La muerte de un pensionista sacude Grecia

Los cadáveres del FMI

«Han eliminado cualquier esperanza. No puedo vivir en estas condiciones. No encuentro otra forma de lucha más que un final digno para no tener que empezar a rebuscar en la basura para conseguir comida. Por eso he decidido poner fin a mi vida».

Estos son algunos fragmentos de la desgarradora nota de denuncia que portaba Dimitris Christoulas al suicidarse de un tiro en la sien frente al parlamento griego.

Dimitris era un farmacéutico jubilado. Hacía meses que el gobierno no le pagaba su pensión, que ya había sido recortada un 20%. «El asesinato de Dimitris ha provocado una oleada de furia en Grecia»

Dimitris no es la primera víctima. Gracias a los draconianos recortes impuestos por el FMI y Bruselas, el número de suicidios se ha incrementado en Grecia hasta en un 40%.

Pero es el primer asesinato que no pueden ocultar bajo las frías estadísticas.

No es un suicidio. Es un asesinato.

Y Dimitris se encargó de señalar a sus asesinos, al denunciar en su carta de despedida al “Gobierno de ocupación” de Atenas, al que el pensionista añadía el calificativo “Tsolakoglu”, en referencia al primer ministro que colaboró con los nazis.

El asesinato de Dimitris ha provocado una oleada de furia en el país heleno. Que esa rabia se extienda hasta el último rincón del planeta.

¿A qué esperamos para que los capitostes del FMI o los emisarios de los bancos alemanes, respondan ante un Tribunal Penal Internacional de las víctimas que su insaciable voracidad está ejecutando en Grecia?

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