Los gobiernos deberí­an crear sus propios bancos

«En Estados Unidos entregamos a la banca 700.000 millones de dólares. Si hubiésemos invertido sólo una fracción de esa cantidad en la creación de un nuevo banco, habrí­amos financiado todos los préstamos que se necesitaban», explica Stiglitz en unas declaraciones al diario Independent on Sunday. «Pongamos 100.000 millones, apalanquemos esa cantidad por un factor de diez a uno (atrayendo fondos del sector privado) y obtendremos una capacidad crediticia de un billón de dólares, más de lo que necesita la economí­a real», explica.

La resuesta, según Stiglitz, no es reducir el gasto público sino redirigirlo: "Se puede recortar el dinero que se gasta en la guerra de Afganistán. Se recortan varios cientos de millones de dólares desperdiciados en el sector militar. Se reducen las subvenciones al petróleo". "Hay muchas cosas que se pueden recortar. Y hay que aumentar el gasto en otras áreas como la investigación y el desarrollo, la infraestructura, la educación", todas ellas áreas en las que el Gobierno puede obtener una buena rentabilidad de sus inversiones. (EL ECONOMISTA) EL CONFIDENCIAL.- El Banco de Pagos Internacionales (BPI) advierte del peligro de mantener demasiado tiempo los tipos de interés en los niveles mínimos actuales ya que podría ser el germen que geste una nueva crisis financiera. CINCO DÍAS.- Como el resto de los países occidentales, España ha tenido que plegarse a la presión de los mercados financieros y virar su política económica. De encabezar con ostentación los paquetes de estímulo al crecimiento económico en 2008 y 2009 en términos relativos, se ha pasado a la obligada contracción y a ejecutar el mayor recorte del déficit público de toda Europa en 2010 y 2011. La factura de la crisis, en parte engordada por los ingentes paquetes de ayuda a la banca, ha terminado volviéndose contra los Gobiernos, y ahora, cuando la recuperación de las economías maduras arranca, la actividad podría precisar todavía del anclaje público Opinión. El Economista Stiglitz: “Los gobiernos deberían crear sus propios bancos” Si los bancos no prestan, los gobiernos deberían crear sus propios bancos y encomendarles esa tarea, según propone el premio Nobel de Economía en 2001, Joseph Stiglitz. "En Estados Unidos entregamos a la banca 700.000 millones de dólares. Si hubiésemos invertido sólo una fracción de esa cantidad en la creación de un nuevo banco, habríamos financiado todos los préstamos que se necesitaban", explica Stiglitz en unas declaraciones al diario Independent on Sunday. En realidad se habría conseguido con mucho menos: "Pongamos 100.000 millones, apalanquemos esa cantidad por un factor de diez a uno (atrayendo fondos del sector privado) y obtendremos una capacidad crediticia de un billón de dólares, más de lo que necesita la economía real", explica. "Es previsible que se embarguen dos millones de casas o más" El problema en Estados Unidos es que el estímulo fiscal no fue el que era necesario: "Consistió en buena parte en recortes de impuestos, y cuando se dio dinero a los bancos, fue a los que no debía haber ido". "Consecuencia de todo ello es que no se ha restablecido la actividad crediticia. Es previsible que este año se embarguen dos o más millones de casas más que el año pasado", advierte el experto estadounidense. Tras los ataques de los mercados financieros a Grecia, primero, y luego a España, el consenso parece ser el de que los gobiernos deben ahorrar, critica Stiglitz, que compara la situación actual a la de la de EEUU de Herbert Hoover. Los gobiernos, como el británico, no sólo se niegan a estimular la economía, sino que se dedican a recortar el gasto, como hizo Hoover en 1929, con la consecuencia de que el "crack" de Wall Street degeneró en la Gran Depresión. "Hoover creía que cuando se entra en recesión aumentan los déficit, por lo que optó por los recortes, y esto es precisamente lo que quieren ahora los estúpidos mercados financieros que nos metieron de lleno en los problemas que tenemos", señala el premio Nobel. Una nación no es una familia Según Stiglitz, es el clásico error de quienes confunden la economía de una familia con la de una nación. "Si una familia no puede pagar sus deudas, explica, se le recomienda que gaste menos para que pueda hacerlo. Pero en una economía nacional, si se recorta el gasto, decae la actividad económica, nadie invierte, disminuye la recaudación fiscal, aumenta el gasto en desempleo y uno termina sin dinero para pagar las deudas". "Hay muchos experimentos que lo demuestran gracias a Herbert Hoover y el Fondo Monetario Internacional", dice Stiglitz, según el cual este último organismo aplicó esas recetas erróneas a Corea, Tailandia, Argentina, Indonesia y muchos otros países en desarrollo en los años 80 y 90. "Sabemos lo que ocurre. Las economías van a debilitarse, se reducirán las inversiones y se producirá una terrible espiral descendente", dice Stiglitz, que recuerda lo sucedido en Japón, que acometió un experimento similar en 1997, cuando estaba en vías de recuperación, aumentó el IVA y se hundió en une nueva decisión. La respuesta, según Stiglitz, no es reducir el gasto público sino redirigirlo: "Se puede recortar el dinero que se gasta en la guerra de Afganistán. Se recortan varios cientos de millones de dólares desperdiciados en el sector militar. Se reducen las subvenciones al petróleo". "Hay muchas cosas que se pueden recortar. Y hay que aumentar el gasto en otras áreas como la investigación y el desarrollo, la infraestructura, la educación", todas ellas áreas en las que el Gobierno puede obtener una buena rentabilidad de sus inversiones. Según Stiglitz, "no hay tampoco ninguna razón por la que no podrían aumentarse en un 40 por ciento los impuestos a las ganancias especulativas (del sector inmobiliario). Ese tipo de especulación, dice, "no beneficia a la sociedad y la tierra va a seguir ahí, con independencia de que la gente especule o no. Y a cambio de eso, se rebaja el gravamen a otras actividades como la investigación y desarrollo". EL ECONOMISTA. 28-6-2010 Agencias. El Confidencial El BPI advierte: mantener mucho tiempo los tipos bajos será el germen de una nueva crisis financiera El Banco de Pagos Internacionales (BPI) advierte del peligro de mantener demasiado tiempo los tipos de interés en los niveles mínimos actuales ya que podría ser el germen que geste una nueva crisis financiera. En su 80 informe anual, publicado hoy, el BPI analiza la situación de la economía entre el 1 de abril de 2009 y el pasado 31 de marzo e insta a los Gobiernos a hacer los deberes, sobre todo reducir los déficit fiscales, para evitar la aparición de una nueva crisis. "No cabe prolongar indefinidamente una política monetaria de carácter expansivo", recomienda el BPI, por los riesgos para la estabilidad financiera y macroeconómica. La política monetaria sigue siendo muy expansiva en casi todo el mundo. El precio del dinero se sitúa actualmente en la zona del euro en el 1 por ciento, en el Reino Unido en el 0,5 por ciento, en EEUU, entre el 0 y el 0,25 por ciento y en Japón en el 0,1 por ciento, los niveles mínimos registrados durante la crisis. Los bancos centrales de algunos de los países con mayor crecimiento han comenzado a retirar los estímulos aplicados durante la crisis. Los bancos centrales de Australia, Brasil, la India, Israel, Malasia y Noruega han subido los tipos de interés. En términos reales, descontando la inflación, las tasas están en niveles cercanos a cero en la zona del euro y son negativas en el Reino Unido y EEUU. En Japón, la leve deflación a vuelto a situar las tasas reales por encima de cero. Si las tasas de interés son muy bajas pueden distorsionar las decisiones de inversión, plantear riesgos para la estabilidad financiera ya que pueden incitar a los prestatarios a acortar los plazos de su deuda, facilitar el apalancamiento (endeudarse para financiar una operación) en posiciones de riesgo y retrasar la necesaria corrección de los balances financieros. Los bancos centrales siguen dominando algunos segmentos de los mercados financieros, lo que puede distorsionar la valoración de algunos bonos (al cambiar la entidad sus criterios de garantías en las operaciones de refinanciación o de compra de activos) y préstamos financieros importantes y desalentar la necesaria participación en el mercado de particulares e instituciones privadas. Además, con el dominio de la banca central de algunos segmentos financieros aumenta el riesgo moral al señalar que existe un comprador de último recurso para ciertos instrumentos. Unos tipos de interés oficiales bajos y de tasas a largo plazo más elevadas aumenta los beneficios que los bancos pueden obtener de pedir préstamos a corto plazo y otorgarlos a largo plazo. La compra de activos ha expuesto a los bancos centrales a un riesgo de crédito considerable que podría exponerlos a presiones políticas. Mantener bajas las tasas podría retrasar los ajustes en los balances del sector público. Los Gobiernos pueden reorientar su perfil de deuda hacia una financiación a corto plazo y reducir los pagos de intereses. Esta estrategia expone su situación fiscal a incrementos de los tipos de interés oficiales y ello puede hacer temer por la independencia de los bancos centrales. Ha llegado el momento de preguntarse cuándo y cómo empezar a prescindir de estas contundentes medidas, dice el BPI. Usando una metáfora médica para describir el estado de salud del sistema financiero, el BPI dice que "la conjunción de las vulnerabilidades persistentes en el sistema financiero con los efectos secundarios de un periodo tan prolongado de cuidados intensivos podría inducir la recaída del paciente". La crisis de 2007-09 sugiere que los excesos financieros por los tipos de interés oficiales bajos acaban teniendo efectos devastadores. Es posible que los bancos centrales tengan que subir los tipos de interés, antes de lo que sugerirían por sí solas las perspectivas macroeconómicas. Actualmente, la política monetaria se enfrenta a un dilema: un proceso prematuro de subida de los tipos de interés podría truncar la recuperación pero un endurecimiento demasiado tardío podría demorar demasiado el proceso de ajuste, lo que implicaría un sistema financiero menos estable a medio plazo. El BPI recomienda señalizar con tiempo la intención de subir los tipos de interés ya que una subida inesperada podría tener graves consecuencias para el sector bancario. EL CONFIDENCIAL. 28-6-2010 Editorial. Cinco Días Recuperar ingresos sin cercenar la actividad Como el resto de los países occidentales, España ha tenido que plegarse a la presión de los mercados financieros y virar su política económica expansiva y contracíclica hacia un ajuste del desequilibrio fiscal para no encarecer demasiado la factura financiera del Estado. De encabezar con ostentación los paquetes de estímulo al crecimiento económico en 2008 y 2009 en términos relativos, se ha pasado a la obligada contracción y a ejecutar el mayor recorte del déficit público de toda Europa en 2010 y 2011. La factura de la crisis, en parte engordada por los ingentes paquetes de ayuda a la banca, ha terminado volviéndose contra los Gobiernos, y ahora, cuando la recuperación de las economías maduras arranca, la actividad podría precisar todavía del anclaje público. Pero las tesis de los mercados financieros, a fin de cuentas quienes prestan los recursos, han penetrado en los administradores públicos, sobre todo en Europa, y han apadrinado los programas más severos de consolidación fiscal. Con la iniciativa ejemplarizante de Alemania, toda Europa se ha puesto manos a la obra a reducir su gasto público e incrementar ingresos. España está atrapada en la misma dinámica pese a ser quien más tarde ha abandonado la recesión y tener crecientes posibilidades de volver a ella. Además de un severo recorte del gasto público, que ha secado los programa de inversión en infraestructuras y ha recortado la renta disponible real de un colectivo de casi 12 millones de personas (funcionarios y pensionistas), ha puesto en marcha un lento paquete de incremento de impuestos que aún no ha culminado. Arrancó el año con avances en el impuesto sobre el capital, continuará con una subida del impuesto sobre el valor añadido desde esta misma semana, y culminará con un nuevo esfuerzo fiscal que el Gobierno pedirá "a los que más tienen", según palabras de su presidente, o con otra subida de los especiales. Se ha debatido mucho sobre la conveniencia de aplicar ahora una subida de impuestos, y si, de hacerlo, debe concentrarse en los de carácter indirecto que afectan al consumo o debe desplazarse al de la renta del trabajo, del capital, a los beneficios o a las cotizaciones. Los números nos sacarán de la duda en lo que se refiere a la recaudación, que en este momento es asunto prioritario. En 1992 se aplicó un incremento notable del IVA y curiosamente la reacción fue un descenso de la demanda y de los ingresos, en una época caracterizada también por la contracción económica. Hasta ahora la demanda ha reaccionado con un anticipo de las compras de bienes de uso duradero para evitar la subida del gravamen, lo que puede convertirse también en anticipo de un descenso ulterior de las operaciones y de los ingresos fiscales. Para evitarlo, una parte del comercio, sobre todo la gran distribución de bienes, pretende enjugar una parte de la subida para mantener los niveles de ventas, aún no recuperados de los fuertes descensos de 2008 y 2009. Hacienda prevé ingresar más de 5.100 millones adicionales al año por el alza del IVA (en 2009 ha ingresado 33.573 millones, la mitad que en 2007); pero es muy difícil calibrarlo, dado que la elasticidad del impuesto es superior a uno (1,6) cuando la economía crece a velocidad de crucero, pero inferior a uno cuando el PIB está paralizado. Por tanto, lo único que es cierto es que el IVA es un impuesto incierto, puesto que la subida puede degenerar en un descenso de la demanda o en un incremento de la ocultación, sobre todo en servicios, cuando la renta disponible de la ciudadanía está aún en retroceso cíclico. Ello aconsejaría echar mano de otro impuesto con resultados menos inciertos; pero ahora no basta con uno sólo, y será preciso el recurso a casi todas las figuras impositivas, aunque deben respetarse tipos más atractivos en todas aquellas que tengan efecto directo sobre la actividad. El sistema fiscal español, pese a haber respetado la imposición sobre el consumo muchos años sin retoques, sí ha estrechado la capacidad económica de otros, como el de la renta de las personas físicas, muchas veces más por cuestiones electorales que por convicción económica. Seguramente ha llegado el momento de repensar todo el sistema fiscal, y de hacerlo de tal forma que los impuestos se conviertan en palancas de crecimiento económico, que a la postre es el mejor multiplicador de los ingresos. CINCO DÍAS. 28-6-2010

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