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Los republicanos planean recuperar la supremací­a de EEUU

Mitt Romney y Paul Ryan han sido designados oficialmente candidatos republicanos a la presidencia y vicepresidencia de EEUU.

La principal lucha en la campaña electoral girará en torno a la esfera económica, ya que la política externa nunca ha sido de gran interés para los electores estadounidenses. Sin embargo, hoy EEUU tiene influencia especial en todo el mundo y al mismo tiempo depende de la situación en todo el planeta, por eso la falta de interés de la mayoría de los estadounidenses hacia asuntos externos no encaja con la realidad global. Esta contradicción la reflejan las peculiaridades del equipo republicano.

Tradicionalmente, alguno de los candidatos de la pareja electoral cuenta con gran experiencia en política exterior o al menos muestra interés por asuntos internacionales. Sin embargo, tanto Romney como Ryan no ostentan estas cualidades.

Romney ha emprendido varios intentos de mostrar su atención a la política exterior y a asuntos estratégicos. En particular, intervino recientemente ante la Asociación Veteranos de Guerras en el Exterior y visitó Israel y Europa. Pero no se puede decir que así haya adquirido una imagen de político a nivel internacional más o menos precisa: más bien dejó claro que se guía por las ideas de los republicanos de finales del siglo XX y principios del XXI, buscando un punto medio entre Ronald Reagan y George W. Bush.

Sus acciones son poco concretas, consisten en insistir en la necesidad de recuperar la grandeza incondicional de EEUU dejando de lamentar su ocaso, a diferencia de lo que hace, según los republicanos, Barack Obama. Romney está seguro de que EEUU como líder no tiene rivales, no puede haber otra alternativa en el mundo.

En realidad, es un axioma para cualquier político estadounidense, la diferencia consiste en los medios que cada uno está dispuesto a aplicar para mostrarlo. El candidato se muestra intransigente, pues hace casi 25 años gracias a esta postura EEUU cosechó grandes éxitos.

De aquí, de esta aspiración a repetir los éxitos del pasado, deriva la actitud -especial y asombrosa para tratarse de año 2012- de Mitt Romney hacia Rusia. La llamó “el principal enemigo geopolítico” de EEUU en varias ocasiones, lo que asombró incluso a sus partidarios, ya que los tiempos de esta confrontación ya acabaron para siempre, y la antipatía hacia Rusia y sus líderes, por muy fuerte que sea, no lo cambia.

EEUU hace frente hoy a nuevos retos y amenazas. Y si Moscú figura en esta lista, no está entre los principales. Romney, instintivamente, intenta volver al antiguo modelo bipolar, cuando todo era sencillo y evidente. Pero la mayor dificultad actual es que la situación estratégica se ha hecho vaga y difusa: no está claro dónde están los socios y dónde los adversarios, tanto más que éstos cambian de roles sin tardar.

El ideólogo de política exterior para Mitt Romney es el publicista neoconservador Robert Kagan, quien hace diez años declaró imposible la hermandad transatlántica, haciendo hincapié en las divergencias ideológicas y mentales entre EEUU y Europa, lo que sirvió entonces de excusa para que Washington actuara en el escenario mundial sin coordinar sus acciones con nadie. Cuarto años más tarde, el mismo Kagan llamó, al revés, a la solidaridad entre el Nuevo Mundo y el Viejo ante el creciente “capitalismo autoritario”, plasmado por China y Rusia. En esencia, fue como reconocer que la anterior idea de que a EEUU no le hace falta nadie había sido errónea.

En su recién publicado libro ‘The World America Made’ (El mundo que hizo EEUU) Kagan presta gran atención ya no al “capitalismo autoritario” (en el tiempo transcurrido ya se ha hecho evidente que es un concepto artificial), sino al crecimiento de los centros de gravedad alternativos encarnados por los BRIC y a la necesidad de contrarrestar sus intenciones de quitarle a EEUU su liderazgo.

Ahora Kagan ya no es tan tajante como hace diez años, cuando afirmó que “la fuerza blanda” es otro nombre para la debilidad y que todo lo decide la fuerza militar. Ahora reconoce que EEUU no debe, como en época de George W. Bush, intentar lograr sus objetivos solo con la ayuda de una fuerte presión, dice que hay que complementarla con un trabajo para la conquista de la mente también.

El libro de Robert Kagan no es un programa electoral de Mitt Romney, pero coinciden en lo principal. Hay que hacer frente a las ideas de la decadencia de EEUU que se propagan por el mundo. Y hay que hacerlo sin medias tintas. En esto radica la diferencia principal con la visión de asuntos externos de Obama, quien cree que EEUU debe ser flexible y aceptar compromisos con polos alternativos, afianzando de esta manera su liderazgo. En todo caso, ni Romney ni Kagan ofrecen una visión clara de cómo debe EEUU seguir persiguiendo sus objetivos en el mundo actual, se limitan a formular lemas.

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