Mientras toneladas de bombas caen sobre Gaza, mientras los muertos en la Franja superan el centenar y los heridos llegan al millar, Joe Biden, ha trasladado a Netanyahu, el apoyo «sin fisuras” e “inquebrantable» a su ofensiva militar.
En la diplomacia cada palabra está tasada, está medida al milímetro. Bien lo sabe un auténtico experto en política exterior -con 50 años de maestría en relaciones internacionales- como Joe Biden. «Sin fisuras» es sin matices, sin peros.
Desde su nacimiento, el Estado de Israel ha sido el gendarme norteamericano en Oriente Medio. Una ofensiva de este tamaño y brutalidad sólo es posible con el plácet de Washington. Así que podemos afirmar, sin lugar a dudas ni a exageraciones, que estamos ante la primera guerra de la era Biden.
En los últimos años hemos podido ver una acentuada complicidad entre Netanyahu -líder del Likud, el tradicional partido de los halcones más derechistas y agresivos del sionismo- y Trump. Y también es conocida la falta de sintonía que hubo entre Netanyahu y Obama, del que Biden fue vicepresidente.
Podría haberse supuesto que la respuesta de Washington a la actual escalada de violencia entre Israel y los palestinos fuera una cierta llamada a la calma, incluso un «tirón de orejas» a un líder que se ha mostrado en contra de algunos ejes de la política exterior de Biden, como restaurar el acuerdo nuclear con Irán.
Pero en lugar de eso, Joe Biden ha defendido la respuesta del gobierno de Israel a los ataques con misiles lanzados por Hamás sobre algunas ciudades de su territorio. Ha considerado que «no ha habido una reacción excesiva relevante», sino «proporcionada», y que «Israel tiene derecho a defenderse de los ataques».
La razón es que más allá de las afinidades políticas entre los mandatarios de Washington y Tel Aviv, el Estado de Israel es una pieza indispensable del dominio hegemonista sobre Oriente Medio. Es -por encima incluso de Arabia Saudí o Egipto- el principal gendarme militar en esta zona geopolíticamente clave.
Esta estrecha relación entre EEUU e Israel, donde el segundo es el ave de presa del primero, se expresa también en la existencia de intensos vínculos -políticos, financieros e incluso familiares- entre sus respectivas clases políticas y burguesías monopolistas. Es lo que se suele caracterizar como el poderoso “lobby israelí” en las altas esferas del establishment de Washington, o del mundo de los negocios en Wall Street.
Esa es la esencia de «compromiso inquebrantable con la seguridad de Israel» que todo presidente de los EEUU, sea republicano o demócrata, halcón o paloma, no puede dejar de observar.