Después de su vuelta con Los Ronaldos, Coque volvió a poner en marcha la locomotora que nunca se había parado. «La hora de los gigantes» ha cuajado como ninguno. Un rockero desmadrado que escupió a su padre para venerarlo de corazón. Será un gigante.
"El día que saliese (el disco) ya iba a estar colgado en Internet, así que, or qué no ponerlo yo mismo con cariño, eligiendo las fotos y explicando las cosas. Medidas como penalizar las descargas me parecen suicidas, absurdas y contraproducentes" Así parece que compone, por la cara. Después de remover hasta el punto de no saber qué es lo que va salir, las aguas se paran… y resulta que el poso es muy bueno. “Es visceral”, dice, pero hay algo más. Los Ronaldos son una de las míticas bandas que forman parte del rock noventero y descarado que registraron estilo propio pero que parece que llegaron tarde a algo, porque subirse no se subieron a nada. Pese al tono de las palabras, lo cierto es que esto ha puesto a Coque Malla en el tú a tú, sin red. Tras la subvencionada movida madrileña, grupos como Los Ronaldos surgieron mirando hacia fuera con chulería y sirviendo de puente a otros como Los Piratas, Los Planetas o La Cabra Mecánica. Antes de descubrir yacimientos de oro puro en nuestro subsuelo musical, oficiosamente claro, la debacle de los 80 dejó dividido el panorama entre líberos y acomodaticios, entre independientes y estómagos agradecidos, teniendo en cuenta que un solo artista podía llegar a albergar ambas personalidades. Los nuevos grupos tocaban intuitivamente, hacían rock o lo que fuese, y punto, como si el narcótico de “la movida” estuviera perdiendo sus efectos pero dejando desmemoriado al personal que debía ahora respirar otra droga diferente, la de los “felices años 90”. De hecho lo más “rebelde” escogió el camino de la degradación a lo “Extremoduro”, excelencias musicales aparte. Los supervivientes han crecido sin el suelo bajo sus pies, sin movida, movimiento, corriente, o tendencia, más bien huyendo de ellas y buscando exclusivamente grabar discos, que ya era todo un logro. ¿Qué otra cosa podía hacerse?. Ahora se respira mejor, los “felices años 90” se esfumaron, y con ellos la engañosa prosperidad. El mito del triunfo made in Sony se ha desmoronado, Internet está cambiando la forma de pensar la cultura, y hace ya siete años que las discográficas independientes se unieron para decir alto y claro que son ellos los que producen el 80% de la música en España. Quizás por eso lo mejor de lo nacido en aquella época se presente tan desnudo y con ganas de ejercer las pequeñas libertades conquistadas, aún inconscientemente y por pura voluntad de seguir tocando. “La hora de los gigantes” es un disco sincero cuando llega la conciencia de mirar atrás, y pese a que ningún mito se ha metido en la cama de Coque, le reconocen los guiños. Recientemente participó como invitado en el concierto de Burning en Madrid. Enorme. Un rockero de piel de toro y de esa tradición que venera a sus mayores con acento de Detroit, canta una ranchera por amor, es leal a sus amigos y chulea discreto por Lavapiés las mañanas de domingo. Entrevista a Coque Malla Algo ha empezado… “Tengo que sentir que soy miembro de una banda. No soy un cantante que trabaje en solitario, que contrate a músicos y les diga lo que tienen que hacer.” Han pasado cinco años entre “Sueños” y “La hora de los gigantes”. ¿Qué es lo que te llevó a lanzar este disco? No es una decisión. No te despiertas un día con la decisión de “voy a hacer este disco y el estilo va a ser este”. No es algo que me plantee o que decida un día. Yo voy haciendo canciones, no paro de tocar, lo que pasa es que públicamente aparezco cuando saco un disco, y la verdad es que los tres últimos discos en solitario han aparecido muy distanciados en el tiempo. Pero, entre disco y disco, a veces parece que estoy, no se…, yendo al cine o jugando a las cartas. No paro de tocar y componer. Y sencillamente compongo canciones. La única vez que he hecho algo así, más conceptual, es cuando hice el libro-disco “Sueños”, que sí quería algo muy concreto y que todo lo que había en ese contenido estuviera al servicio de ese tema: la sensación de irrealidad. Pero con “Soy un astronauta más”, con este disco, o con Los Ronaldos, empiezo a hacer canciones hasta que un día tengo doce o catorce y parece que puede ser un disco. Me pongo a tocar con músicos y cuando funcionan las canciones nos ponemos a grabar. Es mucho más visceral y menos pensado. Pues te funciona, ¿no? Es como lo se hacer, no lo hago para que me funcione. Es mi manera de hacerlo. Tengo que sentir que soy miembro de una banda. No soy un cantante que trabaje en solitario, que contrate a músicos y les diga lo que tienen que hacer. Me gusta ser parte de un equipo. Mi parcela de trabajo es la de hacer las canciones y escribir las letras. Luego, entre todos, batería, guitarrista, bajista, teclista… armamos eso que acaba siendo un disco. Se habla de la crisis de la música pero cada vez más gente va a los conciertos. ¿Por qué? Yo creo que se ha instalado el mito de que ahora no se vende música pero se venden entradas. Está todo muy raro, difícil, y caótico. Lo que sí que tengo claro, por hacer un análisis muy general y, además, positivo, que es como a mi me gusta hacer los análisis, sobretodo si se trata de mi profesión… es que hay un interés general por la música. El otro día fui a ver a Patti Smith, que fue el mejor concierto de mi vida, en Gijón, el domingo a las ocho y media de la tarde, y estaba abarrotado, un teatro bastante grande… Patti Smith leyendo poemas, una cosa muy personal, como muy marciana y maravillosa… Hay un interés generalizado por la música. La gente, desde que gracias a Internet puede elegir la música que puede escuchar, se ha convertido en su propio proveedor de música, su propio crítico musical. Lo que pasa es que se ha diversificado muchísimo. Antes era la radio o la televisión la que te decía lo que tenías que escuchar, qué era lo que molaba y lo que no. Incluso las revistas musicales. Ahora cada ordenador, de cada usuario, es una revista musical, es una radio, es un canal de televisión, o una tienda de discos, donde tú decides qué es lo que te mola, qué es lo que no o qué quieres escuchar. Eso hace que haya tanta, tanta variedad de música… Ahora gracias a “Spotify”, cosa de la que me alegro muchísimo, estoy escuchando muchísima música y de todo tipo. Estoy escuchando música de los años 20, de los 30, jazz, música clásica, rock’n’roll clásico… que por mucho que se supone que debería haberlo escuchado, me he dado cuenta de que tengo tres discos de Elvis y dos de Chuck Berry, y ahora estoy escuchando todos los clásicos de arriba a abajo. Yo creo que se puede extender a una gran parte de la población, y eso amplia la cultura musical. Claro, se amplia también el gusto de la gente por escuchar una cosa u otra, y como hay muchas opciones pero no dinero para todo… se nos complica a nosotros el tema, es decir, conseguir que con toda la oferta que hay lo que mole es ir a verme a mi. Es jodido. Pero volviendo al directo… el año pasado aumentó la cantidad de gente que fue al teatro y bajó el público del cine. Como que la gente ante la crisis busca el espectáculo en directo, las cosas vivas, con tanta estafa y tanta burbuja… gente sudando el papel e interpretando algo nuevo cada noche… Es posible que esa sea una explicación muy central, aunque seguro que hay muchas explicaciones. Internet ha supuesto un cambio cultural y sociológico tremebundo. Los análisis son infinitos y complejos. Pero son las dos cosas, desde luego. Es muy interesante cuando hablas de la relación directa que te permite Internet con tu público, una relación interactiva, de intercambio, en la que comentas los conciertos con la gente y el público se sabe las canciones cuando aún no han salido… Estamos empezando a hacerlo. Y a lo mejor dentro de unos años pensamos que no mola nada porque vemos los efectos secundarios. Como cuando se descubre un nuevo medicamento que es la ostia y diez años después aparece un artículo, en una revista de medicina de la Universidad de Yale, que descubre que sus efectos secundarios son tremendos. Lo que ocurre es que es novedoso y para nosotros es como un juguetito nuevo. Lo que antes suponía una canción nueva, desde que la acababas en el salón de tu casa con tu guitarra, hasta que le llegaba al tío que la iba a escuchar, que es el receptor que más te interesa, es un camino larguísimo. Tú la componías, la llevabas al local, la ensayabas, la grababas, la llevabas a la compañía de discos, la compañía se la enseñaba a cuatro privilegiados, luego la presentaban a una radio y se elegía una fecha… como si fuera la fórmula de la Coca-Cola. Ahora hago una canción y, a parte de tocarla en directo, al día siguiente la pongo en mi página web, donde tengo un público pendiente de haber qué cuelgo y qué cuento… “escuchad esto a ver qué os parece”, eso es la ostia. Una novedad muy divertida. Y comentas los conciertos, las ciudades, el trabajo que hay detrás… después escuchas las canciones de otra manera. Pero, ¿a qué efectos secundarios te refieres?. Nunca se me había ocurrido. Cuando me lo has preguntado he pensado que es una forma tan distinta de cómo nos hemos comunicado con el público hasta ahora, que a lo mejor dentro de unos años pensamos “ostia, no molaba nada”. Pero de momento es muy distintivo y tienes una sensación de comunicación con la gente muy especial. Has conseguido que la gente reconozca tus canciones escuchando las primeras frases de una canción, pero ¿crees que se ha conseguido hacer un rock nuestro, hispano? Yo creo que falta mucho camino. Lo vamos consiguiendo. Algunos grandes del rock hispano, y no me refiero a mi, ¿eh?, lo consiguen. Pero para que eso sea algo definitivo y realmente exista un sello de rock hispano tiene que haber una cultura de la música y del rock’n’roll muy profunda y muy extensa. Y eso nos falta todavía, no solo al público, sino a músicos que se dedican a esto, escarbas en lo que escuchan y es muy poca música. Yo mismo, ¿eh?, no tiro la piedra y escondo la mano. Hasta hace pocos años escuchaba una música muy determinada. Para que eso ocurra y sea poderoso tiene que haber una cultura musical que todavía no tenemos, y debemos trabajar. Los argentinos sí lo tienen, porque hay una cultura muy rockera y muy arraigada. Yo creo que han ido casi a la par con los anglosajones. En los años 50 ya se hacía y se escuchaba rock en Argentina. Aquí es casi reciente. Habían cuatro valientes, Leño, Burning, Tequila… pero fíjate, estamos hablando de finales de los 70. Miguel Rios sí que lo hizo… pero eran tres. Nos falta escuchar mucha música y que el rock sea parte de nuestra cultura y todavía no lo es. No se si lo será algún día. A lo mejor no, porque no forma parte de ella. Pero es imposible escuchar a Rosendo y… ¡Hombre!, es que has puesto el ejemplo de un tío que tiene un sello propio, como Burning. El otro día tuve el honor de tocar con ellos y lo que más me sorprendió es que, aunque se les nota que han mamado los Stones, hacen un rock muy español, muy callejero madrileño, y eso está ahí impregnado. Pero no son muchos. ¿Bebiste de la movida madrileña?, ¿cómo valoras aquello? Es que no pertenezco a ese movimiento, para nada. Entiendo que con el paso del tiempo las fronteras entre unos movimientos y épocas, y otros se empiezan a difuminar. Cuando la movida madrileña yo tomaba Cola-Cao a las ocho y me metía en la cama a las nueve. Nada que ver. Los Ronaldos no tenemos nada que ver con la movida. Cuando empezamos era ya una cosa que se recordaba. “Es que estabais cerca”, pues no, ya estaba pasando otra cosa. Yo la viví cuando mi hermano llegaba a casa por la noche y había estado en el Rockola, o había estado con Alaska, siendo un adolescente, como él. Cuando empecé estaba la Gapo, la Vía Láctea, estaba de moda los sicodélicos, las melenitas… en la movida había un montón de gente buscando cosas e intentando aportar algo. Cuando nosotros empezamos chupábamos ya de los anglosajones. Bueno, ¿y lo próximo?, ¿sales fuera? De momento voy a estar tocando… hay un proyecto con Benjamín Prado y Nico Nieto, con sus poemas y mis canciones, y es posible que en octubre vayamos a Buenos Aires, aunque es una cosa aislada. Quién sabe, a lo mejor provoca que se hable de nosotros allí, pero de momento no hay nada. Lo que tengo muchas ganas es de terminar la canción y media que me queda para grabar el siguiente disco. Me gustaría poder grabarlo en verano, para tenerlo listo en enero del año que viene. Y mientras tanto estar tocando. ¿Por qué ahora otro disco cuando hay tanta distancia entre los anteriores? Supongo que con este disco ha empezado algo, con las canciones, mi manera de componer y cantar, y con la banda con la que he grabado el disco y estoy tocando en directo, y con Nico Nieto. Hay algo ahí especial, muy fuerte e intenso. También el equipo, mi manager, la compañía, estoy a gusto, por fin. Hay ahí una energía que me apetece que continue, hacer un disco tras otro, y conciertos… estoy en un momento productivo muy bueno, la verdad, con gana de hacer un montón de cosas. En Inglaterra se unieron 700 bandas para exigir sus derechos frente a las grandes discográfica… y ¿en España?. ¿No crees que sería bueno, también para la música, la creación, hacer algo así en un sector que parece tan difícil? Efectivamente es muy difícil. Sería estupendo si nos pusiésemos todos de acuerdo. A lo largo de los años vas hablando con tus compañeros de profesión y a todos hay cosas que nos joden de la misma manera. Pero lo veo muy difícil por cómo somos en este país, nuestra forma de entender y comunicarnos. Es muy español el tener una especie de complejo para hacer algo así. Yo no me veo, se tendría que poner alguien con la capacidad de liderazgo suficiente como para ponernos a todos de acuerdo… Iván Ferreiro (Los Piratas) sería un buen candidato para montar un pollo así.