A un año de las revueltas en el mundo árabe

Los lí­mites de la democracia «made in USA»

«Nos han robado la revolución», clama en Túnez un sindicalista que se movilizó contra la dictadura de Ben Ali, ante la avalancha de recortes impuestos por el nuevo gobierno. En Egipto, el ejército ataca salvajemente a los manifestantes. Y en Libia, crecen las manifestaciones contra los abusos de las autoridades post-Gadaffi. ¿Qué ha pasado para que, tras la caí­da de los dictadores, los pueblos árabes sigan manifestándose contra las nuevas autoridades?

Hace un año comenzaron unas revueltas que fueron presentadas como el inicio de un camino de democratización del mundo árabe. Pero en ellas confluían dos vectores opuestos. Por un lado las justas exigencias de los pueblos de pan y libertad. Por otro, los intereses norteamericanos, interesados tan solo en un recambio de las decrépitas e inestables dictaduras por nuevos regímenes pseudodemocráticos donde su capacidad de control aumentara.Egipto es el paradigma de este camino. Mubarak cayó, pero en su lugar se instaló en el poder una Junta Militar con estrechos vínculos con Washington, que quiere ejercer una férrea tutela sobre el nuevo régimen.«Cuando los manifestantes han exigido una democracia real, el ejército los ha reprimido salvajemente». Desde la caída de Mubarak se han producido 12.400 juicios militares a civiles. Y los ataques militares a los manifestantes han provocado, solo en las últimas semanas, 60 muertos y 2.000 heridos.Son los límites de la “democracia made in USA”.Algo similar sucede en Túnez, donde las reivindicaciones de una mayor redistribución de la riqueza -en un país con un 48% de paro, y donde la crisis condena al hambre a amplias capas de la población- han sido silenciadas por el nuevo gobierno.O en Libia, donde la intervención de la OTAN ha dejado un rastro de caos y desolación, ante el cual se está levantando la sociedad libia, encadenando una manifestación tras otra contra el despotismo de las nuevas autoridades.El balance de un año de revueltas en el mundo árabe deja una conclusión clara. «El camino hacia una democracia real, que satisfaga las justas aspiraciones de libertad, justicia y bienestar de los pueblos árabes, no pueden llegar de la mano de una mayor intervención de Washington» o de sus esbirros locales.La libertad va unida a la independencia. Y es imprescindible que los pueblos árabes -en Egipto, en Siria o en Libia- puedan decidir su destino libremente. Ellos sabrán enfrentarse a los tiranos locales, sin tener que cargar el pesado yugo que, como se ha demostrado, suponen las “democracias made in USA”.

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