Los alemanes no reconocen ya a «su» BCE

«La histórica decisión tomada por la autoridad monetaria, el 1 de mayo, de comprar deuda pública de los paí­ses en dificultades de la zona euro no ha sido bien digerida al otro lado del Rhin. En el seno mismo del BCE, el «bando alemán» osa hacer explí­cito su resentimiento tras haber quedado en minorí­a»

Según el semanario Der Siegel publicado el lunes, los dirigentes del Bundesbank sospechan incluso, detrás de las iniciativas del BCE, un “complot francés”… La compra de las obligaciones griegas era inútil, puesto que el plan de ayuda a Atenas de 110.000 millones de euros ya había sido validado y los primeros créditos desbloqueados. La institución, bajo la presidencia de Jean-Claude Trinchet –¡un francés!– no hace más que sostener artificialmente las cotizaciones, según el semanario, y permitir a los bancos franceses deshacerse de sus títulos a buen precio… mientras que los bancos alemanes han prometido conservar sus préstamos griegos hasta 2013. (LE MONDE) THE WASHINGTON POST.- Desde hace cierto tiempo Japón parece ir bien a pesar de su liderazgo político, no gracias a él. Al anunciar el miércoles su decisión de dimitir, el extravagante, funesto primer ministro Yukio Hatoyama se ha convertido en el cuarto líder en fracasar en la sucesión antes de cumplir su primer año. La idea de que Japón podría encontrar el equilibrio por un acercamiento a China, y neutralizar a una gran potencia enfrentándola a la otra, era delirante. La mayoría de japoneses no apoyan la idea, y los últimos acontecimientos –en particular, el hundimiento de un buque de Corea del Sur– les recordó por qué. Su sucesor no es probable que cometa el mismo error. Francia. Le Monde Los alemanes no reconocen ya a “su” BCE Marie de Vergés Un perfume de divorcio flota entre los alemanes y el Banco Central Europeo (BCE). Rencor, decepción y rechinar de dientes: la histórica decisión tomada por la autoridad monetaria, el 1 de mayo, de comprar deuda pública de los países en dificultades de la zona euro no ha sido bien digerida al otro lado del Rhin. En el seno mismo del BCE, el “bando alemán” osa hacer explícito su resentimiento tras haber quedado en minoría. “La política monetaria ha tomado nuevos caminos para combatir la crisis que yo continúo valorando de forma crítica dados sus riesgos”, deploraba, el lunes 31 de mayo, el jefe del Bundesbank, Axel Weber, que votó en contra de esta medida. No es la primera vez que el alemán, candidato al presidencia del BCE a partir de 2011, da a conocer su desacuerdo. Una doble excepción a las reglas tácitas de la institución, que toma generalmente sus decisiones por consenso y se guarda de alardear sus divergencias. Pero “las diferencias de opinión sobre aspectos tan fundamentales de la política monetaria no conciernen solo al Consejo, sino también al gran público”, defiende Thorsten Polleit, economista jefe de Barclays Capital en Francfort. Si el Sr. Weber se permite hablar en voz alta, explica el economista, “es porque juzga esta decisión incompatible con el mandato del BCE”, el de la lucha contra la inflación, primordial en la otra orilla del Rhin. Según el semanario Der Spiegel publicado el lunes, los dirigentes del Bundesbank sospechan incluso, detrás de las iniciativas del BCE, un “complot francés”… La compra de las obligaciones griegas era inútil, puesto que el plan de ayuda a Atenas de 110.000 millones de euros ya había sido validado y los primeros créditos desbloqueados. La institución, bajo la presidencia de Jean-Claude Trinchet –¡un francés!– no hace más que sostener artificialmente las cotizaciones, según el semanario, y permitir a los bancos franceses deshacerse de sus títulos a buen precio… mientras que los bancos alemanes han prometido conservar sus préstamos griegos hasta 2013. Sin embargo, en Bercy se afirma que los bancos franceses también “están comprometidos a mantener su exposición a Grecia sin límite de tiempo”. ¿Falso pleito? Una cosa es segura: a ojos de los alemanes, la venerable institución, todavía con sede en Francfort y forjada sobre el modelo del Bundesbank, ha traicionado sus principios. Y los esfuerzos del Sr. Trichet no han cambiado gran cosa: él ha multiplicado las entrevistas en los mayores periódicos de Alemania, estas últimas semanas, para defender a un BCE fiel guardián de la estabilidad de precios. Sin gran éxito. En juego también, la sacrosanta independencia del Banco central frente al poder político, que numerosos observadores alemanes creen ahora en peligro. Conviene “trazar una línea de separación clara entre las responsabilidades de la política monetaria y de la política de las finanzas”, dejó claro para todos el Sr. Weber el lunes, en un discurso pronunciado en Mayence. El jefe del Bundesbank sabe que juega fuerte. Bien situado en la carrera por la sucesión de Trichet, podría perder apoyos en Europa a fuerza de intransigencia y ortodoxia. Y si la gestión de la crisis por el BCE hiere a los alemanes, a la inversa también ocurre. El viernes 28 de mayo, Lorenzo Bini Smaghi, miembro del directorio del BCE, acusó a Alemania en una alusión apenas velada de haber “echado gasolina sobre el fuego” en plena crisis del euro. “En un gran país de la zona euro, hay quien piensa que no obtendrá el apoyo de la opinión pública (para reflotar a Grecia) más que dramatizando la situación, diciendo, por ejemplo, que ‘el euro está en peligro’ o mencionando la posibilidad de excluir a un país de la zona euro”, dijo. Tales palabras –claramente atribuibles a la canciller Merkel– “no pueden hacer más que aumentar el coste del rescate” juzgó. LE MONDE. 1-6-2010 EEUU. The Washington Post Cuatro años, cuatro primeros ministros en Japón Desde hace cierto tiempo Japón parece ir bien a pesar de su liderazgo político, no gracias a él. Con unas pocas excepciones (Yasuhiro Nakasone de 1982 a 1987 y Junichiro Koizumi desde 2001 hasta 2006), los primeros ministros de Japón han sido fácilmente olvidables y, fuera de Japón, rápidamente olvidados. Sin embargo, incluso para los estándares japoneses, la historia reciente es deprimente. Al anunciar el miércoles su decisión de dimitir, el extravagante, funesto primer ministro Yukio Hatoyama se ha convertido en el cuarto líder en fracasar en la sucesión antes de cumplir su primer año. Eso no puede ser bueno, incluso en un país cuyos burócratas, líderes empresariales y sus ciudadanos trabajadores están acostumbrados al relevo de los que flojean. Hay un poco de consuelo que encontrarán en un par de esquinas de esta historia. En primer lugar, en sus ocho meses en el cargo, el Sr. Hatoyama ha recorrido un camino de redescubrimiento de la importancia de la alianza entre EEUU y Japón. El Sr. Hatoyama del Partido Democrático del Japón (PDJ), llegó el poder al derrotar al pro-estadounidense conservador Partido Democrático Liberal de Japón, que había gobernado casi sin interrupción desde hace medio siglo. Un tablón para los recién llegados fue el reordenamiento de la alianza, que algunos japoneses se ven como demasiado deferente por su parte. El impulso para que la política exterior se formule a la luz del día, en lugar de dejarlo en manos de unos pocos en Estados Unidos y en Japón, es sano y sin duda continuará. Pero la idea de que Japón podría encontrar el equilibrio por un acercamiento a China, y neutralizar a una gran potencia enfrentándola con la otra, era delirante. La mayoría de japoneses no apoyan la idea, y los últimos acontecimientos –en particular, el hundimiento de un buque de Corea del Sur por Corea del Norte y la negativa de China a condenar ese acto de guerra– les recordó por qué. El Sr. Hatoyama ha tratado infructuosamente de encontrar una mejor manera de desplegar las fuerzas de EEUU en Japón que se habían negociado cuidadosamente durante la década anterior. Su sucesor no es probable que cometa el mismo error. En segundo lugar, a pesar del fracaso de este primer intento, el encaje de un sistema de dos partidos sería saludable para Japón y sus amigos. Un régimen de un solo partido abona el estancamiento y el cinismo, el viejo partido gobernante finalmente representaba poco más que la perpetuación de su mando, y los votantes japoneses estaban encantados el año pasado de tener lo que finalmente parecía una verdadera alternativa. No es sorprendente que el PDJ pague por sus errores de novato. Pero el partido todavía goza de una mayoría aplastante en la poderosa Cámara baja del parlamento de Japón, y aún tiene una oportunidad de auto-corregirse. Su mayor reto no es tan diferente del que enfrentan las democracias maduras en Europa y América del Norte: cómo reconciliar la globalización, la disminución del crecimiento económico, el envejecimiento y las montañas cada vez mayores de deuda pública. El PDJ llegó al poder, sin tener toda la información, con toda clase de promesas populares pero irresponsables. El Sr. Hatoyama no fue capaz de cuadrar esto con la realidad fiscal o poner en marcha las necesarias reformas estructurales de Japón. Los Estados Unidos deben esperar que su sucesor, que será elegido por el partido el viernes, tenga más éxito. Japón sigue siendo la segunda economía más grande del mundo y el más importante aliado de Estados Unidos en Asia. Necesita y merece dirigentes políticos que estén un paso más allá del desconcierto. THE WASHINGTON POST. 3-6-2010

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