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La industria española, descolgada

La Comisión Europea acaba de lanzar un interesante informe sobre el estado de la industria en los países de la zona. Su diagnóstico no es muy positivo para el sector, con algunas salvedades. Pero resulta bastante negativo para España, que en los últimos años ha perdido posiciones de forma alarmante hasta el punto de dejar el sector con una aportación de apenas el 13,3% del valor añadido del conjunto de la economía, por debajo del 15% de media en Europa. En unos cuantos años, la otrora brillante industria española ha experimentado un deterioro muy sensible, con desaparición estimada del 25% del tejido industrial.

La pérdida de peso de este sector es uno de los corolarios más decepcionantes de la crisis económica de estos últimos años, aunque la industria española siempre ha tenido su punto de vulnerabilidad en la elevada proporción de actividades industriales de poco valor añadido, basadas en el menor coste de la mano de obra, que otras economías, como las emergentes, se han apresurado a rellenar. En todo caso, España entró en la crisis con un sector industrial mucho más fuerte, aunque en su composición ya e adivinaban algunos de los males que se iban a manifestar cuanto los vientos de crisis empezasen a soplar. Una parte sustancial de la caída de peso de la industria se deriva de la crisis de ese otro gran sector de actividad, la construcción.

La caída en picado de este último ha arrastrado a numerosas empresas industriales de tipo medio que habían registrado una fuerte expansión en los años buenos del filón inmobiliario, cuando los fabricantes de todo aquello que necesitaban las viviendas nuevas para su completo equipamiento florecían como nunca lo habían hecho. Industrias fabricantes de puertas, muebles de cocina, sanitarios, mobiliario en toda su amplia gama, azulejos, estructuras de aluminio y, desde luego, los electrodomésticos que equipaban las viviendas, han ido sucesivamente a menos y en algunos casos hasta la desaparición. De este amplio sector auxiliar de la construcción han logrado sobrevivir algunas empresas cuya solidez se ha basado en la apertura a los mercados exteriores.

De da la circunstancia de que algunas de estas empresas se desarrollaron en poblaciones pequeñas, en las que eran prácticamente el único sustento del empleo, que en algunos momentos llegó a alcanzar proporciones muy altas, multiplicando la población de algunas pequeñas ciudades españolas. La venida a menos de estas industrias y en algunos casos su cierre ha dejado sin alternativas de empleo a muchos miles de españoles o de personas llegadas del exterior al calor de una demanda de empleo sobrevenida, que ahora ya es mero recuerdo.

La pujante industria española de los años 70 del siglo pasado no volverá, según creen muchos analistas y expertos. Las producciones industriales españolas de bajo contenido de tecnología han emigrado a otros países más competitivos, por mucho que España haya bajado salarios y facilitado la flexibilidad laboral. Quedan algunos sectores como el del automóvil, una de las industrias que ha salido fortalecida de esta crisis aunque ello no se haya debido al mercado interior, hundido a causa de la débil demanda interna, sino a las exportaciones. La industria española del automóvil sabe fabricar bien y es competitiva en costes, incluyendo a la industria auxiliar que ha ido desarrollando una sólida cartera de pedidos en el exterior.

Pero no hay muchos sectores como el del automóvil, en donde tampoco conviene fiar mucho el futuro debido a que se trata en todos los casos de tecnología ajena y con centros de decisión empresarial muy alejados de nuestro país. España está alarmantemente apartada de todo lo que se relaciona con las nuevas tecnologías que se plasman en los nuevos productos que triunfan en los mercados mundiales, en donde países que hace poco no eran casi nada industrialmente se han posicionado de forma envidiable. Corea es un caso sorprendente. China es otro ejemplo de la nueva ola industrial en la que España no está participando en absoluto. El sector servicios parece nuestro único asidero.

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