SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Lí­o en Génova

Hoy escribiré sobre el último lío de Génova. Un lío poco divulgado en la prensa española. Un conflicto inesperado, áspero y aleccionador. Génova es un lugar que siempre deberíamos tener presente. Un lugar duro y transitado en el que periódicamente se producen acontecimientos de interés.

Me refiero a la ciudad de Génova, capital de la región de la Liguria. El puerto de la línea marítima Grimaldi, que permite viajar en coche de Barcelona a Italia sin tener que atravesar los túneles de una costa que cae en vertical sobre el mar. Génova, cabeza de una república marinera que vivió como estado independiente durante ocho siglos, sin llegar a ser tan fuerte como la Serenísima República de Venecia. Los venecianos tenían una fértil y llana ‘terra ferma’, comercio con los mejores mercados orientales y, dada su posición geográfica, un importante papel en las alianzas cristianas para la contención de los turcos. Mapas, mapas, mapas. Génova es el puerto principal de una región mediterránea en pendiente, sin una gran llanura a sus espaldas. República de comerciantes, banqueros y navegantes, su siglo de oro fue el XV. Su área de expansión fue el Mediterráneo occidental en dura pugna con la Corona de Aragón, hasta que el navegante –genovés- Cristoforo Colombo alcanzó una tierra incógnita y todo empezó a bascular hacia el Atlántico. Venecia elegía al dux; Génova, al dogo. Napoleón y su monumental intento de establecer un nuevo orden europeo acabaron con las dos repúblicas a finales del siglo XVIII.

Génova es hoy una ciudad portuaria orientada al turismo, con ecos de industria estatal en decadencia y recuerdos de grandes luchas obreras. Una ciudad bella y dura. Una ciudad que sabe desde hace tiempo lo que es la crisis. En julio del 2001, dos meses antes de los atentados contra las torres gemelas de Nueva York, tuvo lugar en Génova un duro enfrentamiento entre la policía y los manifestantes antiglobalización durante una cumbre del G-8, en el que perdió la vida un joven. Génova dio aviso de que el nuevo siglo llegaba con un renovado catálogo de conflictos.

Desde Génova llega ahora otro aviso, que probablemente habrá pasado desapercibido fuera de Italia. En Génova se acaba de producir una explosión de hostilidad hacia los políticos ‘nuevos’ que se creen a salvo del malhumor popular gracias a un discurso radical.

En Génova llovió mucho hace diez días. Esas lluvias torrenciales de otoño que tantas veces provocan daños en las ciudades mediterráneas. Llovió a cántaros, se desbordaron dos torrentes, hubo inundaciones, muchas casas y locales comerciales quedaron anegados y una persona murió cerca de la estación de Brignole. Jaume V. Aroca, periodista de La Vanguardia se hallaba esos días en Génova y publicó una interesante reseña de lo sucedido en su blog.

Se inundaron varios barrios y la zona centro de la ciudad, conocida como el Quadrilatero. Fango, daños materiales cuantiosos y conmoción por la ausencia de una eficaz alerta. El servicio de alerta falló estrepitosamente, según la versión oficial por un error en los modelos matemáticos de la previsión meteorológica. No es la primera ‘bomba d’aqua’ que cae sobre la ciudad. Los desbordamientos del torrente Bisagno son recurrentes y han costado varias vidas en los últimos años. En 1970, murieron 40 personas. El ayuntamiento quedó desbordado, el alcalde tardó en aparecer en público y al visitar la zona afectada en el centro fue abucheado e incluso zarandeado. Los servicios de protección civil se movieron con lentitud. La administración parecía noqueada por la lluvia. La gente tuvo que espabilarse por su cuenta en las horas iniciales. Estrago, desolación y desconfianza. Mucha desconfianza.

La alarma se extendió por toda Italia y empezaron a llegar a Génova jóvenes voluntarios de todo el país para ayudar. Aquí conviene hacer un alto, porque la imagen de jóvenes voluntarios luchando contra una inundación tiene una especial significación en el país. El 4 de noviembre de 1966, el río Arno se desbordó a su paso por Florencia anegando buena parte de la ciudad y sus alrededores. Murieron 65 personas y el enorme patrimonio artístico florentino estuvo en grave riesgo. Ante aquella noticia, millares de jóvenes italianos –también muchos jóvenes extranjeros- comenzaron a llegar a Florencia para ayudar en las tareas de salvamento y protección del patrimonio. Una enorme cadena humana ayudó al ejército a retirar el fango y a proteger iglesias y museos. Año 1966. Antes de echarse a la calle, la generación italiana del 68 se dedicó a proteger los cuadros del museo de los Uffizi. Fue un momento emocionante que ha quedado inscrito en la historia sentimental de Italia y en el álbum de recuerdos de toda una generación. La película ‘La meglio gioventú’ (La mejor juventud) de Marco Tullio Giordana, estrenada en España en el 2004, retrata muy bien aquel episodio. Los ‘Angeli del Fango’ les llamaba la prensa.

En 2003, España vivió una experiencia parecida con los miles de voluntarios que viajaron a Galicia para ayudar a limpiar las playas afectadas por los vertidos del ‘Prestige’.

Hace diez días, centenares de hijos de la generación de los ‘Angeli del Fango’ salieron disparados hacia Génova cuando vieron la ciudad en apuros, castigada por la lluvia y por la burocracia, el gran mal de Italia. El alcalde fue abucheado cuando visitó por primera vez la zona damnificada. Abucheado, insultado e incluso zarandeado.

El alcalde de Génova se llama Marco Doria y es hijo de unas las grandes familias de la ciudad. Los Doria. La familia de Andrea Doria, el célebre almirante genovés del siglo XVI. Los Doria, emparentados con los Pamphili, familia pontificia, en cuyo palacio romano se exhibe el excepcional retrato que Velázquez hizo del papa Inocencio X (Giovanni Battista Pamphili). Marco Doria es un ‘aristócrata rojo’, categoría que suele provocar una auténtica fascinación en todos los países latinos. Su padre también era rojo y fue desheredado el día en que el abuelo supo que su hijo se había inscrito en el Partido Comunista Italiano. Leyendas de Génova.

Marco Doria, economista, también se inscribió de joven en el PCI y en 2011 dio la sorpresa al vencer contra pronostico las elecciones primarias del Partido Democrático para la alcaldía, encabezando una candidatura de claro signo izquierdista, apoyada por el sacerdote ‘rebelde’ Andrea Gallo, una figura muy popular en la ciudad, ahora fallecido. Creo que a los lectores de Barcelona estas referencias les pueden resultar familiares. Radicalidad de izquierdas, nuevos gestos, nuevos lenguajes, con el apoyo de clérigos populares.

Marco Doria ha sido duramente criticado por el fallo en el sistema de alarma y por la espera en las obras que deberían evitar las periódicas inundaciones. Una espera que viene de muy lejos y de la que probablemente no es el principal responsable. Falló la alarma y le fallaron los reflejos. Tardó demasiado en aparecer. Su popularidad se ha quebrado.

La cosa no acaba aquí. Al ver el rumbo que tomaban los acontecimientos en la ciudad, otro genovés muy conocido decidió aprovechar el desastre para lanzar un gigantesco anatema contra la ‘casta’. Me estoy refiriendo a Beppe Grillo, el cómico que ha conseguido zarandear la política italiana con el denominado Movimiento 5 Estrellas, con cien diputados en el Parlamento de Montecitorio desde las últimas elecciones legislativas de enero del 2013. Grillo perdió fuelle en las europeas y mantiene un duro pulso con el primer ministro Matteo Renzi, que ha absorbido algunos puntos de su programa, insertándolos en la política institucional. Grillo quiso hacer de Génova el escenario de un gran acto de denuncia contra la ‘peste rossa’ (la ‘peste roja’, los administradores de izquierdas) y nada más pisar la ciudad fue abucheado por los ‘Angeli del Fango’. No querían ser instrumentalizados. No querían ser explotados por el circo de la demagogia. Simplemente cumplían con su deber como ciudadanos. La desconfianza ha llegado a tal extremo que la gente simplemente desea que las cosas básicas funcionen, que el Estado no le complique más la vida y que la actividad pública tenga menos impostura. Ya no piden milagros, piden normas claras, compromiso y un mínimo de limpieza.

Odian al político apoltronado y comienzan a odiar al profesional de la protesta. Si la izquierda, pura o impura, radical o gradualista, que siempre cree tener la razón moral de su parte, no sabe gestionar un servicio de alarma meteorológica, la gente protesta y le zarandea. El primer ministro Renzi, listo, mediático, nuevo, novísimo, pero con la astucia de los viejos democristianos, ha visto venir el malhumor genovés y ha optado por no visitar la ciudad de inmediato. Ha evitado el contacto ‘presencial’ con la realidad. Ha anunciado ayudas de urgencia. Renzi envía tuits.

Génova nos enseña que, a estas alturas de la crisis europea -de la crisis del sur de Europa, para ser más precisos-, nadie puede considerarse propietario exclusivo de las plazas, de las calles y de las ideas de cambio, por muy fantásticas que sean sus proclamas.

Uno de los ragos característicos de Génova es el “mugugno’. Un estado de ánimo sobre el que se hacen bromas en Italia. Una predisposición a ver el lado negativo de las cosas, una manera de ser propensa al lamento; un malhumor difuso que va y viene. El ‘genovès emprenyat’.

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