Luces y nubarrones sobre la paz en Corea

Ya hay fecha para el encuentro entre Donald Trump y el líder norcoreano, Kim Jong-un. Está previsto para el 12 de junio en Singapur. Al mismo tiempo que la distensión avanza entre las dos Coreas y entre los países de la zona, la ruptura del acuerdo nuclear por parte de Trump arroja nubarrones tormentosos en el futuro inmediato de las negociaciones para la desnuclearización de la península.

De momento, abundan las buenas palabras. Y van acompañadas con hechos. En su viaje a la península de Corea para preparar los detalles de la próxima cumbre de Singapur, el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo aseguró que el gobierno de Trump está dispuesto a ayudar económicamente a Corea del Norte y a modernizar el país si el gobierno de Kim Jong-un acepta eliminar todo su arsenal nuclear.

Pompeo insistió en que la eliminación del arsenal atómico de Pyongyang debe ser «total, permanente y verificable». Y anunció que había mantenido varios encuentros directos con el líder norcoreano, a quien llamó «interlocutor racional y muy concentrado», algo muy alejado de la habitual retórica contra Kim Jong-un. «Hemos tenido buenas conversaciones, que envuelven profundos problemas, desafíos, decisiones estratégicas que el señor Kim tiene por delante», apuntó.

Unos días antes, el régimen norcoreano también había efectuado otro importante gesto para la distensión con el Sur, anunciando que desmantelaría su instalación principal de ensayos nucleares delante de los expertos internacionales, entre el 23 y el 25 de mayo. Por último, el secretario de Estado hizo el viaje de vuelta a EEUU con tres pasajeros extra. Como gesto concialiatorio, el régimen de Pyongyang decidió liberar a tres ciudadanos estadounidenses de origen coreano, que llevaban años en las cárceles norcoreanas.

En los últimos meses y semanas, las dos Coreas han dado grandes saltos en un proceso de paz inimaginable el año pasado. Han acordado la próxima firma de un tratado de paz (están aún formalmente en guerra), y avanzar hacia la “completa desnuclearización” de la península. El horizonte de la progresiva desmilitarización de la zona y de una eventual reunificación de las dos Coreas es visible en la lontananza. Es aún lejano, pero ahí está.

Pero no todo son buenas noticias. A pesar de los gestos, la superpotencia norteamericana no está interesada en absoluto en que la distensión entre Seúl y Pyongyang llegue muy lejos, ni mucho menos en la desmilitarización de la península, por no hablar de una futura reunificación de ambas Coreas. Todo lo contrario.

Tal cosa abriría un enorme boquete en el cerco militar que Washington intenta levantar en torno a China, su gran enemigo geoestratégico. La desactivación del problema coreano no solo privaría a EEUU de una útil herramienta para concentrar sus fuerzas en las aguas cercanas a China, sino que pondría en peligro la presencia de los cerca de 30.000 soldados que Washington tiene desplegados en la península de Corea. La superpotencia vería comprometida su cabeza de puente en el Extremo Oriente.

Por eso, negros nubarrones de tormenta se ciernen sobre el proceso de paz coreano. A pesar de los gestos, la ruptura norteamericana del acuerdo nuclear con Irán ensombrece, tensa y condiciona gravemente el encuentro previsto entre Trump y Kim Jong-un. En los últimos días se ha endurecido el tono, después de que la Casa Blanca exigiera a Corea del Norte no solo desmantelar su programa nuclear o sus misiles intercontinentales, sino deshacerse de todas sus armas biológicas o interrumpir el lanzamiento de satélites. Un comunicado norcoreano acusó a EEUU de «provocar deliberadamente» y dijo que es un «peligroso intento» que podría hacer regresar la situación «al punto de partida».

Una sombra de inquietud se extiende por la península. «Tan solo un tonto confiaría ahora en que EEUU mantendrá su palabra en un acuerdo nuclear», dice el profesor Robert Kelly, de la Universidad Pusan de Corea del Sur. El incumplimiento del pacto con Irán alimenta la escasa confianza del régimen norcoreano hacia la fiabilidad de cualquier tratado que firme con EEUU.

De hecho, la exigencia de «desnuclearización» es entendida de forma completamente opuesta por Washington y Pyongyang. EEUU exige la rápida e incondicional eliminación del arsenal atómico norcoreano como condición para posteriores contrapartidas para Pyongyang, e insiste en que no piensa «aflojar las sanciones» hasta que consiga sus objetivos. Pero Corea del Norte insiste a su vez en que el proceso debe ser paso a paso, y que cada gesto que dé Pyongyang debe ir acompañado de otro proporcional en la dirección de reducir la presencia militar estadounidense en Corea del Sur. Algo a lo que el Pentágono no va a estar dispuesto.

Mientras tanto, a la vista de los inminentes nubarrones, la diplomacia china se mueve velozmente para apuntalar los avances del proceso de distensión. A instancias de Pekín se han reactivado las cumbres trilaterales entre los gobiernos chino, surcoreano y japonés, para sintonizar posturas acerca de la paz en la península. Y el propio Kim Jong-un volvió a entrevistarse con el presidente chino, Xi Jinping, antes de verse con Mike Pompeo. Tras varios años en los que las relaciones entre Pekín y Pyongyang han estado muy deterioradas por las pruebas nucleares y balísticas norcoreanas, ahora ambos han decidido sincronizar sus actuaciones diplomáticas

La distensión en la península va a tener que enfrentarse a dificultades, turbulencias y peligrosos desfiladeros. Sobre todo por parte de un gobierno Trump que ha demostrado ser una amenaza para la paz mundial.

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