Fue el también editor Lara (el patriarca del Grupo Planeta) quien acuñó la expresión «peste amarilla» para referirse a la colección Panorama de Narrativas de la entonces todavía jovencísima editorial Anagrama. Para el «monstruo» de la edición, el éxito de los libros de portada amarilla de aquel pequeño rival resultaban una sorpresa molesta. Y es que Anagrama, no sólo editaba libros, muy buenos libros, sino que además se fue convirtiendo con el paso del tiempo en una editorial de referencia, en una expresión de literatura de calidad, en una puerta abierta a las literaturas menos conocidas, los autores más escondidos, las obras más inaccesibles… Precisamente lo que demandaba un lector hambriento como el que emergió en España después de 40 años de censura y autarquía literaria.
Anagrama nació en la estela de mayo del 68 y no or casualidad. La bocanada de aire libre de aquella revuelta pareció no afectar a la costra gigante y anquilosada de un régimen que parecía inmune a los cambios del mundo, pero por los numerosos y dilatados tuneles que una parte de la sociedad española venía cavando hacía tiempo, aquel aire de renovación y revuelta sopló como un viento de libertad que dio impulso a numerosos proyectos de futuro. España, una nación de gran tradición literaria, vivía encorsetada dentro de un arnés semifeudal, que detestaba la cultura y consideba a los libros un peligro público. Gran parte de la literatura universal ni se traducía ni se editaba. Y eso, que afectaba incluso a grandes clásicos, era la norma y la costumbre en lo que se refería a los autores contemporáneos. Con el impulso del viento de mayo soplando a sus espaldas y la clara visión del enorme hueco que había que rellenar en el mundo editorial español, una serie de "Quijotes" decidieron echarse al campo, aun a sabiendas de que la cosa no iba a ser fácil, y de que aún estaba encendida la "lucecita de El Pardo". Uno de esos Quijotes fue Jorge Herralde, nacido en Barcelona en 1935, licenciado en Ingeniería industrial por tradición familiar, pero con un gran "sueño" que materializar: crear su propia editorial. Un "sueño" que ahora cumple 40 años, devenido ya plenamente en una realidad incontestable: Anagrama no sólo ha sobrevivido a todas los desafíos imaginables (políticos, económicos, tecnológicos y culturales), sino que en cada uno de ellos ha dado "un salto adelante" hasta consolidarse como de una de las grandes referencias literarias y culturales de la edición en español y, en cierta forma, como un reducto esencial de esa filosofía editorial que apuesta por el riesgo, por la aventura, por la calidad… aunque, muchas veces, eso sea apostar por "el fracaso" y "la ruina". El prototipo de esa filosofía podría ser el caso de Bolaño, un escritor que acudió a Anagrama cuando nadie lo conocía, que publicó prácticamente toda su obra en Anagrama y que hoy es un autor indiscutido, uno de los "grandes". Lo mismo puede decirse de Vila-Matas, incluso aunque ahora haya decidido abandonarla. La nómina de apuestas narrativas es interminable y puede rastrearse en el excepcional catálago de la editorial, constituido por un fondo de 3000 títulos, en los que podemos rastrear a autores como Truman Capote, Vladimir Nabokov, Jack Kerouac, Raymond Carver, Charles Bukowski, Norman Mailer, Paul Auster … Su fondo editorial es esencial para conocer la literatura americana más renovadora, desde la "generación beat" al "nuevo periodismo", la última generación de la gran literatura británica (Ishiguro, Kureishi, Barnes, McEwan, Coe…), algunos de los verdaderos "grandes" de la actual narrativa europea (el alemán Sebald, el italiano Magris, el irlandés Banville) y, de forma muy destacada, sobre todo en los últimos tiempos, la "gran ola" de escritores hispanoamericanos porteriores al boom: empezando por Bolaño y por Pitol, y siguiendo por Ricardo Piglia, Alan Pauls, Juan Villoro, Pedro Juan Gutiérrez, Mario Bellatin, etc. Sin olvidar, claro, sus apuestas "nacionales": desde Vila-Matas, Álvaro Pombo o Rafael Chirbes… hasta Kiko Amat. Con 40 años ya a sus espaldas, Anagrama se ha convertido en un pilar esencial de la vida cultural, literaria y editorial española, sin renunciar a su filosofía ni caer en la tentación de "traicionar" a la literatura para sobrevivir. Todo un ejemplo. ¡Felicidades Herralde!