Exigen la liberación de los rehenes y el alto el fuego

Las protestas por la paz en Israel ponen a Netanyahu contra las cuerdas

Son una minoría, pero son heroicos. Miles y miles de activistas contra la guerra en Israel, a menudo de la mani de las familias de las víctimas de los ataques terroristas de Hamás, luchan por el alto el fuego, manifestándose y movilizándose en contra de la opresión policial.

Son -por desgracia- una minoría de la sociedad israelí. Pero una minoría cada vez más numerosa.

Miles y miles de pacifistas e izquierdistas israelíes -tanto judíos como ciudadanos árabes de Israel- vienen manifestándose desde el principio de la guerra para exigir un alto el fuego inmediato, y la renuncia de un gobierno de ultraderecha sionista que ha desencadenado un genocidio sobre Gaza y que arrastra al país por la senda del fanatismo étnico-religioso, del racismo y de la guerra.

A ellos se han unido -por convicción ideológica o por necesidad- gran parte de los miles de familiares de secuestrados por Hamás, que ven con desesperación como la continuación de la carnicería sobre la Franja también supone una sentencia de muerte sobre sus seres queridos.

¡Libérenlos ya!

Al grito de “¡¡Libérenlos ya, ya, ya!!”, una veintena de hombres y mujeres -angustiados y alterados-, familiares de secuestrados por Hamás, irrumpieron por la fuerza, a empujones con el personal de seguridad, en la sesión de un comité del Parlamento de Israel para exigir que cesen las hostilidades en Gaza, condición imprescindible para abrir un proceso de negociación que permita su liberación. Llevan semanas viendo, con frustración y terror, como el gobierno de los halcones de Netanyahu, que se empeña en seguir con la guerra por encima de todo, despreciando y poniendo en peligo la vida de sus hijos, hermanos o padres.

De las 240 personas que fueron secuestradas por los milicianos de Hamás en su ataque a Israel del 7 de octubre, unas 130 personas siguen desaparecidas, presumiblemente en poder de sus captores. Más de un centenar fueron liberados en una tregua con Hamás en noviembre, mientras que 27 se cree que murieron en Gaza.

Muchos de los familiares de las víctimas también acuden, por sus convicciones políticas, a las movilizaciones pacifistas que -fuertemente escoltadas y a menudo hostigadas por la policía- recorren por las noches Tel Aviv y otras ciudades israelíes como Haifa.

Yonatan Zeigen

Es el caso de Yonatan Zeigen, hijo de Hijo de Vivan Silver , de 74 años, asesinada por Hamás en su casa del Kibbutz Be’eri. Su madre era una destacada activista por la paz y la concordia entre israelíes y palestinos. Codirigió una organización llamada Instituto Negev para Estrategias de Paz y Desarrollo Económico, y hasta la segunda Intifada trabajó intensamente en Gaza. «Su camino es el correcto, ya que la guerra y la violencia sólo nos traen destrucción. Durante cada ronda de violencia, mu madre siempre dijo públicamente que nunca viviremos en seguridad si continuamos con la mentalidad de guerra. La seguridad sólo viene con la paz”, dice con templanza su hijo.

También es el del empresario Maoz Inón, hijo de Bilha y Yakovi Inon, de 76 y 78 años, que vivieron y murieron en Moshav Netiv HaAsara, justo al norte de la Franja. «Un terrorista que aterrizó a 50 metros de la casa de mis padres intentó y no logró entrar en la casa de los vecinos, [luego] vio la casa de mis padres al costado. Le disparó un cohete, impacto directo, y eso fue todo», cuenta el propietario del Hotel Abraham en Tel Aviv.

Maoz Inón,

«Lloré por mis padres y por todos los amigos y familiares, pero también por todos aquellos que aún morirán en la guerra. Lloro por los soldados que morirán en una invasión [terrestre], lloro por los palestinos. Lloro por el tiempo perdido», dice con la voz cortada por la emoción. «Y por eso, mi primer mensaje es que hay que detener la guerra: un alto el fuego inmediato. Si esto no sucede, la catástrofe será muchas veces mayor»

“Mi segundo mensaje es devolver inmediatamente a los rehenes a sus familias. El gobierno que los abandonó, que no vino a rescatarlos de las habitaciones seguras durante 30 horas, que no prestó atención a todas las advertencias, necesita traerlos a casa. No importa cuántos prisioneros liberemos, no importa si tienen las manos manchadas de sangre, tenemos que traer a todos a casa.

“Israelíes y palestinos tienen que vivir juntos, en paz, igualdad y asociación. Tenemos que creer en esto, saber que es posible y trabajar para lograrlo”, dice Maoz Inón, hijo de asesinados por Hamás.

“Mi tercer mensaje es que tenemos que sacar a Netanyahu de la oficina del primer ministro. Si no dimite, tendremos que poner fin a su gobierno; de lo contrario, nuestra existencia física aquí corre grave peligro.

“El cuarto mensaje, el más difícil, es seguir difundiendo esperanza. Espero que las cosas aquí puedan mejorar, espero que israelíes y palestinos puedan vivir juntos, bajo valores de paz, igualdad y asociación. Tenemos que creer en esto, saber que es posible y trabajar para lograrlo. Cómo lo haremos, no lo sé, pero sé que es posible», dice con la mirada brillante.

*Extracto de entrevistas de Oren Ziv y Yotam Ronen para www.972mag.com

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«Alto el fuego» y «No al genocidio»… ante la casa de Netanyahu

Activistas israelíes protestan contra la guerra de Israel en Gaza en las afueras de Kirya, Tel Aviv (Oren Ziv)

Suelen ser unas pocos cientos de personas, a veces miles, pero su valor brilla como un faro en la oscuridad. Son militantes izquierdistas o veteranos pacifistas, de todas las edades, desde jóvenes veinteañeros a otros que peinan canas. Tienen la valentía de concentrarse frente al domicilio del primer ministro Netanyahu o de miembros de su gobierno, o frente al Ministerio de Defensa y el cuartel general del ejército de Israel.

Frente a ellos, una policía -dirigida por el Ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, el miembro más ultraderechista de un gobierno más allá de la ultraderecha- que permanentemente los hostiga, los provoca, los agrede o los detiene, algo que puede tener graves consecuencias si tienen sangre árabe. A veces son los grupos de ultraderecha, que actúan con impunidad delante de los agentes.

A pesar de la represión, ellos siguen. Con carteles que combinan consignas por la liberación de los rehenes y otras que rezan «Stop the Genocide».

Activistas en Jerusalén han realizado varias pequeñas manifestaciones contra la guerra en las últimas semanas, incluidas algunas frente al consulado de Estados Unidos. Una de ellas, una vigilia por los muertos en Gaza que tuvo lugar a principios de enero, fue dispersada por la fuerza por la policía, arrestando a dos manifestantes y confiscando fotografías de los muertos en Gaza. Otra vigilia de protesta en Jerusalén fue atacada por la policía, que confiscó carteles y empujó a los manifestantes.

Y sin embargo, a pesar de la represión, ellos siguen. Con carteles gigantes con la cifra 26.000 (las muertes en Gaza) o «tenemos sangre en nuestras manos»; o combinando consignas por la liberación de los rehenes y otras que rezan «Stop the Genocide».

Hagamos que su valor y su talla moral tenga un altavoz.

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