Las últimas noticias son una concomitancia de datos más que preocupantes. El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, no descarta una tercera recesión en Europa. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, habla de que un riesgo grave de sufrir otra recesión acecha a la Eurozona.
Los servicios de estudios del FMI estiman que la probabilidad de una nueva contracción económica en la zona euro es de entre el 35 y el 40%. El director de mercado de capitales del FMI, José Viñals estima que existe un riesgo de ajuste de precios de los activos con más fuerza de la prevista. Todo ello en el momento en que dos holdings del grupo bancario portugués Espirito Santo, tan cerca de Madrid, se han declarado en quiebra este jueves.
Esto se produce a escasas dos semanas de que el Banco Central Europeo haga públicos sus resultados de los test de resistencia de la banca de la eurozona, que dará lugar a la supervisión única del sector. Pero de todos estos datos me parece especialmente significativo para el futuro de la banca en Europa el caso del Espirito Santo.
El hecho de que la justicia de Luxemburgo no haya admitido la propuesta de preconcurso de acreedores de dos holdings ESFG (Espirito Santo Financial Group) y su filial (ESFIL) Espirito Santo Financière, primeros accionista del Banco Espirito Santo, podría llevar a la liquidación de estas entidades. Esto significaría un cambio radical sobre cómo se han resuelto hasta ahora en Europa los problemas del sector financiero.
Y también podría estar mostrando que estaríamos copiando el modelo americano, o nos estaríamos acercando mucho a él. Allí la liquidación de las entidades con dificultades es el camino habitual de resolución de la crisis cuando el banco sufre un desequilibrio patrimonial que le hace inviable, sin ayudas públicas.
La justicia luxemburguesa debe decidir además este viernes, si opta por liquidar los dos holdings, lo que haría todavía más difícil la recuperación de lo que queda del Espirito Santo, una vez que el Gobierno portugués decidió dividir la entidad en dos grupos, uno con los activos sanos, que ha recibido una ayuda de 4.900 millones de euros y, el otro considerado como el banco malo, destinado a liquidar los activos dañados.
De ahí que los mercados hayan profundizado sus pérdidas y no solo en Europa. Incluso Nueva York ha sucumbido a la angustia de los inversores por las consecuencias que puedan tener las advertencias del FMI y del BCE respecto a la ralentización de la economía mundial y, sobre todo, de la europea.
Las caídas han sido significativas, el 1,95 % del Dow Jones y más del 2% del Nasdaq. En España su bolsa encadenaba la tercera jornada consecutiva de descensos, al caer el 0,63 %. El IBEX 35 perdía los 10.300 puntos, hasta los 10.273,70, y se ahondaba en los mínimos de agosto cuando de nuevo empezaron a surgir dudas sobre la recuperación europea y española. Goldman Sachs da por hecho que 9 bancos europeos, de los 130 que investiga el BCE y cuyos datos dará a conocer el emisor el próximo día 26, suspenderán las pruebas y necesiatarán recapitalizarse en unos 51.000 millones de euros. No es de esperar que mejore la situación del sector financiero europeo hasta que llegue esa fecha.