Un universo oculto tras el 15-M

La piedra contra el espejo

Como un rayo en medio de un cielo sereno, el 15-M inunda las plazas del paí­s, ocupándolas con sus consignas. En la calle se alumbra un movimiento popular de nuevo tipo. Pero no surge de la nada. Debajo de él, una corriente subterránea, poderosa pero invisible hasta ahora, agrupa a miles de personas que, como el viejo topo, han venido horadando bajo la superficie de un modelo polí­tico, social y cultural aparentemente inquebrantable.

Cada convocatoria del 15-M es seguida or una multitud, que a su vez arrastra a nuevas multitudes para la movilización siguiente. Un fenómeno reflejado a la perfección por las manifestaciones del pasado 19-J, en las que prácticamente no ha habido un sólo pueblo de España por pequeño que fuera –desde Euskadi hasta Canarias, desde Vigo hasta Almería, desde Barcelona hasta Badajoz– donde no haya habido un grupo de gente que se ha reunido para discutir la forma de unirse y participar en el movimiento. Como tras el famoso Bando del alcalde de Móstoles –“Madrid perece víctima de la perfidia de los franceses… ¡Españoles, la patria está en peligro, acudamos a salvarla!”–, lo ocurrido el 19-J ha puesto de manifiesto el alcance nacional y popular del llamamiento hecho por el 15-M. La nación entera, sus hijos más decididos y valientes, se ha puesto en pie y dirige su ira contra un régimen político, social y cultural que pretende entregarlos atados de pies y manos a las voraces exigencias del FMI y Bruselas. Este es el significado profundo que encierra el 15-M. Y en él está contenida –independientemente de las formas coyunturales que adopte, incuso de los errores de percepción o actuación que cometa– toda su formidable potencialidad transformadora. Elites tóxicas Hace unos días, la escritora y periodista Margarita Riviere recordaba una frase del sociólogo Wilfredo Pareto que afirma que “la historia es el crematorio de las aristocracias”. Aristocracias entendidas no en el sentido estricto del término, sino en el de unas elites que se perpetúan en el poder –ya sea éste político, social o cultural– a través de un endogámico, corrupto e inamovible régimen de cooptación, donde sólo tienen entrada (y con cuentagotas) aquellos dispuestos a ejecutar fielmente las órdenes que emanan de su centro neurálgico (las clases dominantes) y reproducir miméticamente las formas sociales, ideológicas y culturales que permiten la perpetuación de ese poder. En nuestro país, el régimen surgido de la Transición –que, pese a todas las alabanzas de que es objeto, tiene en sus entrañas el innegable sello de haber sido diseñado y dirigido desde Washington para que todo fuera distinto sin que nada sustancial cambiara– se ha dotado de sus propias elites políticas, sociales, mediáticas y culturales que tienden a ocupar y hegemonizar todos los ámbitos de la vida oficial del país. No es casual, por eso, que uno de los gritos unánimes del 15-M sea el de “¡No nos representan!” Y sabiendo leer lo que en profundidad se quiere decir con ello, la consigna no está sólo dirigida contra la clase política, sino contra todo un stablishment que en todos los ámbitos de la sociedad ejerce un control asfixiante sobre la vida de la gente. Cuando al actor Willy Toledo se le recibe en la acampada y las asambleas de la Puerta del Sol con una notable desconfianza, no exenta de cierta hostilidad, no hay nada personal en ello. Simplemente, para los acampados no es más que la representación, en su ala izquierda, de un stablishment cultural que forma parte –en mayor o menor grado de cercanía– de unas elites que buscan sepultar, en su gérmenes, cualquier manifestación artística o cultural que se sale de lo establecido. Algo similar a la actitud mostrada ante unos monopolizados medios de comunicación, percibidos –correctamente– como las nuevas ‘divisiones acorazadas’ con las que la clase dominante y su régimen político inducen a la confusión y la subversión de las conciencias, estableciendo una especie de pensamiento único, difundiendo mentiras y medias verdades con las buscan crear en cada momento los climas de opinión necesarios para imponer sus proyectos y sus intereses al 90% de la población. “Nos mean encima y la prensa dice que llueve”. La síntesis, hecha por uno de los acampados de Barcelona tras la violenta represión de la Plaza de Cataluña, refleja con exactitud el papel de los grandes medios de comunicación, especializados en manipular y tergiversar la realidad en beneficio del poder establecido. Podríamos seguir enumerando multitud de ejemplos en los que el 15-M supone un cuestionamiento total del régimen político, social, económico y cultural y de las elites que han hecho de su existencia su privilegiado modo de vida. Algo más que evidente para cualquiera que haya pasado por las acampadas, asambleas y manifestaciones de este último mes y medio. Un mundo de alternativas Sin embargo, uno de los aspectos más esperanzadores del movimiento 15-M, es que no se queda en la denuncia de todos y cada uno de los aspectos en que se manifiesta el decadente régimen que domina nuestras vidas. Sino que al mismo tiempo buscan, y proponen y ensayan, alternativas para cada uno de ellos. La explosión de lucha, vitalidad y energía transformadora que se ha agrupado tras el 15-M no se reduce sólo a sus exigencias de una democratización real de la vida política y un cambio sustancial en la distribución de la riqueza. Van más allá. Frente a la manipulación de los medios de comunicación, la respuesta inmediata ha sido la creación de unos medios propios alternativos. La difusión de las convocatorias, las consignas y las formas de organización a través de la red, la creación de una televisión propia difundida por internet, los intentos de crear una radio propia,… El 15-M no se limita a denunciar el papel de los medios y su parcialidad, sino que crea los suyos propios. Frente al control de unas pequeñas oligarquías sobre los grandes partidos mayoritarios, la creación de una multitud de organizaciones de carácter político (Democracia Real Ya, Juventud Sin Futuro, No Les Votes, Afectados por la Hipoteca, Estado del Malestar, Asamblea de Desempleados, Coordinadora de Asambleas de Trabajadores,…) de las que cualquiera puede formar parte y en las que la voz, y la capacidad de decisión, de todos vale lo mismo. Frente a unas cúpulas sindicales que siempre se han querido presentar como el único cauce legítimo para la movilización, el 15-M ha puesto de manifiesto cómo, o cambian sustancialmente, o pasarán a ser vistas como un freno. Ante sus lamentos y justificaciones sobre la dificultad de mover a la gente para no convocar luchas o firmar pactos (como el de las pensiones) contrarios a los intereses del 90% de la población, el 15-M ha sacado a la luz una realidad completamente distinta. La gente sí que quiere unirse y luchar, existe una inagotable energía entre el pueblo, basta con confiar en él y ponerla en movimiento. Y no sólo en las grandes movilizaciones unitarias, también en las pequeñas batallas cotidianas, como la lucha contra los embargos hipotecarios y los desahucios, el 15-M está sabiendo levantar formas de lucha alternativas y eficaces. Una multitud de organizaciones, agrupaciones e iniciativas independientes de todo tipo se han hecho visibles en torno al 15-M. Desde organizaciones de trabajadores hasta de pequeños y medianos empresarios, desde organizaciones políticas a movimientos sociales y ciudadanos, pasando por una infinidad de iniciativas culturales –sellos discográficos, editoriales, medios de comunicación, productoras de cine y televisión, grupos de dinamización cultural de barrios y pueblos,… Toda una explosión de energía, creatividad y pluralismo que refleja –cada una a su nivel y en su ámbito específico de actuación– a una sociedad española, que como decía Marx de la de comienzos del siglo XIX, está llena de vida y repleta, en todas sus partes, de fuerza de resistencia, de energía transformadora y de nuevas ideas y alternativas desde (y con) las que construir un futuro para nuestro país y para nuestro pueblo completamente distinto al que los Obama, Merkel y Botin quieren condenarnos. El 15-M mantiene su apoyo ciudadano El Movimiento 15-M mantiene intacta la simpatía ciudadana (…) A principios de junio, cuando el movimiento era solo una protesta incipiente y no se sabía siquiera cuánto duraría, el 66% la apoyaba; ahora, casi un mes después, el porcentaje de respaldo se mantiene en el 64% (…) Así, el 71% de los españoles (83% entre los votantes del PSOE y 54% entre los del PP) considera que el 15-M es un movimiento pacífico que pretende regenerar la democracia, frente a un reducido 17% que lo considera un movimiento radical, antisistema, que pretende sustituir el actual sistema por otro. Ese respaldo ciudadano está sustentado en un amplísimo apoyo a las propuestas que se han hecho desde las asambleas del 15-M. Un 79% (hace un mes era el 81%) asegura que los llamados indignados tienen razón (…) Las dos peticiones más apoyadas (por el 89%) son que los delitos de corrupción no prescriban y que las grandes empresas no puedan hacer despidos colectivos mientras tengan beneficios. Las siguientes medidas más apoyadas tienen que ver con los bancos y se refieren a la posibilidad de que devuelvan el dinero público que han recibido para solventar su crisis; el establecimiento de la llamada dación hipotecaria, es decir, que se cancele la deuda hipotecaria con la entrega de la vivienda a la entidad bancaria; que se deje quebrar a los que tengan problemas, sin socorrerles; que las viviendas vacías se ofrezcan como alquileres a los jóvenes y que exista una banca pública. En coherencia con esos porcentajes, un 68% apoya que haya mayor control público sobre la economía para defender los intereses colectivos (…) La repercusión electoral del Movimiento 15-M será, según los encuestados, un incremento de los votos en blanco, de los nulos y de las opciones minoritarias, y se considera que los dos grandes partidos serán los más castigados por ese malestar ciudadano. EL PAÍS. 26-6-2011

Deja una respuesta