Estocolmo y Helsinki solicitan su entrada en la OTAN

Lo que no consiguió la Guerra Fría: Suecia y Finlandia solicitan su entrada en la OTAN

Acabando con décadas de neutralidad, Suecia y Finlandia piden el ingreso en la Alianza Atlántica. La invasión rusa de Ucrania ha sido la palanca que ha conseguido lo que no pudo hacer casi medio siglo de Guerra Fría. Han sido las agresiones imperialistas de Putin las que han prestado un impagable servicio a EEUU, que ahora fortalece sus posiciones en Europa, en el Báltico y en el Ártico

Suecia y Finlandia han solicitado formalmente el ingreso en la Alianza Atlántica, una coalición militar al servicio de la geopolítica norteamericana.  El fulcro para que ambos países nórdicos abandonen el estatus de neutralidad que mantuvieron incluso durante las largas décadas de Guerra Fría no ha sido otro que la invasión rusa de Ucrania.

Tras varios días de intensos debates parlamentarios, Finlandia y Suecia han entregado formalmente sus solicitudes de adhesión a la OTAN. Los embajadores de Estocolmo y Helsinki se han reunido con el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, que les ha asegurado que el proceso de ingreso será «fácil y rápido». Con la sola excepción de Turquía -que se opone a la admisión de estos dos países por el tradicional respaldo que las diplomacias sueca y finesa prestan a la causa kurda- los 30 miembros de la Alianza y especialmente EEUU han recibido con los brazos abiertos la solicitud de ingreso. Ankara sin embargo ha asegurado que no bloqueará el acceso de los dos países nórdicos.

Se espera que la solicitud se apruebe en la próxima Cumbre de la OTAN que se realizará en Madrid del 28 al 30 de junio, pero fuentes de la Alianza no descartan que se pueda aprobar incluso antes. Durante todo ese proceso -que aunque agilizado, durará meses- ni Suecia ni Finlandia estarán formalmente integrados en la OTAN, por lo que no estarán protegidos por el Artículo 5, que garantiza que «que un ataque contra un aliado es un ataque contra todos». Sin embargo, tanto. Suecia como Finlandia han recibido garantías de apoyo de EEUU, Alemania y Gran Bretaña en caso de que sean atacados.

El fulcro de la guerra de Ucrania

Una de las justificaciones más archirrepetidas por la propaganda del Kremlin es que la «operación militar especial» contra Ucrania que ha arrasado ciudades enteras, provocando decenas de miles de muertos y más de 5 millones de refugiados, era una «respuesta defensiva» de una Rusia «hostigada por el avance de la OTAN hacia el este». Independientemente de la verdad o falsedad de esta afirmación, la realidad es que el régimen de Putin está obteniendo gracias a su criminal guerra de agresión contra Ucrania… todo lo contrario de lo que afirma desear.

El hecho es que no sólo Ucrania no ha caído en sus manos, sino que una OTAN que hace pocos años daba signos de obsolescencia o que era diagnosticada de «muerte cerebral» por el francés Macron, ahora está más revitalizada que nunca. Paradójicamente, han sido las agresiones de Putin las que han prestado un impagable servicio a EEUU, que ahora fortalece sus posiciones en Europa, e impone un mayor encuadramiento de sus aliados europeos en la geopolítica del Pentágono.

Una Alemania que llevaba años siendo reticente a enfrentarse a Moscú y aumentar su presupuesto militar, anunciaba hace pocas semanas que destinará 100.000 millones de euros a fortalecer sus Fuerzas Armadas. Lo mismo se puede decir de un gobierno español, cada vez más atlantista, que ha trasladado a los mandos de la OTAN que aumentará el gasto en Defensa hasta alcanzar el 2% del PIB en el año 2030.

La invasión rusa de Ucrania ha sido la palanca que ha conseguido lo que no pudo hacer casi medio siglo de Guerra Fría: empujar a Suecia y Finlandia, dos países que han mantenido su neutralidad y no alineamiento militar durante décadas, a formar parte de la OTAN, engrosando así el sistema de alianzas militares que integra el poder expandido de la superpotencia norteamericana.

Paradójicamente, han sido las agresiones de Putin las que han prestado un impagable servicio a EEUU, que ahora fortalece sus posiciones en Europa

No es una opinión, es un hecho político y demoscópico. Hace solo unos meses, entrar en la OTAN era una perspectiva fuera de consideración para Finlandia y Suecia, pero el ataque de Rusia a Ucrania lo ha cambiado todo.

Los sondeos de opinión del año pasado en Finlandia -un país que comparte más de 1.300 Km de frontera con Rusia, y que hasta ahora había basado ha basado buena parte de su política exterior en llevarse bien con Moscú- mostraban que apenas un 25% de los finlandeses eran partidarios de pedir el ingreso en la OTAN, y que más de un 50% se oponían con fuerza. Hoy un 76% se muestra favorable a la entrada en la Alianza.

La reacción de Rusia

Tras meses de amenazas por parte del Kremlin hacia Suecia y Finlandia, advirtiéndoles de las consecuencias de pedir el ingreso en la OTAN: un incremento de sus fuerzas terrestres, navales y aéreas en el Mar Báltico, e incluso la posibilidad de desplegar armas nucleares en la zona.

Pero al conocerse que, a pesar de las amenazas, Estocolmo y Helsinki han seguido adelante, Putin ha recogido cable afirmando ahora que esta ampliación no supone «en sí misma» una “amenaza inmediata” para Rusia. Sin embargo, Moscú ha vuelto a lanzar una advertencia. “La expansión de la infraestructura militar ―un eufemismo de misiles y bases― a ese territorio provocará una respuesta nuestra». Pocos días antes, el Ministerio de Exteriores ruso también había advertido a Suecia y Finlandia de que adoptaría “medidas técnico-militares”, la misma fórmula que empleó con Ucrania en diciembre.

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El artículo 5 de la OTAN: un arma de doble filo

El corazón del Tratado del Atlántico Norte firmado en Washington el, 4 de abril de 1949 es su artículo 5, el que establece la obligación de la defensa mutua: si uno de los 30 miembros es atacado, todos los demás se considerarán agredidos y deberán ayudarle militarmente.

Eso dice la quinta cláusula, negro sobre blanco. Pero como suele ocurrir, «el diablo está en los detalles». Basta revisar las más de siete décadas de historia de la Alianza Atlántica para comprobar quién es el dueño de la OTAN y el principal beneficiario del artículo 5.

Sobre el papel, formar parte de la OTAN implica ser miembro del mayor club de defensa colectiva del planeta. La clave está en su artículo 5, que dice:

«Las Partes acuerdan que un ataque armado contra una o más de ellas, que tenga lugar en Europa o en América del Norte, será considerado como un ataque dirigido contra todas ellas […]». «[…] y en consecuencia acuerdan que si tal ataque se produce cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, ayudará a la Parte o Partes atacadas […]». «[…] adoptando seguidamente, de forma individual y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer la seguridad en la zona del Atlántico Norte […]».

Esta cláusula establece una obligación individual a cada Estado miembro, la de prestar asistencia militar ante cualquier ataque a un miembro de la OTAN. Para que se permita el uso de las fuerzas armadas a todos y cada uno de los países de la Alianza, se invoca la «legítima defensa» del miembro atacado, es decir, para que se active el artículo 5 el miembro de la OTAN debe ser agredido por un tercero. Sobre el papel, ningún miembro de la OTAN puede invocar la quinta cláusula si ataca primero, si es él quien declara la guerra.

Pero la verdadera letra pequeña viene al final, cuando dice que la Alianza ayudará al miembro agraviado con «medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada». Es decir, la ayuda de cada miembro de la OTAN no debe ser necesariamente en forma de respuesta armada, sino que depende de la disposición o de los recursos de cada país.

Podría pensarse que esta letra pequeña está hecha pensándose en los miembros menores de la Alianza, en los Estados más pequeños y de recursos militares más limitados, pero es justamente lo contrario.

A finales de la década de los 40, acabada la II Guerra Mundial y comenzada la Guerra Fría, eran los países europeos los que querían garantizarse que el poderoso ejército de unos EEUU -convertidos ya en superpotencia- acudiría automáticamente en su ayuda en caso de ataque. Pero -explica la OTAN en sus propios documentos históricos- «pero EEUU no quiso hacer tal compromiso y logró que esto se reflejara en la redacción» del texto. Así, el artículo 5 obliga a la asistencia mutua… pero no ha de ser necesariamente armada.

Desde su nacimiento, la OTAN ha sido un instrumento al servicio de la geopolítica y los planes de guerra de EEUU. De hecho, la única vez que se ha invocado el artículo 5… ha servido para que EEUU enrole a sus aliados en sus guerras de agresión, y para multiplicar el encuadramiento de los europeos en la Alianza Atlántica.

La única vez que se invocó el artículo 5 fue tras los atentados del 11 de septiembre. El gobierno de G.W. Bush utilizó la quinta cláusula al servicio de su estrategia de «dictadura terrorista mundial» para que la OTAN le ayudara a intervenir militarmente en Afganistán. Pero tras los ataques del 11S también se acordaron más medidas como mejorar el intercambio de información de inteligencia, asegurar, fortalecer y ampliar las instalaciones estadounidenses (por ejemplo Rota y Morón en nuestro país), proporcionar autorizaciones generales de sobrevuelo para las aeronaves de EEUU -entre ellas estaban los vuelos secretos de la CIA que transportaban y torturaban prisioneros- – y reforzar las fuerzas militares navales y aerotransportadas, sobre todo en el Mediterráneo Oriental.

Así, el artículo 5 es una espada de doble filo. Sobre el papel protege a los Estados miembros. Pero en la práctica los subordina y los vincula con los planes de la superpotencia norteamericana, la principal fuente de guerra del planeta.

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