Un mapa para que el procés no nos desoriente

Las élites independentistas, su poder local y sus relaciones internacionales

¿Quién manda en el procés? ¿Qué proyectos tienen esas élites independentistas?

Al valorar la evolución del procés en Cataluña suele dirigirse la mirada exclusivamente hacia el desarrollo del juicio a los dirigentes independentistas encarcelados, a la disputa por la hegemonía en el seno del soberanismo entre ERC y los círculos cercanos a Puigdemont, a si hay que volver a enarbolar el 155 o “el problema catalán” solo podrá resolverse “con diálogo”…

Corremos el riesgo de atender a muchas cuestiones, pero desorientarnos en lo principal.

¿Quién manda en el procés? ¿Qué proyectos tienen esas élites independentistas? ¿De qué resortes económicos, políticos y sociales disponen? ¿Qué relaciones mantienen con los grandes centros de poder mundiales?

Si no se tienen en cuenta estos factores, inevitablemente caeremos en sus trampas. Este es un mapa de conjunto del procés, una guía desde donde poder valorar cada acontecimiento sin “perder el norte”.

  1. El procés no tiene su origen en «el descontento de muchos catalanes», es un proyecto diseñado y ejecutado por una élite para incrementar su poder

A derecha o a izquierda, entre círculos independentistas o en sectores contrarios a la ruptura, se sitúa el origen del procés en la reacción ante la sentencia del Constitucional que recortaba el nuevo estatut, o en el intento del govern entonces presidido por Mas de desactivar las movilizaciones contra los salvajes recortes que ejecutaba.

Se recuerda que Puigdemont desistió de convocar elecciones, y emprendió el camino de la DUI, cuando en la calle y en las redes se le acusaba de traidor. Para presentarnos a unas élites que avanzaron por el camino del procés forzadas por las circunstancias, de forma oportunista y sin una idea clara de los pasos a seguir.

No es verdad. Sabían muy bien lo que hacían, y por qué ese era el momento adecuado. En 2012, cuando el procés se pone en marcha, España está siendo zarandeada y degradada internacionalmente para imponerle un salvaje programa de recortes. Es entonces cuando las élites independentistas valoran que “se ha abierto una ventana de oportunidades”. En palabras de Artur Mas, “debemos aprovechar la debilidad de España”.

Frente a la idea de un procés atolondrado, que da lugar de forma inesperada primero al 1-O y luego a la DUI, multitud de documentos hechos públicos demuestran que las élites independentistas tenían una “hoja de ruta” clara, un plan preparado con meses de antelación, que se fue ejecutando según lo previsto.

2.- Los Pujol, Mas, Junqueras o Puigdemont representan a una nueva élite de poder, a una nueva clase burocrática, que gracias al control de la Generalitat dispone de un enorme poder económico, político y social. Sus intereses son los que impulsan el procés.

Y pudieron hacerlo porque los Mas, Junqueras o Puigdemont no son solo ni principalmente “políticos independentistas”. Han conformado una nueva clase, organizada, con bases materiales de poder, con proyectos e intereses propios, gestada al calor del control desde 1980 del entramado autonómico.

Ejercen el control sobre una comunidad, Cataluña, cuyo PIB, de 223.139 millones, es superior al de muchos países de la UE. Y administran en función de sus intereses un presupuesto autonómico de 35.000 millones, el doble de todo el dinero destinado a pagar subsidios a los más de 3 millones de parados.

Pueden controlar a un cuerpo de 278.000 funcionarios o emplear un entramado de más 200 empresas públicas. Y han levantado un enorme aparato de propaganda, con TV3 como punta de lanza.

Lo que han creado -y eso no tiene nada que ver con las aspiraciones republicanas, legítimas, de una parte de la sociedad catalana- es un auténtico régimen clientelar, que actúa como un pulpo capaz de extender los tentáculos de su poder al ámbito económico, político, cultural, mediático…

Estas élites, y no un movimiento de masas “espontáneo”, son las que deciden impulsar el procés. Con un único objetivo: que la independencia aumente su poder para dominar y expoliar Cataluña.

3.- Los intereses de las élites del procés son antagónicos con los de la mayoría de catalanes, viven de dominar y expoliar a Cataluña y a los catalanes.

Laura Borrás, ex consellera de Cultura y candidata de Junts per Catalunya, el nuevo invento de Puigdemont, a las generales, ha insistido durante la campaña en hablar de “una única nación catalana”. Ese pensamiento joseantoniano, que sustituye el “españoles todos” por un “todos somos catalanes”, oculta y subvierte la realidad.

Porque en Cataluña existen dos naciones, expresadas en el dato de que en los barrios más pobres de Barcelona la esperanza de vida es once años menor que en los más acaudalados. 

Sabemos a cual de estas dos “naciones catalanas” representan Borrás y Puigdemont.

Los intereses de esta clase, formada por las élites independentistas, son antagónicos, no solo con los de España y su unidad, sino en primer lugar con los de la mayoría de catalanes. 

Los Mas y Puigdemont han ejecutado los mayores recortes sociales, demostrando en los hechos ser más ultraliberales que el gobierno madrileño de Esperanza Aguirre. Y aquí hay que incluir a la dirección de ERC, a los Junqueras y Rufián, que se presentan bajo banderas de un “independentismo de izquierdas”, pero han seguido ejecutando los recortes desde la vicepresidencia económica de la Generalitat.

4.- El procés es un proyecto antidemocrático, que busca imponer la independencia a una mayoría de catalanes que la rechaza.

Las élites independentistas se llenan la boca del “derecho a decidir”, pero en los hechos practican la imposición antidemocrática.

Cuando el pueblo catalán ha podido expresarse democráticamente quienes han apoyado a opciones independentistas jamás han superado el 38% del censo. Una mayoría, dos tercios, de los catalanes jamás han apoyado la independencia, pero Puigdemont o Junqueras se permiten hablar en su nombre para imponer la ruptura. 

Esta es una “estafa antidemocrática”, como lo fue el referéndum del 1-O. Se admite que en él votaron más de dos millones de catalanes, ¿pero quien lo acredita? El 1-O no existió poder electoral independiente, no se fiscalizó ni las condiciones del voto ni el recuento por parte de una autoridad donde estuvieran representadas todas las opciones. Careció de las más elementales condiciones democráticas, pero Puigdemont afirma que del 1-O “emana un mandato” que hay que imponer a todos los catalanes.

El extremo de este pensamiento excluyente es cuando se niega la condición de catalanes a quienes no están dispuestos a admitir la independencia. O se ampara desde la Generalitat que se amedrente y silencie al disidente, a quienes se sienten tan catalanes como españoles.

5.- La “Internacionalización” del procés es en realidad la entrega de Cataluña al mejor postor por parte de las élites independentistas, llamando a la intervención de una gran potencia para desgajarse de España.

En un discurso oficial con motivo del día de Sant Jordi, Quim Torra apeló a la “mediación internacional”, a la intervención de centros de poder globales, para “resolver el problema catalán frente a la represión española”.

Aquí llegamos a la esencia del proyecto de las élites independentistas. Saben que nunca van a a ganarse el apoyo de la mayoría de la sociedad catalana, y que jamás dispondrán por si mismos de la suficiente fuerza para fracturar a una España que es la cuarta economía de la zona euro. Su única posibilidad de éxito es que grandes potencias los amparen. Y para ello están dispuestos a cualquier cosa, ofreciendo Cataluña al mejor postor. A esto se reduce la tan cacareada “internacionalización del procés”.

6.- Las relaciones internacionales de las élites del procés se dirigen siempre a los centros más reaccionarios, desde los sectores más agresivos de EEUU a los movimientos xenófobos en Europa.

Entre los “amigos europeos” de Puigdemont encontramos una selección de los movimientos xenófobos que amenazan la estabilidad del viejo continente. Desde los partidos ultras belgas, como el Vlaams Belang o el N-VA, que atacan a los inmigrantes y homenajean a los colaboracionistas nazis, a la ultrarreaccionaria Liga italiana de Salvini.

Pero hay fuerzas más poderosas que protegen a Puigdemont, y le permiten por ejemplo circular libremente por Europa para atacar a España. Sería impensable que eso lo pudiera hacer un independentista corso perseguido por la justicia gala y que amenazara la unidad francesa.

Los círculos que prestan apoyo a Puigdemont cruzan el Atlántico. El lobby norteamericano de apoyo al procés está encabezado por algunas de las figuras más reaccionarias y agresivas de la administración Trump, como el congresista Mario Díaz-Balart -defensor de una intervención militar en Venezuela-, o el ex presidente del influyente subcomité  para Europa, Eurasia y Amenazas Emergentes del Congreso de los Estados Unidos, Danna Rohrabacher, especialista en respaldar movimientos independentistas -desde Kosovo a Irán- para utilizarlos al servicio de los intereses de la superpotencia.

7.- Mantener “el problema catalán” como una “herida abierta” es un ariete utilizado por los grandes centros de poder mundiales para aumentar su dominio, sobre Cataluña y sobre el conjunto de España.

Ni EEUU ni las potencias europeas están ahora interesados en que una independencia de Cataluña fragmente una España que es un peón fiable y clave para la estabilidad de la UE o el despliegue militar norteamericano en el mundo. Pero sí están interesados en que Cataluña sea una “herida abierta” imposible de cerrar, en la que se puede hurgar para debilitar a España e imponerle condiciones más draconianas. Contando para ello con la colaboración de los Puigdemont de turno.

Este es el mapa que nos permite aclararnos, saber qué está en juego en el procés, qué fuerzas lo dirigen y cuales son sus proyectos. Sin perdernos en vericuetos que acaban ocultando los principales peligros.

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