Brasil a un año de las elecciones

La sucesión de Lula

Lo que ocurre en Brasil, a poco más de un año del inicio de la campaña electoral para la sucesión de Lula da Silva, es un proceso singular. Su partido, el PT, es el mejor articulado y controla el mayor contingente de militantes, pero dispone de un solo nombre, el de la ministra de Gobierno, Dilma Rousseff, de viabilidad electoral relativa. El principal aliado del gobierno, el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño), no dispone de ningún nombre, a pesar de tener el mayor número de alcaldí­as y las mayores bancadas en la Cámara de Diputados y en el Senado. A pesar de ello, será el fiel de la balanza. La principal fuerza de oposición, el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña), ya dispone de dos nombres de peso, los gobernadores de San Pablo, José Serra; y de Minas Gerais, Aecio Neves, pero carece de militancia.

Frente a ese escenario, Lula da Silva -un hombre que calcula sus jugadas, ero no se intimida frente al riesgo- lanzó su apuesta: una mujer sin ninguna experiencia electoral, sin carisma y desconocida para el gran público, aunque administradora competente. Ex militante de organizaciones armadas, presa y torturada a lo largo de tres años, Dilma Rousseff parecí­a tener todas las caracterí­sticas necesarias para transformarse en un verdadero fiasco en 2010. Sin embargo, viene creciendo en los sondeos de opinión pública de manera vertiginosa y ya pasó del 10 por ciento en enero al 22 por ciento en mayo.Desde que la candidata de Lula anunció que padecí­a de un linfoma, los medios de comunicación, que se oponen no sólo a su nombre sino a la permanencia del PT en el poder en general, tratan de manera descarada de especular sobre la enfermedad y sus consecuencias. Opositores y aliados, cada uno por su lado, giran alrededor de dos preguntas: ¿logrará Dilma llevar una campaña kilométrica y desgastante con la salud afectada? ¿Logrará convencer a los electores de que podrá superar los daños de su enfermedad? Esas dos preguntas conducen, de manera inevitable, a una tercera: si Dilma no logra recuperarse para esa guerra, ¿cuál serí­a la alternativa de Lula da Silva?Cada tanto aparece alguien para sacudir el fantasma de la re-reelección, lo que despierta la furia de los medios de comunicación, en manos de monopolios oligárquicos. A su manera, a Lula le conviene seguir desmintiendo esa hipótesis. Ahora mismo midió cuidadosamente la forma de rechazar esa idea: «Primero, no existe tercer mandato. Y segundo, Dilma está bien», dijo. Primero: el tercer mandato no existe, pero puede existir. Y segundo: Dilma parece estar bien, pero hay que contar con la posibilidad de que sus actividades sufran fuertes restricciones.Cambiar la Constitución serí­a algo difí­cil, desgastante en términos polí­ticos, pero posible. Lula es el presidente brasileño más popular en más de medio siglo y, aunque ésa sea una apuesta riesgosa, no está totalmente fuera del horizonte polí­tico. En principio no le convendrí­a un tercer mandato consecutivo, entre otras cosas porque no se sabe qué pasará con la economí­a en el perí­odo 2011-2014. Su perspectiva más viable es presentarse otra vez en 2014, luego de un perí­odo de intervalo que podrí­a ser ocupado por Dilma Rousseff o por José Serra.Pero para su partido la perspectiva de no presentar ningún nombre con posibilidades en 2010 significa una especie de suicidio polí­tico. Y por más que Lula sea, hoy, mucho más que el PT, para volver en 2014 necesitará de su estructura. Así­, el horizonte sigue nebuloso, y cualquier apuesta en el corto plazo serí­a de alto riesgo.

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