SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Las mentiras de la marca España

Desde la investidura de Rajoy, todos los indicadores económicos, financieros y sociales han acelerado su deterioro. Ello es una consecuencia lógica de la mediocridad de nuestra clase política, que en el caso del actual partido gobernante se plasmaba en un programa electoral vacuo, vacío, lleno de verborrea, donde no se decía absolutamente nada, tan solo referencias a cosas tan abstractas como la confianza. Lo que está pasando, por lo tanto, era fácilmente predecible, no tenía ningún mérito para todo aquel que tuviera unos conocimientos mínimos de teoría política.

El deterioro de España es brutal, despiadado, basta con echar una mirada a las portadas, reportajes y análisis de los medios de comunicación foráneos más rigurosos. En todos ellos se refleja el empobrecimiento económico, social, y político de nuestro país.

Lo peor ya no es ni siquiera el aumento de la pobreza, que vuelve a instalarse con toda su intensidad en nuestro país. Hay algo todavía más dramático, la mentira y la felonía de la mayoría de nuestra clase política. Desde hace muchos años están acostumbrados a engañar, sin que esas mentiras tengan consecuencias. No son responsables de sus actos. Y así nos va.

La nueva mentira: la marca España

Ante ello no se le ocurre otra cosa a nuestro gobierno que tratar de vender la marca España, rodeándose de la misma élite económica y financiera que nos ha llevado al actual deterioro. Se nos vuelve a vender a los españoles, por enésima vez, humo. “España es una economía sólida y solvente”, suele afirmar sin pestañear el gobierno de turno y las mismas élites que nos han empobrecido. No tiene ni idea de lo que dicen, porque los números no mienten.

Pero fuera ya no cuela. La fotogalería elegida por el New York Times para recoger la realidad de nuestro país es hermosísima y terrible. Bajo el título “En España, Austeridad y Hambre” muestra las realidades ahora cotidianas en nuestro país: desahucios, solares urbanizados pero sin construir, protestas sociales, cierre de empresas.

Las medidas económicas adoptadas por el actual gobierno, igual que el anterior, además de ser ineficientes desde un punto de vista económico, reavivan una brutal lucha de clases en nuestro país. De un lado, los protegidos, que no son otros que los acreedores que tomaron riesgos excesivos, la elite bancaria insolvente, y la clase empresarial que siempre ha jugado con las cartas marcadas. De otro, los perdedores, la ciudadanía en su conjunto, representada por los trabajadores, los emprendedores y los empresarios industriales.

Los datos reales

Es curioso como desde ciertas esferas de poder se presenta la crisis actual como una consecuencia del endeudamiento del sector público. Además de un profundo desconocimiento de los datos reales, no comprenden que la relación causa-efecto es del sector privado al sector público, donde la quiebra del primero ha visto hundido los ingresos impositivos del segundo. Quien no entienda esto, no comprende nada de la actual crisis sistémica.

Han sido fundamentalmente las elites económicas y financieras, representadas por las sociedades no financieras y las instituciones bancarias, quienes, guiadas por su avaricia, se apalancaron sin ningún control del riesgo, o bien alrededor de un colateral cuyo precio acabó colapsando, o sobre un negocio cuyos retornos son y serán muy inferiores a los que se suponían por el precio pagado.

La deuda total de la economía española, la suma de valores distintos de acciones y el saldo vivo de préstamos, ascendía a finales del primer trimestre de 2012 a 4,3 billones €, o lo que es lo mismo, un 405% de nuestro PIB. Mientras que la deuda de las familias representaba a cierre de ese año el 81% del PIB, los empréstitos de las sociedades no financieras y de las entidades financieras alcanzaban, respectivamente, el 134%, y el 110% del PIB. ¡La deuda de las administraciones públicas sólo representaba el 80% del PIB! El resto, sobre un 325% del PIB, es deuda privada. Obvia decir que los activos alrededor de los cuales gira esa deuda valen cada día menos. Eso es una recesión de balances

Como consecuencia, las empresas no financieras dejan de invertir, destruyen capital instalado, y despiden a trabajadores. Las entidades financieras, insolventes, cortan el grifo del crédito, en un contexto de incremento de la mora, y tratan de recapitalizarse a costa de los contribuyentes.

No hay dinero en las arcas públicas

Ahora desde el gobierno se nos dice que no hay dinero en las arcas, obvio viendo el destrozo de sus políticas económicas sobre el consumo, los beneficios empresariales, la riqueza. Pero hay mucho más. Durante el período 2003-2008 se aprobaron reformas sobre impuestos directos que conllevaron una pérdida potencial de recaudación por valor de 18.000 millones de euros, alrededor del 1,6% del PIB. A su vez, esas mismas empresas a las que se pide que vendan la marca España, la mayoría endeudadas hasta las trancas, consiguieron, a través de sus lobbies, deducciones y exenciones fiscales que han supuesto una pérdida de recaudación que oscila entre los 40.000 y 70.000 millones de euros anuales.

Las normas tributarias españolas han sido muy indulgentes con los grandes grupos empresariales. Las sociedades sólo están pagando entre el 9% y el 11% de sus beneficios contables, muy lejos de los tipos oficiales vigentes en España, el 30% para las grandes compañías y en el 25% para las pymes.

Se necesitan políticas y acciones encaminadas a cambiar la inercia en la que estamos inmersos. En este sentido, el ingrediente más importante para una recuperación económica sostenida es la reforma de los abusos que permitieron una burbuja espectacular, una mala asignación del capital productivo y los efectos negativos de los monopolios, monopsonios y los fraudes financieros en la economía real, muy presentes en nuestro país.

Salvo excepciones, Inditex y alguna más, la mayoría de las compañías del IBEX 35 son bancos, inmobiliarias, y antiguos monopolios naturales, todas ellas empresas endeudadas hasta las cejas, que apenas pagan impuestos en nuestro país, y cuya generación de valor añadido y empleo es irrisorio. Además actúan como auténticos monopsonios. Sí, al final, como siempre ocurre en nuestra querida España, somos los ciudadanos, los emprendedores, y los empresarios industriales quienes acabamos pagando sus desmanes y sacando a flote la marca España.

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