SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Las mentiras de la austeridad

La crisis se agrava pero, paradójicamente, las políticas reproducen las viejas ideas e intereses que provocaron los problemas actuales. La “austeridad presupuestaria” es la espina dorsal de las estrategias económicas de los gobiernos, como si ahí residiera la causa principal de la crisis y la restricción más importante para superarla. Se presenta como inexorable y con el aval de la racionalidad económica, pero tras ella encontramos equívocos, contradicciones y fuertes intereses.

¿Quién puede oponerse a la “austeridad” y a un uso razonable de los recursos, a mejorar la gestión de lo que es de todos y para todos —lo público—? Ser austeros, evitar el despilfarro, debería formar parte de nuestro código moral más íntimo. Pero el lenguaje no es inocuo y se maneja con evidente intencionalidad: nos traslada que la crisis económica es el resultado del despilfarro público.

Nada más lejos de la verdad. Las finanzas públicas se encontraban en una situación saneada antes de que irrumpiera la crisis económica. Y no tenemos en España un Estado del Bienestar inasumible que haya que “racionalizar” (el peso del gasto social en el PIB es inferior al europeo). En cambio, las sucesivas rebajas fiscales, de las que no todos se beneficiaron por igual, nos privaron de importantes ingresos tributarios.

Los problemas del despilfarro cobran todo su sentido cuando se refieren a la esfera financiera más especulativa. ¿Por qué no se aplicaron políticas prudentes (austeras) ya antes de la crisis, cuando lo aconsejaban el endeudamiento privado y la especulación financiera?

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