El retroceso de Torra y Puigdemont

La política de los gestos sin fuerza

El president de la Generalitat Quim Torra parece querer adornar con palabras supuestamente duras una política de gestos vacíos de contenido. Todo para ocultar el retroceso de los sectores más agresivos y aventureros del independentismo.

Puigdemont quiso imponer el desplante al Rey en la ceremonia de inauguración de los Juegos del Mediterráneo, celebrada en Tarragona. Pero su “vicario” en Barcelona, anunció el boicot a la Corona para a las pocas horas comparecer junto a Felipe VI.

La realidad se impone, y camina en contra de Torra y Puigdemont. Incluso dentro de las élites independentistas crece el rechazo a la imposible estrategia de tensión y enfrentamiento auspiciada por lo que ya se conoce en Cataluña como “la caverna de Berlín”.

En el acto de presentación de uno de sus libros, Quim Torra anunciaba la intención de “crear otro 1 de octubre, en el sentido de llegar al objetivo que algunos tenemos, llegar a la independencia y hacer efectiva la república”.

¿Tiene Torra la intención de regresar a la vía unilateral? Nada de eso. No por convencimiento, sino por obligación. Carece de la fuerza necesaria para ello.

Así lo constatan cada vez más sectores dentro del independentismo, que adoptan una estrategia “pragmática” dirigida a conservar el poder de la Generalitat y revalidar las alcaldías en las próximas municipales.

Lo ocurrido ante la anunciada visita del Rey a Cataluña, para inaugurar los Juegos del Mediterráneo celebrados en Tarragona, es un buen ejemplo.

A las diez de la mañana del día de la inauguración, la principal emisora de radio catalana anunciaba que Torra no acudiría. A las doce, TV-3 anticipaba que “por acontecimientos de última hora”, el president de la Generalitat podría acabar asistiendo. Y a las 12:30 el propio Torra comparecía para justificar su presencia junto al Rey.

Torra acababa de llegar de Berlín, con instrucciones claras de Puigdemont: no acudir al acto y aplicar el veto al Rey. Pero las presiones acabaron torciendo esa decisión. No vinieron del “Estado español”, sino de empresarios catalanes vinculados a la ex-Convergencia, alcaldes del PDeCAT de Tarragona -que se juegan su continuidad dentro de pocos meses- y de buena parte del grupo parlamentario de JxCAT, que quieren fortalecer su incipiente poder y no entregarse a estériles enfrentamientos.

El anuncio de Torra de romper relaciones con la monarquía en el futuro no era más que una forma de esconder un nuevo retroceso en el presente… y ya son varios. El actual president tuvo que transigir y eliminar de la composición del Gobierno a los presos y fugados. Puigdemont comprobó cómo la cúpula del PDeCAT le contradecía, votando a favor de la moción de censura presentada por Pedro Sánchez.

Quienes son desautorizados, incluso dentro del independentismo, son Torra y Puigdemont. Van a seguir dando la batalla. Ya han inscrito un nuevo partido, Moviment 1 d´Octubre, para forzar a PDeCAT, ERC y la CUP a presentarse bajo una “lista única” controlada por Puigdemont en futuros comicios. Y los fieles a Puigdemont dentro del PDeCAT maniobran para cuestionar a la secretaria general, Marta Pascal, en la asamblea general que se celebrará en julio.

Pero quien ha ganado terreno es la dirección actual del PDeCAT, más “pragmática”, y quien lo ha perdido es Puigdemont y su estrategia de alimentar un enfrentamiento permanente “con España”.

Si Torra y Puigdemont carecen, más allá de sus palabras y gestos, de fuerza para imponerse ni siquiera dentro de los círculos independentistas, la razón hay que buscarla no en Madrid, sino en Barcelona. Un reciente sondeo publicado por La Vanguardia revela que el 67,9% de los catalanes quieren diálogo entre la Generalitat y el Gobierno central. Pero para mejorar el sistema de financiación autonómica -que permita más inversiones o mejorar la sanidad- y no para negociar ninguna independencia.

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