El origen de la humanidad. ¿Qué nos hace humanos? (II)

Lo que los genes no pueden explicar

¿Cuál es el elemento determinante que nos hace humanos? ¿Qué factor clave impulsó la evolución del género homo hasta dar lugar al hombre moderno? Las más modernas investigaciones paleoantropológicas -en las que ha jugado un papel fundamental el equipo de Atapuerca- nos permiten afirmar que la naturaleza social del hombre ha sido el rasgo que nos define desde nuestro mismo origen como especie.

Neandertales y humanos modernosEn el número anterior de Foros 21, dábamos cuenta de que un gruo de investigadores, dirigido por el experto en ADN fósil Svante Pääbo, había concluido que entre un 1% y un 4% del ADN de los actuales euroasiáticas procede directamente de los neandertales.A raíz de la secuenciación del genoma del neandertal, llevó a los responsables de la investigación a afirmar que “podemos empezar por fin a construir una definición objetiva de lo que significa ser humano. Este ideal, perseguido desde hace milenios por teorías filosóficas sin base empírica, puede acotarse estudiando aquellos genes que son diferentes entre los neandertales y nosotros”.Los resultados del estudio revelan que 78 genes (83 según otro método), de los más de 23.000 existentes, son probablemente distintos funcionalmente en los humanos y los neandertales. En esta lista encontramos genes implicados en el metabolismo, cognición, fisiología, morfología de la piel, o desarrollo esquelético.Richard E. Green, de la Universidad de California, concluye que “estas variaciones indican que son buenas mutaciones, beneficiosas de alguna forma en la evolución. Esto ilumina nuestra historia evolutiva, al identificar regiones del ADN candidatas a explorar para comprender lo que cambió en los humanos modernos desde que se separaron evolutivamente y por qué”.Según esta versión sobre la divergencia y posterior evolución de neandertales y humanos modernos, todo, o casi todo, está determinado por el material genético.Sin embargo, los investigadores del equipo de Atapuerca proponen otra hipótesis radicalmente diferente.Los neandertales eran más fuertes físicamente que nosotros (hasta un 30% más), y debían haber resistido como especie. Pero fueron desplazados, hasta su extinción, por el hombre moderno, oriundo de África. Para el equipo de Atapuerca, la clave reside en que los neandertales apostaron por la fuerza del individuo, en lugar de por la fuerza del grupo. Sucumbieron a causa de su peor organización social.¿Por cual de las dos hipótesis nos decantamos? ¿”Todo está en los genes”… o es nuestro carácter social lo que nos hace humanos, hasta el punto de determinar que tipo de especie de Homo acabó configurando el hombre moderno? La “inteligencia social”El desarrollo de la inteligencia , basada en la expansión del cerebro, es el elemento que todos señalaríamos como clave en la evolución humana.Pues bien, las últimas investigaciones, expuestas por Robin Dunbar y Leslie Aiello, ligan el incremento del neocortex, es decir del cerebro, a la mejora de las habilidades sociales dentro del grupo. El aumento del tamaño y la reorganización del cerebro humano estaría directamente vinculado al desarrollo de la “inteligencia social”.El primer gran salto en la expansión cerebral está vinculada a la aparición del género Homo. Mientras que en la línea de homínidos que evolucionará hacia desde los Austrolopithecus hasta los Parántropos, el grado de encefalización sólo superará en un 25% al de los chimpancés, el Homo Habilis y el Homo Ergaster ya alcanzarán los 2/3 del desarrollo cerebral del hombre moderno.¿Qué sucedió? ¿Por qué una línea de homínidos apenas llegará a ser un poco más inteligente que un chimpancé mientras otros gozarán de una formidable expansión del cerebro?Los primeros representantes del género Homo están ligados a un hecho trascendental, la producción de instrumentos para transformar la naturaleza.Ningún otro animal puede hacerlo. Como mucho, son capaces de utilizar algún elemento de la naturaleza sin transformar, por ejemplo cuando los chimpancés se ayudan de un palo para cazar termitas.Sin embargo, en estos casos el instrumento ya está prefigurado por la naturaleza y no es necesario hacer un gran esfuerzo para representarse mentalmente el objeto final a obtener. Los humanos son los únicos primates que realmente producen instrumentos a partir de una forma que sólo existe en su cabeza, y que ellos “imponen” a la piedra.La fabricación de instrumentos cambiará para siempre la historia de la humanidad.Los primeros y simples instrumentos de piedra permitirán rasgar la resistente piel de los animales, cortar tendones, trocear músculos, o fracturar los huesos para extraer el tuétano. Obteniendo, primero a través de la carroña y más tarde de la caza, la aportación de proteínas y grasas animales necesarias para una nueva expansión cerebral.Más tarde, otro hecho social, la domesticación del fuego, permitió la predigestión externa de los alimentos, acortando el tubo digestivo y permitiendo también con ello la expansión del cerebro. El cerebro es uno de los órganos más costosos del metabolismo humano, un aumento de su volumen sólo sería posible a cambio de la reducción de otro órgano con similar consumo de energía.Detrás de cada uno de los grandes saltos evolutivos, que han permitido la expansión y crecimiento del cerebro, encontramos siempre un hecho social que lo sustenta y respalda. Cooperación y organización socialLas más modernas investigaciones paleoantropológicas han establecido como los comportamientos de cooperación social dentro del grupo serían uno de los elementos más importantes de selección colectiva, es decir para determinar que grupo acaba subsistiendo y cual extinguiéndose.La cooperación social se extiende a muchos campos, como la defensa del territorio o de los recursos, la defensa contra los depredadores, la caza en grupo, prestar cuidado a las crías ajenas, compartir comida…La fabricación de instrumentos supuso también una revolución social. Abrió paso a la especialización, a una primera división del trabajo, a una mayor cohesión social.Desde el Homo Ergaster -que culmina la expansión cerebral iniciada con el Homo Habilis- los ritmos de crecimiento se sitúan ya próximos a los nuestros, lo que supone un periodo de dependencia infantil más prolongado que en antropomorfos y homínidos. Todo esto implicaba que difícilmente una sola madre podría hacerse cargo ella sola de varias crías a la vez. Y exigía necesariamente una mayor cooperación dentro del grupo.El desarrollo de la caza entra en el ámbito de la existencia social: organización jerárquica del grupo de cazadores, división del trabajo: ojeadores, rastreadores..etc., división social del trabajo: papeles masculino-femenino, establecimiento de especiales e intensos lazos entre los miembros del grupo…La aparición del lenguaje tiene, evidentemente una base fisiológica, pero es sobre todo futuro de la creciente complejidad de la organización social (caza, distribución, transporte…), que impulsa el establecimiento de sistemas de comunicación, que a su vez permiten la aparición de formas superiores del psiquismo humano.El lenguaje no es una propiedad del individuo, sino de la colectividad. No es que un individuo se comunique bien, sería mejor decir que un grupo está bien comunicado. La capacidad para compartir información entre los individuos y entre generaciones por la vía del lenguaje confiere una gran ventaja adaptativa al grupo en su conjunto, no al individuo aislado.Tal y como plantea Juan Luis Arsuaga, uno de los directores del equipo de Atapuerca, “existen funciones mentales superiores (las capacidades cognitivas), que no son propiamente intelectuales y podrían tener que ver con el procesamiento de mayor número de datos visuales o espaciales, o con la mayor complejidad de la organización social”.La expansión del cerebro y de la inteligencia representan una adaptación a la vida social, un medio en el que uno tiene que cooperar y competir a la vez con los mismos individuos. La inteligencia humana se presenta desde su mismo nacimiento como “inteligencia social”. Para prosperar en este medio social hacen falta diversas tácticas, que van desde la formación de alianzas con otros individuos, basadas en el parentesco o el interés, hasta habilidades una buena memoria, para recordar complicados organigramas sociales, una cierta capacidad para intuir las intenciones del otro y adelantarse a sus actos, o la capacidad de representarse mentalmente situaciones hipotéticas (no solo recordar situaciones pasadas) valorarlas y obrar en consecuencia.Un factor decisivo para la expansión de nuestro cerebro ha sido sido la necesidad de analizar y tomar decisiones sobre un aspecto de nuestro medio especialmente cambiante: la conducta de los demás miembros de nuestro grupo. Siendo como somos unos primates sociales que vivimos en grandes comunidades, necesitamos procesar una gran cantidad de información sobre un sistema (la comunidad) de una enorme complejidad, en el que intervienen muchos elementos (los individuos) que se relacionan entre sí en un número virtualmente infinito de formas.Existe, pues, un elemento social que esta presente desde la mismo nacimiento de la humanidad. Actuando como el principal motor -sobre la base de los inevitables condicionantes físicos y biológicos- para que hoy los humanos seamos como somos.Hasta finalizar en la extinción de los neandertales y el triunfo definitivo de nuestra especie. Esta no es una historia que estuviera “escrita en los genes”. Los neandertales eran más robustos, estaban mejor adaptados al entorno europeo, poseían una “inteligencia humana”, que les posibilitaba para el lenguaje y el pensamiento simbólico (enterraban a sus muertos con determinados ritos funerarios).Sin embargo, la nueva especie, el hombre moderno, traía consigo una superior organización social. Edificada sobre una nueva industria lítica, el auriñaciense, más eficaz y avanzado que el musteriense propio de los neandertales. E impulsada por una mayor división y organización del trabajo, una mayor especialización y unos lazos sociales más sólidos entre los miembros del grupo.El hombre es un ser social por naturaleza. Por eso los neandertales no son nuestros ancestros, sino una rama lateral en la evolución humana. Un ser social por naturalezaEl hombre es un ser social por naturaleza. Y las más modernas investigaciones paleontológicas no han hecho sino demostrarlo.Desde su mismo origen, la humanidad ha llevado consigo asociarse, establecer lazos de colaboración entre los individuos, conformando con ello un grupo social.Es el grupo en su conjunto -estableciendo determinadas relaciones entre todos sus individuos- quien lleva adelante la práctica de transformar la naturaleza en bienes de uso y consumo, a través de la fabricación de instrumentos que evolucionan permanentemente, desde las primeras piedras talladas hasta la moderna maquinaria.La formación de un grupo social y la división del trabajo dentro de él es algo consustancial al hombre. No puede existir un individuo aislado. Incluso para que alguien se haga ermitaño previamente ha de haber pertenecido a un determinado grupo social.La exaltación del individuo, propia de la actual ideología dominante, nos hace olvidar esta verdad esencial, que investigaciones como las de Atapuerca sacan permanentemente a la luz.Desde los primeros pasos del género Homo, hasta la competencia entre neandertales y sapiens sapiens, no es posible comprender la evolución de la humanidad sin tener en cuenta su carácter social, pensando que este es un guión sólo escrito por la dotación genética.

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