SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Lo de España no tiene nombre

Asturias vivió ayer su 25 de julio. Como se recordará, el día del Apóstol, patrón de España, después de unos ‘kompromats‘ con matasellos de Andorra, Jordi Pujol, presidente de la Generalitat de Catalunya durante 23 años y capitel del catalanismo moderno, confesó su capital oculto. Treinta años sin pagar a Hacienda. Ayer fue el día de Asturias. Otro ‘kompromat’ informaba de que José Ángel Fernández Villa, eterno y antiguo dirigente del sindicato minero SOMA-UGT, afloró 1,4 millones de euros durante la amnistía fiscal de marzo del 2012. Puesto que los únicos ingresos conocidos del líder sindical provienen de su trabajo en la empresa Hunosa y de los cargos sindicales y políticos ocupados durante décadas, la Fiscalía Anticorrupción ha decidido investigar el posible origen ilícito de ese dinero. El de ayer fue otro ‘kompromat’ demoledor, un verdadero cartucho de dinamita: el sindicalista que se presentaba como la reencarnación de Manuel Llaneza, legendario fundador del SOMA, disponía de un tesoro oculto. (‘Kompromat’, expresión rusa contemporánea con la que nos iremos familiarizando, Difusión de «material comprometido» a efectos judiciales y políticos.) El PSOE y el sindicato minero decidían ayer mismo la fulminante expulsión de Fernández Villa. Cae el patriarca minero de Asturias. El padrino de Asturias, según sus detractores. Un hombre con una gigantesca voluntad de poder. Cuando mandaba, lo controlaba todo. Todo. Voz de mando y rótula. Nexo, por ejemplo, entre la federación regional socialista y la potente alcaldía de Oviedo, en manos de Gabino de Lorenzo, popular y populista. El PSOE mandaba y sigue mandando, aunque demediado, en Asturias-región. Oviedo es el feudo del PP. Mejor dicho, el feudo de Gabino. Durante años nadie se movía en Asturias sin buscar el apoyo, el favor o la complicidad de Fernández Villa, el hombre de hierro que cada año pronunciaba unos discursos emotivos e interminables en la fiesta minera de Rodiezmo, flanqueado por Alfonso Guerra y José Luis Rodríguez Zapatero, el de la eterna sonrisa. «No te exagero. Lo de Villa podemos decir que es equivalente a lo de Pujol en Catalunya. Un cráter en Catalunya. Un cráter en Asturias. Sin Fernández Villa y el SOMA-UGT no se entiende la configuración del poder político en Asturias en los últimos treinta años. Pujol ha podido presentar como excusa el legado de su padre. Será cierta o no, pero es su versión. Villa lo tendrá más difícil para justificar el origen de ese capital», me explicaba ayer, desde Gijón, un buen conocedor de las entrañas de Asturias. Cae Jordi Pujol. Cae José Ángel Fernández Villa. El sindicalismo andaluz se halla abierto en canal por el caso de los ERE. La Junta de Andalucía, enfangada. El exgerente del PP, partido en el Gobierno de España, en prisión preventiva desde hace un año. (No son habituales en Europa períodos de cárcel preventiva de un año). La derecha valenciana, noqueada, mientras se habla de una próxima dimisión de Juan Cotino, presidente de las Corts Valencianes. El escándalo de las tarjetas negras de Caja Madrid, con 86 nombres excelentes. Consejeros, ex altos cargos, burguesía de Estado, sindicalistas y cuadros medios del PSOE e Izquierda Unida. Rodrigo Rato y Miguel Blesa figuran entre los primeros imputados. Un verdadero escándalo castizo, en un Madrid hoy atemorizado por el ébola. Y habrá más casos, más casos de corrupción al descubierto -no casos de Ébola, de esos, esperemos que no haya más-. El sistema ha decidido soltar lastre. Ya no hay freno. La reconversión se ha puesto en marcha. (Un dato adicional: hace unos meses, un sondeo a escala regional ya situaba a Podemos como posible opción más votada en Asturias). En Italia, un proceso de similares características –caída y reconfiguración del régimen político– recibió, a principios de los años noventa, un nombre. Un nombre político, plástico y futurista: Tangentópolis. La ciudad de las comisiones. La ciudad de la mordida. Un nombre que parecía sacado de aquel libro fundamental de Italo Calvino, titulado ‘Las ciudades invisibles’. Lo que está sucediendo en España no tiene nombre.

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