La selección española, oro en el Europeo de baloncesto

La ÑBA pone Europa a sus pies

Pocas veces se ha jugado tan bien a baloncesto. Pocas veces se ha visto una superioridad tan insultante en la final de todo un Europeo. Pocas veces todo un paí­s se ha reconocido de forma tan entusiasta en un grupo de deportistas. Pocas veces los éxitos deportivos han supuesto un revulsivo polí­tico y social tan saludable. Los Gasol, Navarro, Rudy Fernández y compañí­a -esa irrepetible selección española de baloncesto bautizada brillantemente como la ÑBA- ha conquistado por fin el ansiado oro europeo, barriendo a Serbia en la final como antes habí­a hecho con Grecia, Francia o Lituania. Y con sus victorias, con la exultante combinación de trabajo a destajo y talento sin lí­mites, han puesto en pie a toda España, y a sus pies a toda Europa.

Esaña ha confirmado por fin su avasalladora superioridad en el baloncesto europeo -convirtiéndose, sin ninguna duda, en el equipo que ha dominado el continente en la última década- con el broche de oro de una medalla de oro en un Europeo.La derrota en el último segundo en el Europeo de Madrid era una cuenta pendiente. Y cuando los Gasol y compañía se marcan entre ceja y ceja un objetivo, el mundo puede echarse a temblar.Hoy las crónicas hablan de las jugadas maravillosas, del arrollador juego ofensivo de la selección, del inabarcable talento de sus jugadores. Pero convendría echar la vista atrás, y comprobar que ha sido la defensa, el esfuerzo y el trabajo a destajo, la base imprescindible de este éxito histórico.La fatídica combinación de varias lesiones, el escaso trabajo previo de hombres claves, especialmente Gasol, y el necesario acoplamiento a un nuevo entrenador, determinaron que España encadenara varias derrotas en la primera fase, colocándose en una situación límite. Ante Gran Bretaña, una selección manifiestamente inferior, España estuvo virtualmente eliminada durante varios minutos. Con Eslovenia nos jugamos nuestra supervivencia en la competición en una agónica prórroga.Y entonces, cuando las dificultades se amontonaban y el fantasma del fracaso se cernía agigantado por los agoreros de turno… Entonces, cuando se mide el espíritu competitivo de los equipos, España resurgió majestuosamente. Y lo hizo desde la defensa, desde el trabajo y el esfuerzo.Gasol, Rudy o Navarro poseen un innato talento ofensivo. Pero el oro de este Europeo se ha fraguado en el el sacrificio defensivo, en la extenuante persecución del adversario.En los últimos cinco partidos, los adversarios de España apenas han podido anotar sesenta puntos. Tony Parker, el afamado base francés tres veces campeón de la NBA, acabó desquiciado por la defensa española. El serbio Teodosis, que acababa de meter 35 puntos en la semifinal, no pudo encontrar camino alguno entre el bosque de brazos españoles.Sólidamente edificados los cimientos ofensivos, la selección pudo desplegar su apabullante baloncesto ofensivo, rápido, fugaz, brillante, una metralleta de puntos comandada por un imperial Pau Gasol, una vez más MVP del torneo.Conviene resaltar ahora el compromiso sin límites de este grupo de jugadores con la selección nacional. Todos los equipos sufren las deserciones de sus estrellas NBA, que anteponen su multimillonaria carrera en EEUU a su periódica cita con su selección. Todos, menos los jugadores españoles.Tras ganar el anillo de la NBA, Pau Gasol se enfrentó a los Lakers para poder jugar el Europeo. Cuando se lesionó semanas antes de comenzar el Europeo se negó a abandonar, y ha comandado la nave española hacia una victoria histórica.Y sus éxitos deportivos han sido también un revulsivo político y social.Una sola imagen lo ejemplifica. El grupo de aficionados españoles que ha viajado a Polonia para apoyar a la selección exhibía una ikurriña con el toro de Osborne en el centro. Extraordinaria síntesis espontánea. Tan vascos como españoles. Tanta pluralidad como unidad. Como el triunfo de la selección de fútbol en la Eurocopa, los éxitos del baloncesto español han generado una corriente de reconocimiento, de unidad, de emoción colectiva compartida, que es todo un antídoto contra la disgregación.Los profundos sentimientos de unidad compartidos por todo el pueblo español, que tiene casi cegada su expresión en el ámbito político, se desbordan allí donde pueden manifestarse. Y el deporte concede una inmejorable oportunidad para ello.Pero los Gasol y compañía han demostrado también -como lo han hecho los Nadal o Indurain- la extraordinaria energía de la sociedad española cuando se plantea un objetivo sin límites ni complejos.Esa energía que es sistemáticamente triturada por una clase política jibarizada, por una élites económicas mezquinas, que relegan al país a un papel sistemáticamente subalterno de los grandes centros de poder mundial.¡Que no seríamos capaces de hacer si España estuviera dirigida por el ejemplo de Gasol!

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