¿Consentimiento o deseo?

La ley del deseo

El consentimiento ha colonizado el discurso. Pero ante un encuentro sexual, ¿debemos aceptar o desear?

A día de hoy nadie (de bien) duda de la importancia del consentimiento para que dos personas adultas mantengan relaciones sexuales. Es una condición imprescindible pero, ¿es suficiente?

El consentimiento es un término contractual, “autorización”, “permiso” o “conformidad” son algunos de sus sinónimos según la RAE. Consentimos al tratamiento de nuestros datos personales o aceptamos que tal aplicación del móvil acceda a nuestra ubicación.

Sin embargo, el consentimiento como pilar exclusivo de las relaciones sexuales tiene varios problemas (patriarcales). En primer lugar, sitúa a las personas que consienten como objetos de la relación sexual, y no como sujetos activos. Todavía atascada en antiguos prejuicios, la sociedad parece seguir defendiendo que el varón no puede contener su inagotable deseo sexual, ante lo que la mujer (carente de deseo) solo puede decidir si accede y le complace (consiente) o no.

En segundo lugar, en tanto que concebimos el consentimiento como un contrato, se percibe como vigente para toda la relación sexual. Pero bien sabemos que el deseo no tiene por qué mantenerse durante toda la interacción.

En un testimonio recogido por Roxane Gay, una chica llamada Elissa cuenta que, aunque deseaba tener sexo con un chico, durante el encuentro comenzó a sentir dolor y a llorar. Cuando él le preguntó si quería que continuara, ella deseaba parar pero respondió en voz baja “sigue”.

¿Por qué una persona que está compartiendo tal momento de intimidad con otra (que comienza a llorar) necesita preguntar si quiere parar? ¿No debería basarse un encuentro sexual en la interacción y el contacto con los estados emocionales y físicos de tu compañero/a?

Feministas y teóricas han denunciado que el discurso del “sí es sí” carga a la mujer con la responsabilidad de no ser violentada, que debe saber exactamente qué es lo que quiere anticipadamente para poderlo expresar con claridad.

Era Elissa pero podría ser yo, podrías ser tú o podría ser cualquiera de las mujeres que conoces. Según el Instituto de la Mujer, el 58% de las jóvenes entre 18 y 25 años han mantenido relaciones sexuales “sin tener ganas”, con la intención de complacer.

Accedemos a madrugar cada mañana, a trabajar en cosas que no nos gustan, a comer ensalada cuando no tenemos ganas. ¿Por qué guiarnos por la misma lógica en nuestra sexualidad? Es hora de reivindicar el deseo sexual femenino, los encuentros deseados, para sentir placer y no para complacer.

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