Pakistán los talibanes a la ofensiva

La Talibanización de Pakistan

Los talibanes empezaron a retirarse ayer de Buner. Su silenciosa conquista de ese distrito paquistaní­ habí­a puesto contra las cuerdas al Gobierno de Islamabad tanto por la presión de Estados Unidos como de su propia opinión pública.

La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, dijo el miércoles que está reocupada por el hecho de que el gobierno de Pakistán está haciendo demasiadas concesiones al Talibán, lo que está envalentonando a los militantes y permitiéndoles extenderse al ceder a sus demandas. La semana pasada, el presidente pakistaní­ Asif Ali Zardari firmó un documento que permite la introducción de la sharia, o ley islámica, en el noroeste de Pakistán. El gobierno local emitió una notificación formal sobre el cumplimiento de la sharia en los distritos de Malakand y Kohistan, incluyendo el volátil Valle de Swat. Washington expresó su preocupación por el establecimiento de la ley islámica en la región. La sospecha de una nueva concesión a los Talibanes hace temer que su repliegue no sea tanto un triunfo del creciente consenso nacional en su contra como de un compromiso polí­tico. Parece mucha casualidad que, justo cuando iniciaban su salida, las autoridades de la Provincia Fronteriza del Noroeste (NWFP por sus siglas inglesas) prometieran la aplicación «sin retraso» de la ley islámica en Buner.El almirante Michael Mullen, Jefe del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, está «extremadamente preocupado» por el avance talibán hacia la capital paquistaní­, Islamabad. En una entrevista emitida por la cadena NBC, Mullen cree que «cada vez estamos más cerca de llegar a un punto en el que Pakistán podrí­a ser tomado por los extremistas islámicos».Ante la creciente talibanización del paí­s y la ocupación por los militantes fundamentalistas de un distrito a 70 kilómetros de Islamabad, el jefe del Ejército paquistaní­, general Ashfaq Parvez Kayani, dijo que su fuerza está dispuesta «a terminar con la amenaza del terrorismo» y no permitirá a los talibán «imponer su forma de vida» en Pakistán.El miedo se extendí­a en Islamabad ante la proximidad de los militantes fundamentalistas instalados en Buner y sus portavoces aseguraban que tomarí­an la capital si la «sharí­a» o justicia islámica no se extendí­a a todo el paí­s, Kayani habló ayer para marcar el campo de juego desde Rawalpindi. Al mismo tiempo, el Ejército hablaba de una «inminente operación militar » en Swat, el valle controlado por los talibán, donde el gobierno de Asif Alí­ Zardari aceptó la «sharí­a» en nombre de un acuerdo de paz, hoy en peligro y cuestionado en las últimas 48 horas por todos los que lo firmaron previamente, ante el temor de un control talibán del paí­s.Desde Londres y Washington sonaban las alarmas ante el avance talibán y sus chances de controlar la capital paquistaní­ y Hilarry Clinton lo bautizaba «una amenaza global», el jefe de Ejército paquistaní­ dijo que «los pronunciamientos por los poderes de afuera elevando dudas sobre el futuro de Pakistán son condenables» y que «un paí­s con 170 millones de personas fuertemente apoyado por el Ejército es capaz de manejar cualquier crisis».Desde hace varios meses, Londres y Washington acusan casi a diario al Gobierno paquistaní­ de pasividad ante la creciente presión de los talibanes en el cinturón tribal de la frontera con Afganistán y de mirar hacia otro lado cuando es cuestionado sobre los campamentos de entrenamiento de terroristas de Al Qaeda. La situación ha llegado a tal punto que anteayer, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, tensó más si cabe la cuerda y dijo que «Pakistán se ha convertido en una amenaza mundial al rendirse al avance de los talibanes y otros extremistas». El Gobierno se habí­a plegado a principios de año a sus exigencias de imponer la ley islámica (sharia) en el valle del Suat. Allí­, habí­an desarrollado toda una campaña de acoso y derribo contra las polí­ticas gubernamentales y las tradiciones de aldeanos. Los talibanes destruyeron decenas de colegios femeninos, impusieron sus normas de educación y causaron el desplazamientos de miles de lugareños. Asimismo ordenaron a miembros de las ONG locales que abandonaran sus oficinas y las saquearon. Con esta exhibición de fuerza en torno a Islamabad, los radicales demostraron que quieren imponer la ley islámica en todo el paí­s.Desde la Casa Blanca se observaba con pavor este progreso extremista en el único paí­s de mayorí­a musulmana que cuenta con la bomba atómica y el caldo de cultivo de los terroristas musulmanes. La secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, advirtió en su primera comparecencia en el Senado de esta «amenaza global y existencial» en el corazón mismo de su más fiel aliado en la región para la lucha contra Al Qaeda y sus simpatizantes.Washington acogerá una cumbre de jefes de Estado de Afganistán y Pakistán para buscar juntos una nueva estrategia capaz de estabilizar la región. El Presidente afgano, Hamid Karzai, y su homólogo paquistaní­, Asif Alí­ Zardari, se reunirán por separado con Barack Obama y después tendrán reuniones a tres bandas durante el 6 y el 7 de mayo.Numerosas fuentes estadounidenses están señalando que la mayor amenaza para sus intereses puede encontrarse en Pakistán, y sobre todo en el rumbo que este paí­s tome en el futuro cercano. Lo cierto es que la intervención de Washington ante el que hasta ahora era su aliado estratégico en la región puede variar. Y de paso las relaciones entre ambos actores también pueden seguir rumbos diferentes.Según declaraciones de la administración norteamericana el juego del Ejército paquistaní­ en Cachemira y Afganistán es complejo y mantiene contactos con grupos extremistas. El nuevo presidente debe dejar muy claro al Ejército que este doble juego se debe terminar. Pakistán es el paí­s más peligroso del mundo y su estabilidad crucial, por la existencia en su suelo de bases de Al Qaeda, de armas nucleares, y de un vacilante proceso de democratización con resonancias en el conjunto del mundo musulmán.Tras los ataques «terroristas» en Bombay, en diciembre pasado, Washington (todaví­a con Bush en la Casa Blanca) utilizó los patrones de costumbre: La CIA señaló como autor del atentado a un grupo islámico pakistaní­, la India (aliada de la maniobra) lanzó el involucramiento del gobierno de Pakistán en la operación, y la Casa Blanca cerró el cí­rculo intimando a Islamabab a una mayor cooperación en la persecución y el exterminio de los grupos talibanes que operan en su frontera con Afganistán.De esta manera, aparecí­a -según los expertos- uno de los objetivos encubiertos centrales del exterminio «terrorista» en la India: Romper la reticencia del gobierno pakistaní­ a colaborar y preparar con EEUU el terreno para una ocupación militar de la frontera con Afganistán donde se encuentran las bases centrales de la resistencia talibán.La redefinición geopolí­tica y militar de la región resulta, para Estados Unidos, mucho más importante que la eterna persecución de un fantasma llamado Osama Bin Laden, o el destino de un pedacito de tierra llamado Cachemira. Sin la mano dura de Musharraf, atacado por un vací­o de poder ascendente, metido en un espiral de crisis económica, y con una escalada imparable de violencia y atentados en las grandes ciudades, Pakistán, un resorte geopolí­tico-militar clave en la estrategia regional de Washington y un aliado invalorable en el marco de la disputa con Rusia e Irán, comienza convertirse en un dilema difí­cil de resolver para EEUU

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