La batalla política que se desenvuelve actualmente en nuestro país, batalla cuyo triple objetivo es una rebaja del salario y las rentas del 90% de la población, un nuevo salto en la concentración monopolista de la riqueza y un aumento de la dependencia de nuestro país hacia los grandes centros de poder mundial, está entrando en una fase decisiva. En ella nos jugamos el crear unas condiciones favorables para que las clases populares podamos enfrentar y hacer retroceder los planes de nuestros enemigos.
¿Salvar al euro, agar por los excesos? El plan de ajuste aprobado la semana pasada por el Congreso, las nuevas medidas que se anuncian y las exigencias puestas sobre la mesa por el Fondo Monetario Internacional confirman, por si quedaba alguna duda, que nos encontramos ante un ataque masivo, que proviene del exterior y que está dirigido contra los intereses fundamentales del 90% de la población. Obama llama a Zapatero para dictarle drásticas medidas de reducción del déficit. Merkel presiona a Rajoy para que vote a favor de los recortes y exige meter el recorte de las pensiones en la agenda. El FMI reclama una reforma laboral inmediata y la privatización de las Cajas de Ahorro para que puedan ser compradas por la banca extranjera. Incluso en el parlamento se habla del protectorado o la tutela que las grandes potencias europeas y mundiales, encabezadas por Washington y Berlín, han impuesto a la economía española. Pocas veces en nuestra historia se ha podido constatar una intervención y una injerencia exterior tan descarada sobre nuestro país. Nadie debe creerles cuando dicen que buscan salvar al euro, lo que quieren es quedarse con todo. ¿Por que Alemania y Francia, con una deuda pública superior a la de España, no se aplican a sí mismas las durísimas recetas que nos exigen a nosotros? Dicen que los recortes y el brutal ajuste son inevitables porque los españoles tenemos que pagar ahora los excesos cometidos durante la época de bonanza queriendo “vivir por encima de nuestras posibilidades”. Pero, ¿de quién son los excesos? ¿Quién ha vivido aquí “por encima de sus posibilidades”? La inmensa mayoría de la sociedad española hemos vivido estos años de nuestro trabajo, de nuestros salarios y nuestras escasas rentas. Y si una parte de ella se ha visto obligada a endeudarse para acceder a una vivienda es por el doble efecto de una burbuja inmobiliaria que subía cada año un 15% el precio de la vivienda y una reducción constante del peso de los salarios en la distribución de la riqueza nacional. Burbuja y reducción salarial alimentada por la política del gobierno Zapatero para que Botín y un puñado de banqueros y monopolistas pudieran expandir sus negocios por el mundo, multiplicar sus beneficios y codearse con lo más granado de las oligarquías financieras europeas. Aunque para ello tuvieran que endeudar al país hasta límites insostenibles. Endeudamiento del que han sacado la gran tajada, que ahora quieren ampliar valiéndose de su posición de fuerza como acreedores, los bancos alemanes y franceses. ¡Ellos, Botín y los suyos, son los que han querido vivir por encima de sus posibilidades! Y ahora que la crisis mundial pone en aprietos su cuenta de resultados, pretenden que seamos nosotros los que paguemos la factura de sus deudas. Un ataque masivo contra el 90% Tanto la batería de recortes y medidas ya aprobados como las que se avecinan dibujan, en su conjunto, un ataque masivo contra el 90% de la población. Han empezado por los funcionarios y los pensionistas, pero que nadie crea que van a pararse ahí. Rebaja salarial directa, reforma del mercado laboral, alargamiento de la edad de jubilación, de los años de cálculo para su cuantía, limitación de las pensiones de viudedad, orfandad y discapacidad, copago sanitario, nuevos recortes en sanidad, educación o infraestructuras, nuevas subidas generalizadas de impuestos y servicios básicos o privatización de las cajas de ahorro para permitir la entrada en ellas del capital extranjero,… Todas ellas muestran con claridad que no estamos ante algo coyuntural, medidas que se toman ahora y que se levantarán después, sino ante un recorte estructural y de largo alcance. Recortes que se dirigen no sólo contra el pueblo trabajador, sino también contra extensos sectores de la pequeña, la mediana e incluso de la alta burguesía nacional. Pues al reducir el poder adquisitivo de la mayoría, hundir la demanda, estancar el crecimiento, poner la mitad del sistema financiero, y por tanto del crédito, en manos de intereses ajenos al tejido productivo nacional o liberalizar los mercados se están abriendo las puertas a un nuevo salto en el proceso de concentración monopolista, eliminando y expulsando del mercado a decenas de miles de pequeñas, medianas y grandes empresas. ¿Todo está bajo control? Aunque sus medidas se dirigen, en un ejercicio de audacia inverosímil, contra los intereses del 90% de la población y del país, las grandes potencias y la oligarquía española confían en que lo tienen todo bajo control y que nada sustancial va a escaparse de sus manos. Para ello cuentan con un arco político parlamentario que al 90% ha acatado sumisamente sus exigencias y se dispone, con mayor o menor radicalidad aparente, a ejecutarlas. Así como con unas cúpulas sindicales que en los últimos seis años han actuado como auténticos “apagafuegos” de cualquier conato de lucha y oposición popular, cómodamente instaladas en la cultura de la subvención estatal y, por eso mismo, vistas cada vez con más recelo y desconfianza por la mayoría de los trabajadores. Su táctica política aparece dibujada cada vez con mayor claridad. Buscan “quemar” al gobierno Zapatero –un cadáver político, tras la llamada de Obama– haciéndole cargar con el coste de las principales medidas duras (reforma laboral, privatización de las cajas, de la sanidad, nuevos recortes e impuestos,…), que tendrá que tomar rápidamente en los próximos meses, acabando de liquidar su ya desolada credibilidad y liderazgo. Dejando así preparado el camino para que quien le suceda tenga únicamente que gestionar las medidas y leyes aprobadas, e incluso pueda presentarse, por comparación, como una especie de ‘alma caritativa’, como ya ha hecho Rajoy levantando la bandera de la defensa de los pensionistas. Juegan también con que los grandes medios de comunicación en sus manos van a seguir instalando en la conciencia de la opinión pública la resignación y el conformismo, extendiendo el clima de opinión de que la degradación de nuestras condiciones de vida es algo necesario, objetivo e inevitable porque “todos estamos en crisis”. O incluso empujando a amplios sectores sociales a asumir la responsabilidad y sentirse culpables de la crisis –ofreciéndose de esta forma mansamente al sacrificio que se les exige– por “haber vivido por encima de nuestras posibilidades”. Este clima político que aparece en la superficie plagado de dificultades es el que lleva a muchos luchadores obreros y populares a una situación de desánimo, duda y paralización. Haciéndoles creer que dar hoy respuesta y levantar una alternativa a un ataque de esta envergadura es lo mismo que buscar una aguja en un pajar. Cuando la realidad es muy distinta. Y todo el problema reside en si nosotros nos atrevemos a encender una o muchas cerillas y lanzarlas al pajar, en lugar de dedicarnos a buscar la aguja en él. Atreverse es la clave del momento El desenlace de esta batalla no es algo que esté determinado de antemano ni fuera de nuestro alcance. Eso es lo que quieren que creamos, obligándonos a mirar sólo las condiciones políticamente adversas en que tenemos que darla. Porque lo cierto es que, pese a estas dificultades, nuestra fuerza principal y su mayor debilidad es que las medidas que están planteando atacan objetivamente los intereses del 90% de la población. Ese es su gran error estratégico y la mejor de las bazas que disponemos para la batalla. Ellos se dirigen, de forma abierta y veloz, a atacar los intereses de la mayoría. Nosotros, por nuestra parte, tenemos que pasar a dirigirnos y apoyarnos en esa mayoría cuyos intereses materiales están ya siendo atacados o van a serlo en lo inmediato. En las actuales condiciones, atreverse o no a movilizar audazmente a la mayoría de la población es la clave de poder empezar a articular una respuesta y, en ese camino, desarrollar una alternativa a sus proyectos. No estamos hablando de una amplia movilización general, no estamos en esa etapa todavía, sino de iniciativas locales, parciales, de carácter muy popular y a las que se pueda sumar cualquier persona del pueblo independientemente de su afiliación política o sus simpatías ideológicas. Iniciativas que, al ser capaces de conectar con el sentimiento latente de indignación, permitan ver de forma práctica que sí es posible otro camino, que no estamos condenados por ninguna maldición bíblica a un empobrecimiento y un retroceso generalizado en nuestras condiciones de vida. Lo que esta primera fase de la batalla exige a los hombres y mujeres más conscientes y combativos de nuestro pueblo es llevar adelante una línea y una dirección acertada: poniendo en primer lugar el “atreverse”; movilizando audazmente a la gente del entorno más cercano, en los centros de trabajo y estudio, en barrios y pueblos, en sindicatos y organizaciones sociales; transformando una situación de debilidad e invisibilidad en otra de fortaleza y audacia; estimulando que se incorporen a la lucha todos aquellos que están hoy presos de la resignación, la apatía o la culpabilidad. A medida que ellos intensifican sus ataques, ha llegado para nosotros la hora de empezar a organizar la respuesta. Haciendo que prendan diez, cien, mil cerillas de iniciativas y repuestas populares. Veremos entonces que ocurre con el pajar.