Clinton visita Lí­bano y advierte contra las injerencias de Siria

¿Lí­bano sin injerencias?

Después de visitar Irak el sábado, la secretaria de Estado norteamericana hizo escala en Lí­bano para «respaldar» las próximas elecciones legislativas. Sin embargo a nadie se le escapa la intención de fondo de Clinton: tranquilizar a los dirigentes libaneses pro-occidentales, alarmados ante la expectativa de que la mejora de las relaciones de EEUU con Siria e Irán signifique -como otras veces- entregar al paí­s del cedro de nuevo a Damasco como moneda de cambio. La Secretaria de Estado apoyó el proceso electoral y remarcó que Washington espera que las elecciones sean «libres y lejos de la violencia y la injerencia extranjera», refiriéndose a Siria sin nombrarla.

Líbano es un aís donde históricamente han chocado los intereses de los centros de poder mundial. A pesar de un entorno explosivo, permaneció relativamente estable durante los años 60 y 70, donde su prosperidad le hizo ganar el nombre de “la Suiza de Oriente Medio”. Pero la agudización de la Guerra Fría hizo que todo saltara por los aires en los 80, donde el país se desangró en una devastadora guerra civil con las superpotencias –actuando con Israel y Siria como fuerzas en presencia- de fondo. Durante 30 años –a pesar de la ocupación israelí del país por varios años- Líbano ha estado dominada y ocupada militarmente -aun manteniendo formalmente la independencia- por las fuerzas sirias. Su historia reciente está marcada por el magnicidio del presidente Rafik Hariri en febrero de 2005, dirigente vinculado a las burguesías árabes del Golfo y a occidente, y que encabezaba un proyecto de independizar a Líbano de la órbita siria. Damasco lo sigue negando, pero todos acusan al régimen sirio de estar detrás. Las fuerzas prosirias en Líbano tienen en los islamistas de Hezbolá su punta de lanza, y su influencia se multiplicó después de la brutal agresión israelí en 2006. Y donde se cuela la influencia siria se mete la de Irán, principal apoyo y aliado internacional de Damasco. En este contexto, Hillary Clinton ha realizado su primera visita al país. En Beirut, la secretaria de Estadotransmitió al presidenteMichel Suleiman, el mensaje de Obama de apoyo a "un Líbano libre, soberano e independiente". Clinton calmó la ansiedad de las élites prooccidentales libanesas al afirmar que. "No haremos nada que pueda socavar la soberanía de Líbano. EEUU nunca pactará con Siria para vender Líbano y al pueblo libanés". Motivos para la preocupación no les sobran. En 1975 un Washington en un momento de retroceso planetario desencadenado por la catastrófica derrota en Vietnam, tuvo que aceptar que la prosoviética Siria tomara el control de Líbano, tutela que se ha prolongado 30 años. Clinton remarcó que Washington respalda al Ejército libanés, “la única institución armada" que debe haber en el país. La autoridad de las fuerzas armadas está en entredicho ante el poder paralelo de las milicias de Hezbolá. Pero el problema del `Partido de Dios´ no es sólo militar sino político. Pueden ganar –o avanzar cualitativamente- en las elecciones del 7 de junio. Por eso aunque la Secretaria de Estado ha preferido no dar su apoyo explícito a nadie y ha dicho que "el pueblo libanés es libre de elegir a quien quiere que le represente", la visita al panteón de Hariri y la entrevista con el hijo del asesinado muestran muy claramente por quién apuesta Washington. Los islamistas han denunciado la "flagrante injerencia" de Clinton en los asuntos libaneses, y que tal cosa responde a "una eventual victoria de Hizbulá en las elecciones".

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