Rebelión contra el relato de ETA que el gobierno vasco quiere imponer en las aulas

Los peligros de la falsa memoria

Hay algo peor que el olvido: la imposición de una memoria prefabricada y falsa desde el poder. Esta es la contradicción a la que se enfrenta la sociedad vasca, tras haber celebrado el fin de ETA.

Asociaciones de víctimas o historiadores se han rebelado contra el relato sobre la banda terrorista que quiere introducir en las aulas el gobierno vasco. Una visión edulcorada y tramposa, donde el fascismo étnico se camufla bajo el “conflicto con España”, y en la que se pretende educar a unas nuevas generaciones que no han vivido directamente el terror.

La batalla por el relato llega a las aulas, un territorio extraordinariamente delicado y decisivo.

La Secretaria de Paz y Convivencia del gobierno vasco ha impulsado un proyecto piloto para introducir el terrorismo de ETA en la asignatura de historia. Se titula “Herenegun” (Anteayer), y está previsto que comience a andar en abril en ocho centros públicos y concertados, para alumnos de cuarto de ESO y segundo de bachillerato, con edades de entre 15 y 18 años.

Se presenta, por parte del gobierno vasco, como una iniciativa que persigue “deslegitimar la violencia” y “dejar absolutamente claro que no hay ningún pretexto, justificación, nada que explique o apoye el recurso al terrorismo de ETA”.

Pero los hechos no acompañan a las palabras. Así lo han denunciado, en un manifiesto conjunto, 19 asociaciones de víctimas, entre las que figuran las más numerosas y significativas, desde COVITE a la Asociación Víctimas del Terrorismo (AVT). Consideran que el material que el Gobierno vasco pretende llevar a los institutos ofrece “una visión sesgada, que intenta blanquear la actividad terrorista de la banda”, y exigen su retirada.

Subversiones disfrazadas de buenas palabras

Detrás de “Herenegun” se esconden peligrosas subversiones bajo la aparentemente digna fachada de “deslegitimar la violencia”.

Pero no estamos ante la versión sobre ETA de la izquierda abertzale. Está impulsada por el gobierno vasco, y junto al material escrito se incluye en las clases cinco vídeos basados en la serie sobre la historia de ETA, “Las huellas perdidas”, emitida por la ETB, la televisión pública vasca.

¿Y en qué consiste esa “versión oficial” en la que el gobierno de Urkullu quiere educar a los jóvenes vascos?

La primera de las clases trata sobre el origen de ETA. Y la fundación de la organización terrorista es presentada como una consecuencia inevitable de la reacción ante la represión franquista. Presentada además bajo un halo romántico, generoso y progresista. Y eliminando el sustrato etnicista con que ETA nace.

El magma pegajoso del “conflicto con España” lo impregna todo y conduce, cuanto mínimo, a la edulcoración del terror impuesto a golpe de sangre.

Pero todavía hay más. Cuando el relato avanza, vemos sustraídos los reaccionarios objetivos de una violencia que no era ciega, sino que perseguía imponer por la fuerza un proyecto fascista, donde los vascos que no aceptaran dejar se ser españoles serían tratados como extranjeros y enemigos. De la falsa memoria que quiere instaurar el gobierno vasco desaparece el viscoso fascismo impuesto, los amenazados, los exiliados…

Y cuando se da, supuestamente, voz a las víctimas, se selecciona para que no aparezcan las más incómodas para el gobierno vasco. No aparece nadie relacionado con la AVT o Covite, a pesar de ser las asociaciones de víctimas más numerosas y activas. Y no se menciona, es decir, se borra de la memoria, el papel de la lucha de las víctimas, de la rebelión democrática.

Lo que desparece del todo

No son errores de valoración o apreciación. Es todo un intento por difundir un relato falseado, donde el fascismo queda edulcorado, en el que desaparecen quienes impusieron el terror y quienes se beneficiaron de él.

En representación del PNV, Joseba Egibar ha denunciado “la exageración, y yo diría que una deliberada manipulación” de quienes han criticado el relato que el gobierno vasco quiere llevar a las aulas. Conviene recordar que Egibar era quien afirmaba que “si se es realmente vasco se debe apoyar el Plan Ibarretxe”, la propuesta de segregación que venía impuesta a la sociedad vasca bajo el terror de ETA. O traer a la memoria el reparto de funciones establecido por Arzallus con ETA: “unos tienen que arrear el árbol para que otros recojan las nueces”.

El lehendakari Urkullu acaba de plantear, en el Día de la Memoria, que “se llegó tarde a la causa de las víctimas” o que “la respuesta de la sociedad vasca y de sus instituciones no estuvo a toda la altura de lo que aquella violencia supuso”. Una cosa es “llegar tarde” y otra, como hacía Arzallus, señalar a las víctimas que luego ETA atacaba. Es muy distinto “no haber estado a la altura” que pretender, como quería Ibarretxe, imponer por la fuerza un plan sobre la base de amedrentar a una sociedad vasca que lo rechazaba.

Estas cuestiones claves, evidentemente desaparecen por completo del “relato” que sobre la memoria del terror quiere imponer el actual gobierno vasco.

Esta es una batalla decisiva, y que puede convertirse en un peligroso ejercicio de “falsa memoria” cuando se dirige a una juventud vasca a una juventud vasca a la que se le ha impuesto un olvido que rebaja las defensas. Según un estudio de la Universidad de Deusto en 2017, el 47% de los jóvenes vascos reconoció no saber nada del atentado de Hipercor, y un 40% ignoraba el terrible fin que tuvo Miguel Ángel Blanco.

Primero se siembra el olvido, y luego se encuadra, desde el poder, desde el gobierno vasco, en una memoria subvertida y falsa.

El final de ETA, impuesto por la movilización ciudadana, es una victoria que debemos celebrar. Pero necesitamos levantar una memoria antifascista que fortalezca las defensas ante el terror.

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