Manifestación 12-D

La manifestación no necesita tijeras

Las irrisorias cifras que aportan la agencia EFE o la empresa Lynce (para El Paí­s) sobre la asistencia a la manifestación, así­ como los furibundos ataques que algunos sectores de la prensa han lanzado contra los sindicatos y los asistentes, han dejado veladas dos cifras significativas.

La rimera es la de 20.000 personas que se calcula que no pudieron acudir a la manifestación por problemas del transporte ferroviario. Los problemas ferroviarios a la hora de mutilar asistencias no es nuevo. Debemos evocar aquí la histórica jornada de la manifestación del 15 de febrero en Madrid contra la Guerra de Irak, con la asistencia de dos millones de personas, cuando los servicios de RENFE se colapsaron y no permitieron la llegada de muchos porque la compañía no reforzó los servicios de trenes de cercanías. Reconoció que “no esperaba una afluencia tan masiva” (El País, 18/2/2003). Ni la esperaba, ni la deseaba.La segunda cifra es horaria: las 15.30. Es la hora a la que la eficacia de los servicios de limpieza municipales de Madrid no dejó ni un papel en el suelo como recuerdo de la magnífica movilización. Como si nada hubiera pasado. Hora también a la que cerraron los telediarios. Hora en la que empezó el silencio, la vuelta a la normalidad. Al día siguiente el periódico general de mayor tirada dedicaba un minúsculo apartado en una columna de portada para la noticia. El más radical por la izquierda ponía en primera plana los trabajadores de Air Comet poniendo en evidencia a su jefe, el presidente de la patronal, y las siete nóminas que les deben a muchos trabajadores (los cuales por cierto han suspendido la huelga prevista al llegar a un acuerdo tras la movilización del día 12). Si a eso sumamos el silencio sobre las pancartas contra la banca y el gobierno, incluso la petición de nacionalización de la banca ante el secuestro de los recursos necesarios para cambiar el modelo económico en España, se ha convertido al gigante en un eunuco. Grande sí, pero no tanto y sobre todo, castrado. El peor enemigo que tiene la manifestación no hay que buscarlo en la derecha cavernaria.

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