¿Cierre de las nucleares? Sí­ y cuánto antes

Lengüetazos de radiactividad

Después de Fukushima, no caben medias tintas. Reclamar el cierre de las nucleares en España pasa a ser una cuestión esencial en cualquier proyecto o programa que ponga por delante la defensa de la salud y la vida por delante de los beneficios.

Dentro del debate “nucleares sí, nucleares no” desde estas áginas hemos defendido que la continuidad de las centrales en pos de la independencia energética tenía que ir ligada a poner su seguridad en manos de asociaciones ciudadanas y quitársela a los Iberdrolas y Endesas. Japón ha ratificado desgarradoramente que esa es la contradicción: la bolsa o la vida. Y en eso no caben medias tintas, la vida y la salud siempre por delante. No es incompetencia… Una tras otra, las noticias que llegan de Japón ponen de manifiesto que el problema no es de competencia de los gestores antes del tsunami ni de los políticos después. Fukushima sigue el mismo esquema de ocultación que cualquier otro accidente dentro y fuera de España. Las críticas de incompetencia que le han llovido al gobierno nipón desenfocan, en muchos casos de forma hipócrita, la realidad del problema. Ante el dilema de “la bolsa o la vida”, la oligarquía japonesa, como la francesa, la norteamericana, la española… y los supuestos organismos internacionales que regulan la energía atómica (dependientes de ellos mismos, de la llamada industria nuclear) ponen “la bolsa” por delante de “la vida” y ocultan el riesgo al que exponen a la población antes y después de los accidentes. Si en un país del segundo mundo en crisis, como Japón, altamente preparado para terremotos y altamente sensibilizado por los efectos de la energía nuclear, tienen al aire los generadores de emergencia que debían estar soterrados según las normas de seguridad. ¿Qué no se estarán ahorrando en Garoña, en Ascó, en Francia o EEUU? Por tierra, mar y aire Después del accidente, el riesgo real para la vida y la salud de la fuga nuclear de Fukushima, convenientemente ocultado, va eclosionando a la luz pública. Finalmente, el gobierno japonés ha reconocido, un mes después y a regañadientes, que el grado de gravedad es el máximo. La gente dentro de un radio de 40 kms se expone a recibir la radiación equivalente al “umbral de evacuación en Chernóbil". Por tierra, a través de los alimentos. Por aire, a través de la dispersión de las partículas por el viento. Por mar, al que ya se han vertido unas 10 mil toneladas de agua radiactiva a lo largo de una semana, algo así como 4 piscinas olímpicas, cuyo efecto sobre el medio ambiente y por tanto sobre la salud es totalmente imprevisible. Eso sí, no hay riesgo inmediato, afirman. Ellos sí saben lo que pasa Quizás ninguno de nosotros sepa en qué consiste la seguridad de las centrales nucleares ni el alcance real de las fugas de las que periódicamente oímos hablar. Pero ellos sí saben. Detrás de la ocultación y la información sesgada por mensajes de calma, funciona siempre la mano de los que sí saben la realidad. Tras las últimas réplicas, mientras el gobierno japonés aseguraba al mundo la estabilidad de los reactores, la Agencia Nuclear de EEUU (NRC) envió al Congresista demócrata Edward J. Markey un correo electrónico en el que mostraba su temor de que el núcleo del reactor dos estuviese fundido y hubiera salido de la vasija. Es más, si Tokio ha elevado a regañadientes de 30 a 40 kms el radio de evacuación, la embajada estadounidense recomienda a sus ciudadanos que se mantengan a 80 kilómetros de la central y les ha suministrado pastillas de yoduro potásico para neutralizar el yodo radiactivo. En torno a la industria nuclear se tejen en España, como en Japón, una madeja de intereses entre las grandes eléctricas y los monopolios tecnológicos que construyen los reactores, por mencionar los principales, que marcan la política nuclear. La rentabilidad de sus centrales es inversamente proporcional a los costes de seguridad. Aquí mandan los mismos; los Endesa, Iberdrola, los General Electric (los reactores de la central de Fukushima son diseño suyo, como los de Garoña, Burgos y Cofrentes, en Valencia), los Westinghouse (Almaraz-1 y 2 en Cáceres y Ascó-1 y 2, Tarragona)… ¿Qué sería de ellos si no tuvieran las riendas de la rentabilidad, esto es de la seguridad, de las centrales? ¿Qué será de la economía sin las nucleares? dirán ahora los mismos que se embolsan sus beneficios Y es que ya lo dijo hace 150 años Marx: la burguesía no ha dejado en pie otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel “pago al contado”.

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