SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Limpiar la cuadra

No nos molestarán las moscas alborotadas de verano, sino los monólogos de políticos, sin ideas o soluciones, sino con reproches. Montarán el belén en pleno solitrón a finales de este mes o a primeros de agosto. El presidente del Gobierno prometió ayer, al lado de Víctor Viorel Ponta, primer ministro rumano, que comparecerá en el Parlamento, posiblemente en el mes de la urraca, mascota de los ladrones. Después de intentar escabullirse, por fin, ha claudicado e irá al Congreso; ya veremos en qué formato, pero sea el que sea, no hay más que una pregunta trascendente como en Santa Gadea: ¿los papeles son verdaderos o falsos?

Una pregunta y tres desenlaces para esta comedia bufa: el presidente puede insistir en el mutismo, decir todo lo que sepa o marcharse. Si dijera que los papeles son amañados, producto de un montaje o de una conspiración, tendría que probar que también son falsas las evidencias de cobros que aparecerán en el momento adecuado. No sé si sabe el presidente que lo que ha aparecido hasta ahora son muestras de fogueo.

A pesar de la tranquilidad del partido, de los empresarios dantes y los sujetos tomantes, la misión del presidente del Gobierno es tan descomunal como fueron los trabajos de Hércules; no en lo referente a las hazañas de enfrentarse a las hidras o los leones, sino en la proeza de tener que limpiar en un solo día los establos de Augías, donde había boñigas de 3.000 bueyes. La opinión pública y los partidos de la oposición han ordenado a Mariano Rajoy limpiar los excrementos y la basura de más de 30 años de financiación ilegal. Un brillante ex político del PP lo relata así: «Es el final de la comedia de la hipocresía. Nosotros les pillamos en Filesa y ellos no pudieron pillarnos en el caso Naseiro, pero al final el que ha cantado ha sido el dinero negro en las jaulas de las cajas de todos los partidos desde que íbamos con pasta en crudo a pagar las campañas de publicidad a los periódicos». Parece que había sobresueldos hasta hace cinco minutos. Me lo confirmó el propio Bárcenas: «A los dirigentes de Génova les inquietaba recibir donaciones de 200.000 euros pero les encantaba recibir 20.000 euros cada cierto tiempo».

No tengo nada contra Mariano, pero quiero verle ante el destino, que ahora es la política. Ha tenido que hablar, a pesar de ser tan discreto, porque la política del silencio ni siquiera se practica ya en el Vaticano, a pesar de que el Papa es el último emperador de Europa. El presidente sabe que es muy difícil negar lo que la gente ha aceptado como una evidencia. Los hechos son tozudos y como se preguntaba Groucho Marx: «¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?».

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