La batalla de Caja Madrid

Las burguesí­as burocráticas hacen caja

La batalla por el control de Caja Madrid -la cuarta entidad financiera del paí­s por volumen de depósitos, sólo por detrás de los megabancos Santander y BBVA y de La Caixa- se ha convertido estos dí­as en un verdadero espejo (deformante, grotesco, pero espejo) de las contradicciones reales que operan ahora mismo en España, y de los vicios y perversiones a que ha llevado la «elefantiasis» del modelo autonómico, tras la constitución y cristalización en cada una de las 17 autonomí­as (independientemente de su color polí­tico) de unos embriones de poder (verdaderos «mini-Estados» o, por recurrir a nuestra historia, auténticas «taifas») regidas por unas burguesí­as burocráticas locales, imbuidas de un particularismo local que a veces es difí­cil diferenciar del egoí­smo de los nacionalismos, y de una voracidad y un afán de control y saqueo sobre todos los recursos, que ya sólo cabe calificar como un auténtico «pillaje».

Si al frente de Caixa Catalunya está el ex ministro socialista y dirigente del PSC Narcís Serra, al frente de Bancaja el ex residente de la Generalitat y militante del PP José Luis Olivas y en la difunta CCM (Caja de Castilla La Mancha) mangoneaba a su antojo el socialista Hernández Moltó (cada uno de ellos vinculado orgánica y jerárquicamente al gobierno de la Comunidad autónoma en la que operan), ¿por qué Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, no iba a plantearse poner al frente de Caja Madrid, no ya a un hombre de su confianza, como se dice eufemísticamente ahora, sino a uno de sus más fieles y leales subordinados? ¿En nombre de qué iba a renunciar a controlar directamente los ingentes recursos de Caja Madrid y a ponerlos al servicio de su política, de sus proyectos, de sus ambiciones, de sus caprichos y de sus corruptelas, como hacen todos los demás? ¿En nombre de qué: de los intereses generales, de la ética, de la economía…?Así que, con esa lógica, ni corta ni perezosa, Esperanza Aguirre lleva ya más de dos años desarrollando una lucha sorda pero persistente para hacerse con el control absoluto de la Caja madrileña, para lo cual ha modificado una, dos y hasta tres veces la ley de cajas (el control del poder autonómico se lo permite), ha maniobrado para crearse una correlación de fuerzas favorable, ha arrinconado a su principal rival (el alcalde Gallardón), se ha buscado aliados internos suficientes (las prebendas que puede repartir una entidad del tamaño de Caja Madrid dan para comprar muchas voluntades), y una vez cocinado todo el guiso, ha soltado encima de la mesa la verdadera "bomba": su candidato a presidir la Caja es… su propio vicepresidente y mano derecha, Ignacio González, un hombre que carece de toda experiencia en el sector financiero (¿en qué país del mundo se pondría en plena crisis a un neófito al frente de un banco, es más, del cuarto banco del país?, ¿pero qué importa aquí eso, acaso la tenían Narcís Serra, Olivas o Hernández Moltó?), y cuyo curriculum más destacado es el de ser un verdadero "perro de presa" de Aguirre en la Comunidad de Madrid.Esperanza Aguirre, en definitiva, no ha hecho más que lo que socialistas y populares, peneuvistas y convergentes, regionalistas o insulares, vienen haciendo con absoluto descaro en los últimos 30 años: intentar convertir la caja de ahorros regional (es decir, los ahorros y los recursos financieros depositados en ellas por particulares y empresas) en el pilar financiero sobre el que asentar y cimentar el poder de la burguesía burocrática regional que encarnan –al margen de cualquier interés general, nacional o popular–, respaldar a los grupos económicos afines y los proyectos más lucrativos para ellos, repartir prebendas, nombrar cargos, otorgar premios, etc., con el fin de controlar enteramente la vida económica, política, académica, judicial, cultural, artística y hasta el ocio y las fiestas de su comunidad. En definitiva, adquirir un control total. Y, por supuesto, sacar buena tajada de todo ello. La ciénaga de corrupción que se está destapando estos días por toda España tiene mucho que ver con la configuración y el grado de poder alcanzado por esas burguesías burocráticas regionales.Hasta dónde ha llegado la podredumbre de esta situación lo da, asimismo, no ya el hecho de que Aguirre pretenda lo que pretende, sino el hecho de que el PSM y su líder, Tomás Gómez, e incluso los sindicatos UGT y CCOO de Madrid, hayan cerrado el acuerdo con Aguirre para perpetrar conjuntamente el asalto a la caja, tras garantizarse, eso sí, un adecuado "reparto del pastel". A esa hora poco ha importado que, no hace ni un mes, el líder socialista madrileño sostuviera en la cámara regional que "Esperanza Aguirre era una persona inválida para la democracia" y que los sindicatos tengan a la presidenta por una líder de la "derecha extrema". ¡La corruptela no alcanza sólo a la casta gobernante, sino a toda la clase política y sindical… integrada, de una u otra forma, en la burguesía burocrática regional y, por tanto, con derecho "a pillar"!Pero este vasto consenso interno, que en "condiciones normales" hubiera sido suficiente para imponerse, sin embargo no ha podido evitar que la "sucesión" de Caja Madrid se haya transformado en una batalla descomunal, que ha acabado movilizando e involucrando a prácticamente todos los resortes de poder del país. Y es que Caja Madrid no es como Bancaja, ni como Caixa Catalunya, es decir, no es una mera entidad regional, sino la cuarta entidad financiera del país, con intereses y negocios en toda España, y con un potencial económico que le permite intervenir en grandes operaciones nacionales; es decir, se trata de un "problema" que involucra a los más altos intereses económicos, financieros, políticos, empresariales… y mediáticos. De ahí el tamaño y la importancia de los jugadores que han saltado al tablero: no sólo el alcalde Madrid, sino la propia dirección nacional del PP (respaldando a otro candidato: Rodrigo Rato), el propio Gobierno Zapatero (que, increíblemente, también tiene "su candidato del PP": Luis de Guindos), el Banco de España (que puede acabar interviniendo en la situación, si no hay un acuerdo próximo) y, en la sombra, las otras grandes entidades financiertas (La Caixa, con toda discreción, apunta a favor de Rato, actual consejero de su holding, "Criteria"); y, de forma más vocinglera. y agitando el patio, los dos grandes grupos mediaticos y sus cabeceras de prensa, "El País" y "El Mundo", jaleando a los rivales antagónicos y colaborando a que la batalla concreta acabe convirtiéndose en un capítulo más, y lo más "sangriento" posible, de la lucha por el poder en el PP.De modo que a, estas alturas, y cuando el desenlace aún no se ha producido, la batalla ha adquirido ya unas dimensiones que van un poco más lejos de la simple ambición de una casta regional por hacerse con el control de "su" caja: cada vez resulta más obvio que quien controle Caja Madrid tendrá en sus manos una de las principales llaves maestras del nuevo reparto del poder económico que va a producirse en España con y tras la crisis. De ahí lo encarnizado de la lucha.

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