La oposición continúa denunciando los resultados

La victoria contundente de Ahmadinejad

El presidente iraní­ Mahmud Ahmadinejad arrasó en las urnas y continuará dirigiendo el paí­s durante otros cuatro años. Los resultados difundidos ayer por la Justicia Electoral fueron contundentes, pero no lograron convencer ni contener a los miles de simpatizantes del candidato opositor, Mir Hussein Mussavi, que salieron a protestar a las calles de Teherán. La imagen no tení­a precedentes en los 30 años de historia de la Revolución Islámica. Al mismo tiempo que el lí­der máximo e incuestionable del régimen, el ayatolá Ali Jamenei, le pedí­a calma a la nación y ratificaba el triunfo de Ahmadinejad, miles de jóvenes y mujeres de clase media se enfrentaban con piedras a la policí­a frente al Ministerio del Interior. El grito era unánime: «Ese no es mi voto».

Aenas cerraron los centros de votación, el principal candidato de la oposición, el ex primer ministro reformista Mussavi, habí­a convocado una conferencia de prensa para anunciar su abrumadora e innegable victoria en las elecciones presidenciales. Sus fiscales habí­an advertido importantes irregularidades, pero los pronósticos eran favorables, adelantó. Según sus cifras, habí­an ganado con más del 65 por ciento de los votos. La Justicia Electoral comenzaba a anunciar números muy diferentes, pero los iraní­es se fueron a dormir a la espera de los resultados finales. Después de la oración matinal, el anuncio finalmente llegó. Ahmadinejad, el presidente de 52 años que en 2005 habí­a arrasado en las urnas, lo volví­a a hacer. Según el Ministerio del Interior, el mandatario se impuso con el 64 por ciento de los votos, frente a casi el 34 por ciento para Mussavi y, muy lejos, el ultraconservador Mohsen Rezai -uno de los iraní­es buscados por el atentado de la AMIA- con 1,7 por ciento y el reformista Mehdi Karubi, con apenas el 0,85 por ciento.No bien se conocieron los resultados oficiales, Mussavi volvió a llamar a una conferencia de prensa y denunció fraude. «Hubo irregularidades claras y numerosas», aseguró el ex candidato, que habí­a perdido la sonrisa y la emoción de la noche anterior. Sin mencionarlo, el ex premier apeló a una intervención de una autoridad superior; en el caso iraní­, la única instancia superior al presidente es el ayatolá. «Es el deber religioso y nacional revelar los secretos de ese proceso peligroso y explicar sus consecuencias destructivas para el destino del paí­s», reclamó.Mussavi consiguió una intervención divina, pero no exactamente la que querí­a. En cadena nacional, el ayatolá Jamenei, el poder máximo de la Revolución, respaldó al actual presidente y rechazó cualquier tipo de protesta en su contra. No mencionó las denuncias de fraude ni las protestas callejeras. «El presidente electo es el presidente de toda la nación iraní­ e incluso aquellos que ayer fueron sus rivales deben ahora respaldarlo y ayudarle, porque es un deber divino», ordenó.En un paí­s como Irán, las palabras del ayatolá son incuestionables. Pero la bronca y la frustración eran tan grandes entre Mussavi y sus militantes que las protestas siguieron. El ex candidato presidencial no volvió a hablar en público, pero hizo circular una carta, sin firma, entre los jóvenes que se manifestaban en el centro de Teherán, según los medios internacionales. «Aviso que no me voy a rendir ante este teatro peligroso -advertí­a la carta-. Los resultados de las décimas elecciones presidenciales son pasmosos. La gente que estaba en las largas colas vio cuál era la distribución de los votos y sabe mejor que nadie a quién ha votado.»Las palabras del ayatolá tampoco habí­an convencido a los jóvenes vestidos con ropa de marcas extranjeras y mujeres con pañuelos de seda de colores brillantes, que corrí­an por las calles céntricas de Teherán esquivando los autos y los garrotes de la policí­a y la guardia islámica. «Nos han engañado. Todo el mundo pudo verlo ayer. Esta no es la decisión del pueblo iraní­», gritó, enojada, una joven con un pañuelo verde cubriendo su cabeza, el color distintivo de la campaña de Mussavi.No bien se conocieron los resultados, el gobierno de Ahmadinejad ordenó prohibir cualquier protesta callejera. «El tiempo de los bailes y los cánticos terminó, les van a romper las piernas si se quedan acá», les advirtió un policí­a a los manifestantes ayer a la tarde. Minutos después, el jefe de la Policí­a Nacional Ahmad Reza Radan ratificaba que las concesiones de la campaña electoral habí­an terminado con la campaña. «No permitiremos una revolución terciopelo», dijo, refiriéndose a la advertencia que habí­a hecho el lí­der del Consejo de los Guardianes, Yadolah Janavi.Después de horas de carreras y gritos, los jóvenes se dispersaron, pero la tensión seguí­a sobrevolando Teherán. Ahmadinejad rompió el silencio y dio su discurso de victoria. No fue ante una multitud ni al aire libre frente al Palacio Presidencial. Lo hizo frente a una cámara, solo, en cadena nacional. Tranquilo y sonriente, habló sobre la importancia de conservar la unidad nacional y dejar atrás las rivalidades. «A pesar de que los medios de comunicación extranjeros intentaron de forma continua atacar a nuestro pueblo, éste ha hecho una gran elección y ha creado una ética», se congratuló.Más tarde Mussavi volvió a dirigirse a sus simpatizantes en un comunicado. Les pidió calma y paciencia. Los reformistas ya dejaron en claro que no quieren violencia, pero tampoco parecen estar listos a aceptar la derrota y seguir adelante.La sensación tanto de los aliados como de los rivales de Irán en el mundo es que nada cambiará en la nación islámica. «Si todaví­a habí­a esperanzas de un cambio en Irán, la reelección de (Mahmud) Ahmadinejad muestra que la amenaza iraní­ es mucho más grave», sentenció el vice canciller israelí­ Danny Ayalon. Otro de los vecinos, Siria, opinó similar, aunque con un tono más alegre. «La victoria del gobierno fue una muestra del éxito del régimen», señaló el presidente Bachar al Assad, quien pronosticó una alianza más fuerte entre los dos paí­ses para los próximos cuatro años. Palabras similares tuvo Hugo Chávez, quien después de llamar personalmente a Ahmadinejad, adelantó que seguirán trabajando como lo vinieron haciendo. Estados Unidos y la Unión Europea fueron más medidos y evitaron felicitar o criticar el resultado; eso sí­, aclararon que están atentos a las denuncias de fraude presentadas por la oposición iraní­. «Esperamos que los resultados reflejen la voluntad genuina y el deseo del pueblo iraní­», señaló la secretaria de Estado Hillary Clinton. La sensación en los medios europeos y norteamericanos es que el poder institucional de Ahmadinejad y social de los conservadores pudo más.»Ahmadinejad está lejos de ser derrotado. El tuvo un fuerte apoyo entre los pobres y en muchas provincias, y cuenta aún con el apoyo de los Basij, una gran fuerza auxiliar de jóvenes de gran influencia en las mezquitas, escuelas y universidades y la Guardia Revolucionaria», opinó ayer la revista británica The Economist. Tanto Bruselas como Washington habí­an seguido muy de cerca la campaña presidencial iraní­ con la esperanza de que un cambio de gobierno pudiera devenir en una polí­tica exterior más conciliadora, especialmente en la cuestión del programa nuclear y los cuestionamientos de las principales potencias. Los medios internacionales describieron con mucha sorpresa la libertad de discusión y las esperanzas que surgieron, especialmente, entre los jóvenes y las mujeres de clase media en el último mes de campaña. No era la misma Irán que solí­an describir. Las patrullas religiosas no rastrillaban las calles de Teherán y las otras grandes ciudades para sancionar a las mujeres que no estuvieran vestidas correctamente.

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