Alerta roja en el paro juvenil

La verdadera generación Ni Ni

España con un 18,2% se coloca el segundo país europeo con mayor tasa de paro, después de Grecia.

Casi la mitad de los jóvenes entre 16 y 25 años no tienen empleo, y son actualmente el sector más vulnerable y golpeado por los efectos de la crisis.

Actualmente 4 de cada 10 menores de 25 años no tiene trabajo, lo que supone prácticamente la mitad de la población joven española. Y la otra mitad, que lo tiene, ha de resignarse a la imposición de los contratos temporales y a la precariedad salarial.

La tasa de temporalidad asciende al 57% este año, que se ha disparado desde 2015. El sueldo es menor a 1.000 euros mensuales, con un salario medio anual que no supera los 5.757 euros.

Esta situación, afecta directamente a las posibilidades de independencia. Desde 2008 la tasa de emancipación ha ido descendiendo, hasta una ínfima minoría. Alquilar un piso supone de media destinar el 65% del salario, cifra que aumenta en ciudades como Madrid, Valencia o Barcelona, donde también se acentúa la caída de la emancipación. El 80% de los jóvenes viven en el domicilio familiar y la mayoría afirman que no pueden hacer frente a la totalidad de sus gastos.

Los criterios de selección laboral son también un muro de contención que deja fuera a miles de jóvenes formados. Es la pescadilla que se muerde la cola. No encuentras un trabajo si no tienes experiencia, pero no tienes experiencia si no encuentras trabajo. Aparte del máster, idiomas, formación suplementaria…, que conlleva unos costes que la mayoría de los jóvenes no pueden financiar y de los que han de responder las familias. Aquellos que consiguen empleo, acaban haciéndolo en muchas ocasiones “de cualquier cosa”, como recoge el barómetro elaborado por la Fundación de Ayuda a la Drogadicción. De hecho, más del 50% de los trabajadores están sobrecualificados.

“La fuga de cerebros” a otros países europeos, es cada vez una opción más recurrente ante la desesperación que genera la situación laboral. Más de 125.000 personas emigraron el año pasado. Muchos de ellos, jóvenes formados que acaban trabajando de camareros.

Tanto sindicatos como organizaciones juveniles llevan años encabezando una lucha activa en contra del paro, la precariedad y consecuentemente la creciente inmigración. Y reivindican que no solo se trata de las denunciables condiciones laborales, sino que una gran parte de la población joven se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social.

Recuperación económica, ¿para quién?

Mientras el gobierno afirma que este año el PIB alcanzará 1,16 billones de euros, en nuestro país trabajan la mitad de jóvenes que en 2008, según el INE. El Banco de España ya ha advertido que las previsiones de creación de empleo que el ministerio de Economía presentó en Marzo de este año se están ralentizando. Se planteaba crear medio millón de puestos de trabajo para el cuarto trimestre del año. Ahora, se predice que el paro descenderá en tres puntos para 2019.

Si cogemos la lupa y miramos cada comunidad, nos encontramos un abismo escalofriante. El baremo oscila desde el 54% de desempleo juvenil en Andalucía hasta el 31% de Asturias.

El desempleo juvenil es una cuestión vital y estructural.

Lo que realmente necesita la juventud española, es la inversión en empleo productivo y de calidad.

Desarrollar la investigación, en lugar de promover principalmente el sector servicios. Y esto, no es posible hacerlo con reformas superficiales. En España hay condiciones económicas para que la situación laboral sea otra. Las masivas exigencias populares no hacen más que poner de manifiesto que todo depende de qué gobierno y qué políticas se lleven adelante. La única alternativa es redistribuir la riqueza que tiene y genera nuestro país. En definitiva, poner la economía al servicio de las necesidades y demandas de la mayoría de la población.

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