SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La represión financiera de las élites

La naturaleza y psicología del poder no deja de sorprenderme; en el fondo se me antoja intrigante, cínica, repulsiva. Resulta que mientras se estaba gestando la actual burbuja diseñada por los Bancos Centrales, la madre de todas las burbujas, nadie se quejaba, nadie decía nada, todo era maravilloso, y si además el objetivo último era mantener la riqueza de la superclase, ¡fantástico!. Sin embargo, la realidad cotidiana es otra, mucha más cruel que la simple caída de precios de unos mercados financieros excesivamente sobrevalorados. En realidad esa subida en los precios de los activos financieros se ha diseñado e implementado a costa de incrementar la pobreza y las desigualdades hasta niveles nauseabundos.

La inmensa mayoría de la ciudadanía tiene suficiente con llegar a final de mes, con pensar cómo se las va a ingeniar para llevar una vida mínimamente digna. Muchos de nuestros conciudadanos sencillamente ansían no caer en la pobreza, ésa que cada día devora a nuevas huestes entre nuestros conciudadanos. Da vergüenza ajena la inacción por parte de unos gobernantes mediocres, insensibles ante el destrozo social que se está produciendo. Solo espero que en su intimidad lloriqueen, sientan, sollocen, se arrepientan. Por eso la preocupación por lo que sucede en los mercados financieros a la inmensa mayoría de la ciudadanía se la trae al pairo.

Los cuenta cuentos del libre mercado

En realidad, la política económica implementada en la mayoría de las democracias occidentales desde el inicio de la actual crisis sistémica se diseñó, y continúa dibujándose, al margen de la defensa de los intereses de la ciudadanía. ¡Dejen ya de mentir! No existe la libre competencia, los mercados no son eficientes, el libre albedrio solo genera pobreza, las gerencias corporativas nos han robado como nunca, la autorregulación no funciona, la avaricia de las élites es desmedida, los mercados financieros están fuertemente sobrevalorados.

El objetivo último de las políticas implementadas en diversos campos –económico, social, educativo, judicial,..- es tratar favorecer de manera permanente los intereses de la clase dominante, mientras que abandonaban a los ciudadanos, especialmente a los más pobres, en una sensación de impotencia y desesperación política. Nunca en la historia reciente las democracias habían caído tan bajo, con tanto indocumentado al frente de distintos gobiernos de diferente pelaje. En eso debemos reconocer que las élites lo han hecho muy bien.

Desde el lado económico, la superclase creó una nueva droga de diseño, la expansión monetaria de los Bancos Centrales, de consecuencias tremendamente dañinas. Da una sensación de tranquilidad y protección cuando en realidad lo único que genera es un estado de nirvana, una mera ilusión óptica, vía inflación de activos. Sin embargo su impacto en las rentas es inexistente. Ya lo hemos dicho, la ortodoxia no entiende aún qué es y cómo funciona el dinero, y qué papel juega la deuda. ¡Si Hyman Minsky levantara la cabeza no daría crédito a lo sucedido! Eso sí, los premios Nobel a individuos que justificaban y razonaban la toma de riesgos excesivos en los mercados. ¡Paradojas del poder, ay disculpen, de la vida!

La realidad es otra

Sin embargo estamos ya empezando la Segunda Fase de la Gran Recesión. Como señalan Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff en “Financial and Sovereign Debt Crises: Some Lessons Learned and Those Forgotten” lo peor no ha pasado. Todo lo contrario, las causas que han originado la actual crisis económica no solo no se han corregido sino que han empeorado. La carga de la deuda en los países desarrollados se ha convertido en un evento extremo utilizando cualquier medida histórica y requerirán una ola de condonaciones de deuda, negociadas o no. Y cuando los mercados financieros de una vez por todas se den cuenta de ello, ahora simplemente han sacado la patita para ver el percal, la caída de estos días será un juego de niños.

Al final, a las élites les va a salir muy cara su avaricia desmedida porque ahora con la que se nos avecina solo queda una opción. Son ellos quienes deberán pagar con su riqueza las consecuencias de la triple recesión en la que ya estamos inmersos. Si se niegan, las tensiones sociales y el caos les acabarán devorando. Y todo por no aceptar en su momento algo obvio, una reestructuración bancaria a costa de la gerencia y acreedores.

La represión financiera y el colapso

En realidad todo se resume en un concepto económico, la represión financiera. En más ocasiones de las necesarias es el efecto inmediato de la política. Un ejemplo muy característico es lo que estamos viviendo estos días. Se manifiesta cuando, por ejemplo, los políticos o las autoridades económicas y financieras reaccionan con más fuerza a la disminución de precios de los activos que a los aumentos. Mientras suben los precios de los activos, incluso cuando se alimenta mediante un intenso proceso de endeudamiento masivo, ningún político dice nada, ninguna autoridad monetaria o económica avisa de los riesgos implícitos, y apenas unos pocos economistas muestran su preocupación por la inestabilidad financiera intrínseca a dicha dinámica. Los aumentos de precios tienden a ser tratados con indiferencia benigna.

Sin embargo, los descensos fuerzan a los políticos y a los banqueros centrales a responder implementando estímulos monetarios acomodaticios adicionales. Los participantes en el mercado, especialmente los banqueros, concluyen entonces que siempre van a estar protegidos. Pero los esfuerzos por gestionar una inflación de activos y manipular los precios de los mismos no son nuevos. La historia demuestra que estas prácticas al final no funcionan. La represión financiera simplemente retrasa lo inevitable, en nuestro caso, el colapso de unos mercados financieros sobrevalorados, especialmente la bolsa estadounidense, y una profunda depresión económica consecuencia de un diagnóstico erróneo sobre los males que nos acechan. ¡Y todo por proteger a unos pocos!

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