La tensión entre las dos Coreas se multiplica

Los malos modales de Pyonyang

La comunidad internacional se ha sobresaltado hoy ante el brusco salto de los acontecimientos en la pení­nsula más militarizada del mundo. La tensión entre las dos Coreas se elevó hoy con la decisión unilateral del gobierno norcoreano de Pyongyang de anular todos los acuerdos de no confrontación firmados con Seúl. Algunas voces han vaticinado la vuelta a los enconados momentos de 2002, donde las armadas de los dos paí­ses se enfrentaron en el Mar Amarillo, e incluso a los tiempos de la Guerra Frí­a. Los medios de comunicación de Pyongyang parecen confirmarlo: «La tensión ha llegado a tales extremos que las relaciones entre ambas Coreas se sitúan al borde de una guerra», titulan los periódicos oficiales.

El Comité ara la Reunificación Pacífica de Corea, organismo norcoreano encargado de las relaciones con Seúl, anunció hoy que anulará "el Acuerdo de Reconciliación, de No agresión, Cooperación e Intercambio" con sus vecinos surcoreanos. Este pacto de Reconciliación, alcanzado en 1991, es una de las bases para la coexistencia pacífica entre las dos Coreas, aunque su aplicación no se llevó a cabo hasta el proceso de reconciliación abierto tras la histórica cumbre intercoreana de 2000. A lo largo de la década, el proceso de reconciliación –con miras a una futura reunificación del país- ha ido avanzando zigzagueantemente, a pesar de la línea Bush –que colocó a Pyonyang en el “eje del mal”- y su influencia sobre Seúl.Pero la subida al gobierno surcoreano del conservador Lee Myung-bak, partidario de la mano dura con el Norte, ha ido agriando progresivamente las relaciones. Ya el pasado octubre, en protesta contra Lee, Corea del Norte había restringido en diciembre los movimientos de personas y mercancías en la frontera con el Sur, además de suspender los servicios ferroviarios entre ambos y el turismo a la ciudad norcoreana de Kaesong.Esto no es nuevo, habida cuenta de la existencia en Seúl de dos líneas, claramente diferenciadas en torno a la relación con el díscolo vecino. Mientras que unos –apoyados históricamente por Washington- son partidarios de condicionar la normalización de las relaciones políticas y comerciales con Pyonyang a avances verificables en la desnuclearización; otros son de la opinión de que la reunificación y el problema nuclear son dos cuestiones distintas que hay que resolver paralelamente, sin renunciar a hacer más avances en un terreno so pena de quedarse rezagado en el otro. Lee Myung-bak pertenece obviamente a la primera, y su audacia ha irritado a Pyonyang. Ayer mismo Corea del Sur y Japón acordaban medidas para presionar al Norte a que desestancara las negociaciones nucleares, después de que Pyongyang rechazara un mecanismo de verificación propuesto por Seúl. Además los continuos rumores sobre la frágil salud de Kim Jong Il, difundidos por el Sur, han empujado al régimen norcoreano a dar un puñetazo encima de la mesa.La asonada de Corea del Norte ha conseguido crear el revuelo esperado, no es para menos. Pero aquel que conozca bien el peculiar estilo del régimen norcoreano no se habrá extrañado. Los modales de Pyonyang son tan opuestos a la sutileza y la finura de la diplomacia china que cuesta creer que sus primos son sus principales valedores internacionales, amén de los que sostienen la maltrecha economía del Norte. Al fin y al cabo, el anuncio de la ruptura de relaciones y de acuerdos bilaterales es un órdago de mediana intensidad si lo comparamos con las “pruebas de lanzamiento” de misiles de medio alcance sobre la Fosa de las Marianas -que han cruzado el cielo de Japón- en otras ocasiones. La expresión “estados gamberros” de Bush no es del todo inapropiada para referirse a la forma que tiene Pyonyang de imponer una dinámica internacional. ¿Qué busca Pyonyang?. El Norte busca dos objetivos. El primero hace referencia al vecino del Sur y al insolente gobierno de Lee. De entrada la reacción de Corea del Sur ya ha puesto en evidencia la fragilidad de la posición de Seúl ante los chantajes de su agresivo vecino. La línea dura del actual presidente queda desinflada ante la falta de un firme respaldo internacional, estando EEUU pendiente de la resolución de otros problemas.El segundo objetivo es precisamente ese: una llamada de atención al nuevo presidente de EEUU. Kim Jong-il, que se reunió la semana pasada con representantes del PCCh, se mostró dispuesto a continuar en la reunión a seis bandas (que desde hace años congrega a las dos Coreas, EEUU, China, Japón y Rusia) para avanzar en las negociaciones. No parece que Pyonyang quiera romper la baraja, sino que le den una nueva mano. Kim busca forzar al Departamento de Estado –centrado en el laberinto de Oriente Medio- que le haga un hueco en su apretada agenda. O quizá sea más bien una forma de probar el temple de quien tienen enfrente, ver de qué madera está hecho el afamado presidente número 44.

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