Novela Gráfica

La muerte rosa

Imaginen que esta mandanga del Covid19 se recrudece y se perpetua en el tiempo varios años. El estado de sitio se impone y queda completamente prohibido salir a la calle sin un traje de protección especial. Ya nadie se refiere al Covid19, se le conoce simplemente como “el virus”, y cada x tiempo, se produce un rebrote. El teletrabajo se ha impuesto, el control telemático a los ciudadanos también, las relaciones personales y la economía se han adaptado a la nueva situación: el confinamiento es la norma, las aplicaciones para ligar son la única forma de conocer gente, los alimentos ecológicos son un capricho para millonarios, la civilización se ha convertido en el sueño húmedo del dueño de Amazon. 

Este es el estimulante punto de partida de La muerte rosa, novela gráfica dividida en dos volúmenes (Dentro del traje y Desnudos) que el año pasado publicó el sello valenciano Che Books. Por supuesto, el protagonista, Miguel, un tele profesor, a partir de una serie de fortuitas carambolas del destino, comenzará a investigar, rascando sobre la superficie de esta sociedad adocenada, y a descubrir que no todo es como le están contando. Y hasta ahí puedo leer. 

Jaume Pallardó tiene algo de moderno Nostradamus, le ha salido un cómic visionario, una distopia pandémica pavorosamente realista. Aparte de una trama adictiva que hace que te leas los dos volúmenes de una sentada, cabe destacar un excelente diseño del espacio, en especial de lo arquitectónico. La ciudad sin nombre en la que se desarrolla la acción mezcla elementos de la escuela Bahuaus con esas construcciones mastodónticas habituales en los países de la órbita soviética, una arquitectura racionalista, fría, deprimente, que empequeñece lo humano y en la que la sentencia de Ayn Rand: “la felicidad solo es posible para los racionales” resuena amplificada puesto que en ese “futuro cercano” que nos presenta Jaume, solamente son felices los que se creen la versión oficial imperante. No hay coches que vuelan ni robots prodigiosos, todo resulta más familiar, creíble, una infelicidad colectiva más próxima a Fahrenheit 451 que a Blade Runner. 

Ese espacio que sepulta lo humano sirve también para crear viñetas donde se juega al concepto de ausencia significativa. Pienso, por ejemplo, en las secuencias finales de El eclipse de Michelangelo Antonioni, donde la completa desaparición de los protagonistas activa la comprensión total del desenlace. 

 La muerte rosa, en definitiva, viene a alertar de la que se nos viene encima y de qué manera podría el sistema utilizar el virus en beneficio propio, generando, a la larga, una sociedad de individuos miedosos, e-consumistas y adormecidos. 

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