el de los votantes de los partidos de la oposición, que reclaman la salida del presidente con mucha mayor contundencia. Es llamativo, de nuevo, el porcentaje de votantes del PP que se suma a esa petición de dimisión: el 31% de quienes apoyaron al PP en las elecciones reclama esa renuncia. Ése es un descontento sobrevenido, no dictado por la militancia ideológica ni por la natural mayor exigencia de los muy jóvenes. Es un descontento motivado por las circunstancias que, hay que insistir, no sólo provienen de la situación de crisis. Después de lo visto ayer en lasrespuestas del sondeo, hay que concluir que el caso Bárcenas está también detrás, y de forma muy potente, de este desapego o, directamente, de este rechazo del ciudadano hacia Mariano Rajoy. Y ahí los electores no quieren tener en cuenta, o no se acuerdan ya de que, aunque el presidente hubiera incurrido en alguna irregularidad relacionada con el cobro de sobresueldos –y aseverar eso corre ya de cuenta del juez–, es este mismo presidente el que autorizó a la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal, para que acabara con el sistema del ex tesorero. Ella lo hizo y fue entonces cuando empezaron a desatarse las hostilidades por parte de Bárcenas, que estallaron definitivamente cuando se supo lo de sus muchos millones en cuentas ocultadas al Fisco y él pretendió que el presidente le «quitara de encima» a las fiscales Anticorrupción que estaban pisándole los talones. Pero, hoy por hoy, eso no está apuntado en el haber de Rajoy. Los electores parece que han decidido apuntárselo todo en el debe. Dicho esto, el sondeo registra una mayoría no aplastante, pero suficiente, que pide elecciones generales anticipadas. Este tipo de respuestas resultan fáciles de formular pero son difíciles de traducir en hechos. Unas elecciones cuando aún no se ha cumplido ni la mitad de la legislatura y con un partido en el Gobierno que tiene mayoría absolutísima, es sencillamente impensable y sería, en todo caso, altamente irresponsable si alguien lo decidiera así. En fin, que no va a suceder. La petición hay que entenderla como un brindis al sol. Con una excepción: la de los militantes de Izquierda Unida. Ellos no brindan al sol sino que apuestan sobre una realidad palpable. Tanto los votantes como los dirigentes del partido tienen muchos motivos para reclamar elecciones anticipadas: la izquierda comunista está viviendo un momento muy dulce, políticamente hablando. IU ha recogido una parte importante del descontento de los votantes del PSOE y en este instante el sondeo registra una intención de voto que dobla holgadamente el porcentaje que la coalición logró en los comicios de hace año y medio. Por eso, casi el 78% de los seguidores de IU reclama elecciones ya. Ellos y su líder, Cayo Lara. Tiene su explicación, pero no va a ser posible. Lo más grave viene ahora. Una vez que los ciudadanos consultados han dicho con una mayoría más que suficiente que el presidente tiene que dimitir, cuando se les pregunta quién les gustaría que fuera su sustituto –siempre que no se adelanten las elecciones– el vencedor en esa lista es Ninguno. Tal cual: Ninguno, con el 28% de los votos. Es decir, que Rajoy se vaya y que no le sustituya nadie. Claro que la cosa empeora cuando el siguiente en la lista por porcentajes de respuesta es No Sabe No Contesta, con un 20,7%. Y ya en un humilde tercer lugar aparece la vicepresidenta Sáenz de Santamaría, que cosecha un 20,4% de los votos y a más de siete puntos de Ninguno. Ella es la primera en las preferencias del público, pero sería más ajustado decir que es la que menos mal le parece al español decepcionado. Ésa es la constatación de que la irritación ciudadana no se dirige contra una sola persona y que la herida es más amplia y más honda y, por eso mismo, más difícil de restañar. Porque si Rajoy está mal en cuanto a apoyos, véase el texto de más abajo para comprobar que el resto de la oposición está aún peor. Este es hoy el drama del país. O uno de ellos.

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