Venezuela

La vía muerta de Juan Guaidó

Una bronca en la Asamblea Nacional muestra a una oposición dividida

Un espectáculo esperpéntico se vivió en la Asamblea Nacional de Venezuela, donde ahora dos candidatos afirman ser presidentes del poder legislativo. Uno es Juan Guaidó, que ahora hace un año usó ese cargo para autoproclamarse «presidente encargado». El otro es Luis Parra, representante de una facción opositora crítica con Guaidó y a la que el chavismo apoya.

En el laberinto político en el que se ha convertido Venezuela, no es posible prever casi nada. Menos una cosa. A un año de producirse, la maniobra norteamericana que «autoproclamó» a Juan Guaidó y trató de hacer caer a Nicolás Maduro… es prácticamente un callejón sin salida.

El 23 de enero de 2019, en una maniobra que había sido previamente preparada y aprobada por la administración Trump, el presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó dijo desconocer la legitimidad de Nicolás Maduro y se autoproclamó «presidente encargado» de Venezuela. EEUU y más de 50 gobiernos lo reconocieron en pocas semanas, comenzando una fase crítica y virulenta de lo que se ha venido llamando «golpes blandos» (o «levantamientos cívico-institucionales», como prefieren llamarlos ellos), que -como esperaba la derecha venezolana y los halcones de Washington- debía hacer caer a Maduro.

Pero el gobierno bolivariano no cayó. Guaidó y sus padrinos del Norte lo intentaron una y otra vez, incluyendo conatos del levantamiento de batallones del Ejército como el que liberó al líder opositor Leopoldo López y tomó por unas horas el cuartel de la Carlota, al este de la capital. 

El clima de extrema polarización social en Venezuela, la crisis económica, las penurias humanitarias de la población causadas por el desabastecimiento y la carestía… una infernal conjunción desestabilizadora -de la que Guaidó es la cabeza visible, pero cuyos guionistas y directores se encuentran al otro lado del Caribe- se ha desatado durante un año sobre Venezuela. Pero no han logrado su objetivo. Han fracasado una y otra vez.

En este contexto, la oposición se ha ido resquebrajando. Ha habido rondas de diálogo en República Dominicana, con Noruega y el Vaticano como mediadores, que no han dado resultado.

En una de estas, ha aparecido una fracción disidente de la oposición. Luis Parra es un exdiputado del partido Primero Justicia. No parece trigo limpio: está acusado de formar parte de un entramado de corrupción en torno a un programa de subsidios de comida y sus detractores afirman que ha sido comprado por el oficialismo de Maduro.

En una estrambótica y convulsa sesión de investidura, Luis Parra ha sido elegido presidente del legislativo con los votos de la oposición disidente y del oficialismo bolivariano. Juan Guaidó, que no pudo entrar en el Parlamento por el bloqueo policial -pero que aun así no tenía mayoría para ser investido- no pudo proclamarse, pero sigue afirmando que es él, y no Parra, el jefe del poder legislativo, y por ende el «presidente interino».

¿Qué pasará ahora? Este escenario podría abrir las puertas a la existencia de dos Asambleas Nacionales, una presidida por Parra, y otra paralela presidida por Guaidó, ahondándose la crisis política. 

Sin embargo, y a pesar de que la administración Trump se empeñe en afirmar que “Juan Guaidó sigue siendo el presidente interino de Venezuela”, lo cierto es que es un títere muy desgastado. El principal valedor de la estrategia desestabilizadora que lo encumbró, John Bolton, hace meses que fue destituido por Trump como asesor de Seguridad Nacional. Entre las razones de su despido estaba el fracaso del golpe en Venezuela. 

La degradación de la vida política venezolana, donde la bronca y la polarización forman parte del día a día, son producto en lo fundamental de las maniobras del hegemonismo norteamericano. Desenmascarar y desbaratar la intervención imperialista sobre el país es la premisa fundamental para que pueda acabar la desestabilización y la guerra económica sobre Venezuela, así como las penurias que sufre su población.

Lo que no quita para afirmar que los graves errores del gobierno de Maduro no contribuyen a encontrar una salida. Al final, de una forma u otra, serán necesarias unas urnas en condiciones realmente democráticas -después de un tiempo de distensión, que pueda dar paso a un debate político más sereno- para que el pueblo venezolano ajuste cuentas a unos y a otros.

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