Cumbres de la OTAN y de la Seguridad europea

Marcando los ejes de la nueva relación transatlántica

Washington necesita a toda costa que sus aliados de la OTAN eleven su presupuesto militar, para que el Pentágono pueda concentrarse en la contención de China.

Celebradas casi consecutivamente, dos grandes cónclaves -la reunión de la OTAN en Bruselas y la cumbre de Seguridad de Munich- han empezado a definir los nuevos ejes de la seguridad europea, marcadas por las exigencias y las necesidades geoestratégicas de Washington. La OTAN sigue siendo indispensable para EEUU, pero también la exigencia imperativa de que los aliados incrementen su gasto militar hasta el 2% de su PIB. Tanto el nuevo secretario de Defensa, James Mattis, como el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, se han reunido con las principales autoridades europeas para fijarles los nuevos ejes de la relación transatlantica.

«Hoy, en nombre del presidente Trump, os traigo esta seguridad: EEUU apoya decididamente a la OTAN y será inquebrantable en su compromiso con esta alianza». Las palabras del vicepresidente norteamericano Mike Pence ante la Conferencia de Seguridad de Múnich (MSC), a la que acudió acompañado de la canciller alemana, Angela Merkel, fueron como un calmante para la mayoría de los asistentes y disiparon cualquier temor a que los EEUU se desentiendan de una OTAN que ha llegado a ser tildada de “obsoleta” por Donald Trump.

Después del show de la campaña se imponen el pragmatismo y los intereses objetivos: el dominio global norteamericano precisa perentoriamente de la Alianza Atlántica. Otra cosa es que EEUU no puede seguir costeando el 75% de su presupuesto. A renglón seguido, Pence reiteró la exigencia que Washington lleva enviando desde hace tiempo a sus aliados europeos: «Ha llegado el momento de hacer más en el reparto de cargas en la OTAN y los europeos deben respetar los compromisos de compartir los costes, incumplidos por demasiados y por demasiado tiempo».

La línea Trump significa un toque de corneta: elevad el gasto militar o habrá consecuencias. Washington lleva desde la cumbre de la OTAN en Gales (2014) marcando la exigencia de subir el presupuesto de defensa hasta el 2%, pero sólo cuatro países han hecho los deberes del Imperio: Grecia, Reino Unido, Estonia y Polonia. El resto sigue muy por debajo de ese listón, y Washington necesita que sus vasallos asuman sus responsabilidades en el mantenimiento del orden hegemonista, incrementando su presencia en los escenarios del este de Europa, Oriente Medio o Africa, para que el poderío militar norteamericano pueda concentrarse en el área de Asia-Pacífico.

Con palabras muy parecidas se expresó días antes el nuevo jefe del Pentágono, James Mattis, ante los ministros de Defensa de la OTAN reunidos en Bruselas. Mattis subrayó que la OTAN es una «base fundamental» para EEUU, pero pidió a su vez que cada aliado «asuma su parte proporcional» del coste. «Si su país logra el objetivo el 2 %, necesitamos su ayuda para que otros aliados lo consigan. Si tienen un plan, nuestra Alianza cuenta con ustedes para que aceleren sus esfuerzos y muestren resultados finales. Y si aún no tienen un plan, es importante que establezcan uno pronto», señaló Mattis en su discurso.

EEUU tiene una contradicción fundamental: su poderío económico en el mundo no para de declinar, fruto del ascenso de potencias económicas emergentes como China; y al mismo tiempo su hegemonía se sostiene cada vez más en un gigantesco aparato político-militar cuyo coste no para de aumentar y que lastra su economía. Washington necesita incrementar imperativamente los “impuestos de guerra” a sus vasallos europeos.

En la Conferencia de Seguridad de Munich, Merkel reiteró ante Pence su compromiso de llegar al 2% en defensa, como también lo hizo nuevamente la ministra de Defensa española, Maria Dolores de Cospedal, ante el jefe del Pentágono en Bruselas.

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