Literatura

«La imaginación resuelve todo»

En «El Cultural», Daniel Sada (Mexicali, 1953) narra sus orí­genes literarios, en el México de mediados de los setenta, y recuerda con especial gratitud el encuentro que tuvo aquellos años con dos de las principales «potencias» literarias de su época: Juan Rulfo y Salvador Elizondo. Hoy que la narrativa de Sada constituye uno de los mayores logros de la literatura en lengua española (Bolaño así­ lo pensaba, y para comprobarlo están sus dos espléndidas novelas: «Porque parece mentira la verdad nunca se sabe» -1999, editada por Tusquets- y «Casi nunca» -2008, editada por Anagrama, y Premio Herralde de novela-), resulta de enorme interés esta mirada atrás de Sada, que recupera el peso que tuvieron en su formación dos hombres que ocupan ya un lugar central, no sólo en la historia literaria de México, sino de todo el ámbito cultural hispano.

Tras ublicar, con apenas 23 años, su primera novela, “con un título tan rimbombante” como “Lampa vida” (“lampa es un latinismo que significa explosión pero también desconcierto, y el significado que proyecta esta mezcla de vocablos acertaba cabalmente con mi pretensión: vida explosiva y también vida desconcertante e inesperada”), Sada decidió solicitar una beca del Centro Mexicano de Escritores, donde trabajaban en ese momento como asesores literarios nada menos que Juan Rulfo y Salvador Elizondo. “La beca me fue concedida –cuenta Sada–, pero en la primera sesión de lectura, Rulfo y Elizondo me hicieron pedazos. El enfurecimiento de ambos iba en doble sentido. Rulfo descalificaba toda suerte de alambiques y adornos innecesarios en la expresión. Elizondo, en cambio, me decía que ignorara las recomendaciones de Rulfo, ya que el arte era forma y el fondo siempre está contenido en la forma”. “Por esa época, justo en los años 70 –continúa diciendo– abundaban los libros de teoría literaria. Era común enterarse de la existencia de jóvenes escritores que casi no habían leído novelas pero sí una excesiva carga de teoría literaria. Rulfo me dijo alguna vez que echara a la basura todos los libros teóricos, ya que ese material estaba destinado a los autores que carecían de imaginación. “La imaginación resuelve todo y usted la tiene, más de lo que supone”, me dijo. Sin embargo, las recomendaciones de Elizondo eran harto distintas: me decía que el arte es conocimiento, exploración, búsqueda y que siempre había más preguntas que respuestas. El impulso que me daba Rulfo era: “¡cuente!, ¡cuente!, ¡cuente!, ya que sólo así saldrá a la luz todo lo teórico que usted trae dentro”. Mientras, Elizondo, me decía: “¡busque!, ¡busque!, ¡busque!”. “Para mí –concluye Sada– los dos puntos de vista de mis maestros eran importantes y los hice propios: el arte no es una aclaración, sino una preservación del enigma. Cuando llegué a esta verdad me sentía un rey o un perico en alfombra. Me sentía privilegiado al tener dos escritores tan capitales en la literatura castellana como Rulfo y Elizondo: el primero un clásico, el segundo un vanguardista, Aquello no podía ser poca cosa para mí.” Y desde luego no lo fue. La obra de Daniel Sada es uno de los proyectos literarios más interesante y de mayor enjundia narrativa de la actual literatura en lengua española. Y no lo digo yo: lo dijo Bolaño, y lo han dicho Carlos Fuentes, Carlos Monsiváis o Sergio Pitol, la flor y nata de la literatura mexicana del último medio siglo.

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