La mayor ofensiva de hegemoní­a polí­tica alemana

«No hay ningún paí­s que tenga a la opinión pública preparada para lo que indudablemente va a ser el mayor cambio en la polí­tica social del último siglo. Por ello, incluso aceptando el Pacto de Competitividad propuesta por Angela Merkel como un mecanismo post-crisis, carece de credibilidad ya que está construido demasiado como una imposición alemana de su propio orden económico y social a otros paí­ses.»

Como dice Münchau, que es alemán, "esto es la mayor ofensiva de hegemonía olítica alemana que he visto en mi vida". Es el precio que impone por incrementar su capacidad de préstamo. El columnista asegura que como todo quid pro quo (algo a cambio de algo) cree que se debería pedir a Alemania algo más que sólo un fondo de rescate mayor. Münchau concluye: "seguro que no es una proposición atractiva para España, por ejemplo, que las normas laborales vengan de Berlín, la moneda venga de Frankfurt y las deudas permanezcan en España. No estoy seguro de qué crisis va a resolver el mecanismo. (EL ECONOMISTA) LA VANGUARDIA.- Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU. en España, actúa como enlace entre las cajas y posibles inversores estadounidenses. “Interés por parte de los fondos hay, pero creo que será muy difícil que haya operaciones porque es muy complicado valorar las cajas tal y como está la situación regulatoria actual y además también es muy difícil valorar las cajas por todo el problema inmobiliario”. No es el único freno a la entrada de capital privado: “Dar dinero para que siga gestionando la caja el mismo equipo directivo que la ha pilotado hasta ahora me parece casi imposible”, añade Malet. La alternativa sería pues la de que esos inversores tomara parte en la gestión. EL PAÍS.- El último Consejo Europeo, celebrado la semana pasada, ha abierto la caja de los truenos. A propuesta de Ángela Merkel (con el seguidismo de Sarkozy) se ha comenzado a discutir un plan de competitividad para la zona euro que sirva de contrapartida a la ampliación y flexibilidad del fondo de rescate para países en dificultades. En esencia, este pacto defiende la desvinculación de los salarios y la inflación (el nuevo binomio sería salarios versus productividad), la limitación del déficit y la deuda por ley, la armonización de la edad de jubilación, una misma base fiscal para el impuesto de sociedades, una misma estrategia de rescate para bancos en apuros, y el reconocimiento mutuo de las titulaciones y los programas de formación. Crisis. El Economista Los planes de Merkel son "una tontería" F. L. Los mercados se relajan y parece que hay una posición común para resolver la crisis de la Eurozona con el Pacto de Competitividad. Parece que la crisis de deuda soberana se ha acabado… o no. Al menos eso piensa el columnista del Financial Times Wolfgang Münchau, que gráficamente titula su pieza "Europa planea solucionar la crisis equivocada". Münchau comienza diciendo en su artículo que si la visión que tenemos de la crisis actual es un mero ataque de los especuladores, podemos decir que la crisis ha terminado. Pero él asegura que eso es "intelectualmente perezoso", como lo es pretender que la crisis actual es puramente fiscal. De hecho, señala que eso sólo lo fue puramente en Grecia, por lo que piensa que un cambio de régimen fiscal no es, lógicamente, la solución, ya que el problema no es sólo de las cuentas públicas del Estado. El columnista da su propia visión de la situación actual: "es una crisis de pasivo exigible que proviene de sistemas bancarios insuficientemente capitalizados y fragmentados nacionalmente y agravada por un problema de competitividad". La competitividad no sería tan seria si no viniera acompañada de la deuda, según el columnista. Los planes de Merkel, "una tontería" Por lo tanto, su idea es que la crisis actual proviene del sistema financiero y si se quiere resolver, un plan para armonizar la edad de jubilación o mejorar la movilidad laboral entre países "es una tontería", según sus propias palabras. Muchau defiende que para empezar a resolver la crisis de una manera seria habría que empezar por un plan global a nivel de la Unión Europea para recapitalizar y reducir el tamaño del sistema financiero. Y después, el tabú: reestructurar la deuda que sea necesario reestructurar. Por ello, se pregunta: "¿Por qué soñar con mecanismos de coordinación política en un mundo post-crisis en vez de solucionar la crisis que ya tenemos?". El columnista del FT defiende que hay dos asuntos críticos para solucionar la crisis: la recapitalización de la banca y la reestructuración de la deuda soberana. Pero se muestra muy pesimista, ya que cree que se está retrocediendo en el primero y probablemente se está infravalorando el segundo. Las reticencias políticas Münchau asegura que el coste de recapitalizar el sector a nivel europeo podría ascender a entre 100.000 y 200.000 millones de euros, y asegura que tras lo que sucedió con los test de estrés el año pasado y viendo lo que se comenta de los nuevos "se volverá a intentar esconder la verdad". "¿Por qué se opone la UE a resolver la crisis?", se pregunta Münchau, que da dos razones fundamentales. La primera es que cada regulador bancario se centra exclusivamente en la competividad de sus propios bancos, temen auténticos test de estrés que pudieran poner en desventaja a sus bancos. La segunda es muy simple: costaría mucho dinero del contribuyente nacionalizar y recapitalizar los bancos. El columnista se sorprende también de oír que los rescates no costarán nada al contribuyente, ya que da por supuesto que habrá reestructuraciones de deuda. Pensar que Grecia e Irlanda podrán pagar toda su deuda a tiempo "es un triunfo de la esperanza sobre cualquier cosa que sepamos sobre la historia de las crisis financieras". Por ello, asegura que una vez que se comience a resolver la crisis de verdad, será muy caro: los créditos están garantizados y una vez que comience la reestructuración habrá grandes pérdidas para bancos y aseguradoras y muchas de ellas acabarán a cargo del contribuyente. Además, cree que una solución genuina de la crisis (como la que propone él) es políticamente arriesgada. Los políticos ven más oportuno hablar de competitividad, que es algo que conocen y que es más fácil de comunicar, aunque recuerda que en esta materia la historia no está de su lado, como demuestra la agenda de Lisboa, que ya era un plan intergubernamental para mejorar la competitividad de la Unión Europea. Como dice Münchau: "mejorar la competitividad del sur de Europa no es algo que se puede acordar en una cena, requiere de una pérdida de soberanía nacional masiva y profundas incisiones en los sistemas de negociación colectiva nacionales". Y para lograr esto, no hay ningún país que tenga a la opinión pública preparada para lo que indudablemente va a ser el mayor cambio en la política social del último siglo. Por ello, incluso aceptando el Pacto de Competitividad propuesta por Angela Merkel como un mecanismo post-crisis, carece de credibilidad ya que está construido demasiado como una imposición alemana de su propio orden económico y social a otros países. Como dice Münchau, que es alemán, "esto es la mayor ofensiva de hegemonía política alemana que he visto en mi vida". Es el precio que impone por incrementar su capacidad de préstamo.El columnista asegura que como todo quid pro quo (algo a cambio de algo) cree que se debería pedir a Alemania algo más que sólo un fondo de rescate mayor: citando a Silvye Goulard, una europarlamentaria francesa liberal, dice que si Merkel habla de competitividad, otros tienen derecho a hablar de eurobonos. Münchau concluye: "seguro que no es una proposición atractiva para España, por ejemplo, que las normas laborales vengan de Berlín, la moneda venga de Frankfurt y las deudas permanezcan en España. No estoy seguro de qué crisis va a resolver el mecanismo de la señora Merkel. La (crisis) que ya he venido observando en el último año continuará". EL ECONOMISTA. 7-2-2011 Cajas, La Vanguardia Los fondos de capital entrarán en las cajas sólo si controlan la gestión C. Lafraya / E. Magallón La conversión en bancos de la mayor parte de cajas de ahorros españolas abre un escenario inédito para estas entidades, obligadas a buscar capital para garantizar su futuro. El camino, no obstante, está lleno de obstáculos. Ninguna entidad quiere, a priori, sentar a un funcionario público en su consejo de administración, por lo que los presidentes y directores generales de las cajas han llamado en primer lugar a las puertas de los inversores privados. Un socio de un fondo de capital riesgo inglés, que prefiere mantenerse en el anonimato, defiende que no entrará en las nuevos bancos cotizados porque para entrar en los grandes, habría que poner 400 o 500 millones de euros para tener “un paquete muy minoritario”; mientras que entrar en el capital de las pequeñas “me da cierto pánico” porque uno nunca sabe lo que puede encontrarse en ciertas cajas locales. Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU. en España, actúa como enlace entre las cajas y posibles inversores estadounidenses. “Interés por parte de los fondos hay, pero creo que será muy difícil que haya operaciones porque es muy complicado valorar las cajas tal y como está la situación regulatoria actual y además también es muy difícil valorar las cajas por todo el problema inmobiliario”. No es el único freno a la entrada de capital privado: “Dar dinero para que siga gestionando la caja el mismo equipo directivo que la ha pilotado hasta ahora me parece casi imposible”, añade Malet. La alternativa sería pues la de que esos inversores tomara parte en la gestión. “Si entran habrá una limpieza mucho más profunda que la que se ha hecho hasta ahora, con mayores recortes de personal y cierre de oficinas”, opina el director de Banca Privada de Mirabaud Gestión en Barcelona, Tomás Termens. Los expertos creen que sólo un drástico ajustes de costes y una fuerte reestructuración podría permitir a esos fondos conseguir su objetivo de vender su paquete con beneficios a los pocos años. No obstante, el abanico de posibilidades que se abre para el sector es diverso. Hay que diferenciar entre fondos soberanos, fondos oportunistas especializados y fondos de capital riesgo. Los primeros son los vinculados a gobiernos como el de Arabia Saudí. Los oportunistas especializados son básicamente estadounidenses que en el pasado han protagonizado operaciones como la de TPG en el banco de EE.UU. Wachovia o la de JC Flowers en el alemán Hypo Real Estate. Precisamente, JC Flowers estudió su participación en Banca Cívica. En cuanto a los fondos de capital riesgo, apenas muestran interés por entrar en los nuevos bancos, pero codician sus participadas industriales. Erwin Roex, socio para la Península Ibérica y Latinoamérica de Coller Capital, firma con sede en Londres, especializada en adquirir carteras enteras a bancos o grupos industriales en Europa considera que “sí hay dinero para invertir en las participadas de las cajas de ahorro españolas”, pero “con mucha cautela”. Coller Capital estudia ya algunos paquetes íntegros de participadas de cajas, cuyos nombres no puede desvelar. Esta firma dispone de 737 millones de euros para comprar y prepara un nuevo fondo de compra con 3.682 millones de euros. Roex reconoce que en su casa matriz suena bien la música de invertir en este negocio. “Nos interesan los activos no cotizados de las cajas que tienen en sus balances”. Más allá de los fondos (ya sean oportunistas, soberanos o de capital riesgo) el otro gran grupo de instituciones que podría estar interesadas en las cajas son las aseguradoras. Esta misma semana, la española Mapfre dio por seguro que comprarían acciones del banco de Caja Madrid y no descartó que también puedan entrar en otra caja. Preguntado por esta posibilidad, la aseguradora Zurich señaló que “estamos siempre abiertos a oportunidades que encajen en nuestra estrategia y requisitos financieros”. El tercer grupo de posibles accionistas son los clientes de esas propias cajas. Tomás Termens cree que “las cajas no tendrán problemas si lo colocan a través de las red de oficinas”. Si finalmente las cajas no consiguen accionistas privados se verán abocadas a llamar a la puerta del Gobierno y pedir que sean seminacionalizadas. Eso sí, el consejero delegado de un importante banco español recuerda que si el Estado entra en el capital de las cajas desde el minuto 1 esa participación estará en venta. El proceso de reestructuración va para largo. LA VANGUARDIA. 6-2-2011 Opinión. El País Los restos del modelo europeo Joaquín Estefanía El último Consejo Europeo, celebrado la semana pasada, ha abierto la caja de los truenos. A propuesta de Ángela Merkel (con el seguidismo de Sarkozy) se ha comenzado a discutir un plan de competitividad para la zona euro que sirva de contrapartida a la ampliación y flexibilidad del fondo de rescate para países en dificultades. Se trata de un paso más para trascender la Unión Monetaria y avanzar en ese gobierno económico por el que todos suspiran. En esencia, este pacto defiende la desvinculación de los salarios y la inflación (el nuevo binomio sería salarios versus productividad), la limitación del déficit y la deuda por ley, la armonización de la edad de jubilación, una misma base fiscal para el impuesto de sociedades, una misma estrategia de rescate para bancos en apuros, y el reconocimiento mutuo de las titulaciones y los programas de formación. No hay un camino único para llegar al gobierno económico. Este que se ha escogido obedece a la práctica conservadora de la mayoría de los dirigentes europeos. Alemania y Francia están administradas por Ejecutivos y líderes de derechas, como también lo son el presidente del Consejo Europeo, Van Rompuy, el presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, por no hablar del gobernador del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet. Son estos personajes los que marcan la actual vía de salida a la crisis y al futuro de la Unión Europea (UE). El plan de competitividad no se ha aprobado aún, sino que quedó para su maduración definitiva en una nueva cumbre del Consejo Europeo en marzo. Por lo que se sabe, hubo división de opiniones sobre su método y su contenido. Se aprobará con la aquiescencia de los ministros de Economía de la eurozona, lo que generó la protesta de la Comisión por su ninguneo: ¿para qué sirve la Comisión Europea si se obvia su papel en una reforma tan significativa como esta? En cuanto a las medidas, distintos países y agentes económicos y sociales se preguntan qué quedará del modelo europeo de concertación social si se fijan por arriba aspectos tales como los salarios o la jubilación. Si estuviese en marcha ese plan de competitividad, el Acuerdo Social y Económico (ASE) recién firmado en España, habría sido extemporáneo. ¿Qué les quedaría a la patronal y los sindicatos, que están intentando acordar el modelo de negociación colectiva, si este no es el mismo que dicta Bruselas? ¿Para que servirán, a partir de ahora, los pactos sociales, tan familiares en la cultura europea? Si en los convenios colectivos se desvincula la negociación de salarios de la evolución de los precios (pasados, no futuros) se acabaría con el modelo de cláusula de revisión que es el que permite adaptar los aumentos de sueldos a las subidas de la inflación, y por tanto evitar la permanente pérdida de poder adquisitivo de los salarios y que las empresas recuperen las pérdidas adelantadas (por ejemplo, en 2010, la subida salarial fue del 1,1% y la inflación estuvo por encima del 3%). Frente al pragmatismo americano, Europa se blinda en su rigidez. ¿Cómo se saldrá de las próximas recesiones si se limita por ley el déficit o la deuda? Practicando excepciones selectivas según el poder de cada país: como hicieron Alemania y Francia cuando superaron el techo del déficit (3% del PIB) fijado en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, durante cinco ejercicios consecutivos, desde el año 2001 (cuando todavía no había llegado la Gran Recesión); o mirando hacia otro lado cuando países como Italia multiplican el porcentaje aceptado de deuda pública (el 60% del PIB) de modo sistemático; o aplaudiendo, como ha hecho Sarkozy (en una reciente carta, una vez firmado el pacto, elogiaba "las valientes decisiones del Gobierno español. Suponen una importante contribución a una zona euro más convergente, más estable y más fuerte"), la subida de la edad de jubilación de los demás, mientras en Francia se continúa por debajo de la media. Entre las huellas que deja la Gran Recesión está una interpretación cada vez más restringida del modelo social europeo, sin tener en cuenta cuestiones tales cómo quiénes fueron sus principales responsables, qué ideas la propiciaron y quiénes se han beneficiado más de los desequilibrios que ahora se intentan paliar. Asombroso. EL PAÍS. 7-2-2011

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