Un país de tebeos

La historia del cómic en España

Todos hemos leído cómics. O, mejor dicho, todos hemos leído tebeos, que era como se llamaba antes a las historietas. Esta es la historia del noveno arte en nuestro país

Ya seamos de la época de El Capitán Trueno o de la de Mortadelo y Filemón, esta forma de arte tan especial nos ha acompañado en la infancia, en la juventud y también en la madurez.

El origen del cómic en España puede remontarse muy atrás en el tiempo. Como en casi todos los países europeos, existe un debate sobre el primer cómic autóctono. En España se llega a citar las Cantigas de Santa María, unas 420 composiciones de la segunda mitad del siglo XIII en honor a la Virgen. En cualquier caso, y en forma de una tradición ininterrumpida que llega hasta nuestros días, el cómic español parte de mediados del siglo XIX y gozó de sus años dorados en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX, además de un boom entre finales de los 70 y mediados de los 80 del mismo.

Primeras historietas en prensa (1857-1909)

La historieta española, o cómic, nace como en toda Europa en la prensa periódica del siglo XIX, muchas veces ligada a las convulsiones políticas del siglo. Los principales soportes editoriales del nuevo humor gráfico y de la historieta serán las revistas satíricas, las revistas de humor, y las revistas ilustradas y familiares que surgen a partir de la Revolución de 1868 y de la Restauración, en el momento en que la burguesía asciende a posiciones de poder político.

En esta prensa aparecen a partir de 1873 y durante los años siguientes las primeras historietas españolas, obra de dibujantes innovadores, auténticos creadores del lenguaje del nuevo medio, como son por ejemplo Pellicer, Apeles Mestres y Mecachis y otros autores de los años ochenta.

Inicialmente, durante sus primeros lustros de vida, la historieta cumple en la prensa una función similar a la de la caricatura o el chiste: la de simple material complementario de los abundantes textos que forman el contenido de las revistas.

Periódicos para la infancia y tebeos

Todo lo anterior va a cambiar radicalmente en el período comprendido entre finales de siglo, los primeros años de 1900 y sobre todo a partir de 1914. Momento en que la historieta española se va a orientar si no exclusiva sí mayoritariamente hacia los lectores infantiles.

Estaban surgiendo entonces multitud de revistas infantiles, sobre todo TBO, la primera que gozó de gran difusión (220.000 ejemplares en 1935) y que, a la postre, generó el nombre con el que se ha conocido al medio en España. Una revista de historietas española de periodicidad semanal que apareció en 1917 y se publicó, con interrupciones, hasta 1998. Casi desde sus inicios, y hasta 1983, fue editada por los socios Buigas, Estivill y Viña; en 1986 por Editorial Bruguera, y entre 1988 y 1998 por Ediciones B.

La España del tebeo (1938-1967)

Durante la posguerra, la historieta española se convierte en el medio más popular del país, era entonces una lectura barata, que incluso llegaba a alquilarse por diez céntimos en los barrios. En general, el desarrollo del medio en esta época tiene cuatro vertientes bien diferenciadas:

1.- El tebeo de aventuras: La Editorial Valenciana implanta el cuaderno de aventuras con series tan populares como Roberto Alcázar y Pedrín (1940), de Eduardo Vañó, y El Guerrero del Antifaz (1944) de Manuel Gago. La editorial  Toray, con  Hazañas Bélicas (1948) de Boixcar. Ya en los 50, logran un gran éxito El Cachorro (1951) de Iranzo;  y, sobre todo, El Capitán Trueno (1956) de Mora/Ambrós, que llega a vender hasta 350 000 tebeos semanales 

2.-El tebeo humorístico: Las series humorísticas, por el contrario, son autoconclusivas y siempre en formato vertical. Van apareciendo otros semanarios, organizados en torno, fundamentalmente, a tres escuelas: a) El sempiterno TBO (1941) de la Editorial Buigas, Estivill y Viña popularizó en esta época La familia Ulises de Benejam. Siendo Josep Coll otro gran autor de esta publicación. b) Jaimito (1943) y Pumby (1955) de Editorial Valenciana, representada por autores como Karpa, Jesús Liceras, Nin, Palop, Rojas, José Sanchis y Serafín, y c) Pulgarcito (1947), El DDT (1951), Tío Vivo (1957) y Din Dan (1965) de Editorial Bruguera, con autores como Peñarroya, Cifré, Jorge, Escobar, Conti, Vázquez, Martz Schmidt, Enrich, Ibáñez, Segura, Nené Estivill o Alfons Figueras.

3.- El tebeo para niñas: El más popular de todos estos tebeos de hadas fue el cuaderno Azucena (1946-71) de Toray, mientras que Cliper se dirigía a la nueva clase ascendente con Florita (1949). A finales de los 50, tuvo lugar un boom del tebeo femenino, cuando nuevas revistas empezaron a presentar historietas sentimentales más contemporáneas, Rosas Blancas y Sissi en 1958 y Claro de Luna en 1959. Se impusieron nuevos autores como María Pascual y Gómez Esteban. A partir de 1960, Ibero Mundial lanzó series sobre profesionales femeninas como Mary Noticias, de Carmen Barbará.

El “boom” del cómic adulto (1967-1986)

Tras la muerte de Franco, se legalizan los partidos políticos, se celebran elecciones generales y se elabora una Constitución que sucede a la de 1931. Este cambio de decorado será el motor que acelere la evolución global de la sociedad española, lo que provoca el que también evolucionen los productos culturales y con ellos el cómic y los tebeos.

Efectivamente, el panorama editorial español cambia y lo hace mucho más radicalmente que en años anteriores. Los protagonistas del cambio editorial van a ser editores nuevos, dispuestos a disputarle el mercado a las editoriales clásicas, Bruguera, Toray, Valenciana, etc., que se lanzan a la publicación de todo tipo de cómics, desde el material extranjero que durante años había quedado detenido en la frontera, el llamado cómic de autor, el underground domesticado, el cómic erótico y el pornográfico, los grandes clásicos del cómic norteamericano, el humor más satírico y ácido, los grandes personajes del cómic francobelga y después, masivamente, los superhéroes norteamericanos y el manga japonés.

ElVíbora, Cairo y Madriz, tres cabeceras emblemáticas del cómic español de los 80

El momento de máximo esplendor del cómic para adultos (el llamado «boom») tendrá lugar gracias a la labor de editores como Roberto Rocca, José María Berenguer, Luis García, Josep Maria Beà, Rafael Martínez, Joan Navarro y sobre todo Josep Toutain, responsables de un auténtico aluvión de revistas: Totem, Blue Jeans, El Jueves y Trocha, todas de 1977; Bumerang y 1984, ambas de 1978; Creepy y El Víbora, en 1979; Comix internacional, Delta y Bésame Mucho, en 1980; Cairo, Cimoc, Sargento Kirk, Metal Hurlant y Rambla (la cual proponía publicar solo a jóvenes autores y dibujantes españoles para así potenciar aún más el futuro de la industria), todas de 1981, y Makoki y Vértigo, en 1982. En los 80 se distinguía una «línea chunga» representada por El Víbora y Makoki, y la «línea clara» de Cairo, lo que dio pie a agrias polémicas.

Las revistas de contenido satírico, ilustradas por autores como Ivà, Ja, José Luis Martín u OPS, se arriesgaron a represalias como el atentado que el 20 de septiembre de 1977 sufrió la redacción de El Papus.

Tal variedad de autores y tendencias legó series tan conocidas y diferentes como Paracuellos (1976); Makoki y ¡Dios mío!, ambas de 1977; Makinavaja, Anarcoma y Grouñidos en el desierto, de 1979; Zora y los hibernautas e Historias de taberna galáctica (1980); El Mercenario, Nova-2, Bogey, Frank Cappa y Torpedo 1936 (1981), Cleopatra, Maese Espada y Taxista en 1982; Peter Pank y Roco Vargas en 1983; Hombre (1984) y Las aventuras de Dieter Lumpen (1985).

Declive 

La saturación del mercado fue ya evidente en 1983, con la breve vida de las revistas de Ediciones Metropol (Metropol, Mocambo y K.O. Comics), pronto agravada por una recesión económica internacional que encareció el precio del papel y el auge de nuevos medios de entretenimiento, como los videojuegos.

También se achaca esta crisis a la «falta de planificación, inexistencia de profesionalidad en los editores, y excesivo triunfalismo de todos. Ya que pese a los logros editoriales (el principal haber normalizado la edición en España de los cómics de todo tipo, condición, color y procedencia) y a la euforia que por un momento disfrutaron muchos dibujantes españoles creyendo en una nueva edad de oro, la realidad es que esto y la autocomplacencia de los editores y el brillo de sus éxitos circunstanciales, sólo sirvieron para ocultar que en general nada eficaz se había hecho para resolver los problemas profundos de la industria editorial del cómic, y en concreto para evitar la caída en barrena del cómic español.

A pesar de la proliferación del tebeo subvencionado a partir de 1984 con Madriz, donde destacaron Federico del Barrio o Ana Juan, la mayoría de las revistas de cómic adulto fueron cerrando, Cairo y Creepy en 1985, El Papus en 1987 o Dossier Negro en 1988, además de la Editorial Bruguera (1986). Para entonces, ya se había publicado el primer manga, Candy Candy (1985). En los años siguientes, la situación no fue mucho mejor, cerrando «Cairo» (1991), «Creepy» (1992), «Zona 84» (1992) y «Cimoc» (1995).

Se produjo un auge de los superhéroes y el manga de importación, con lo que las influencias se internacionalizaron, además de editarse material franco-belga por parte de Norma Editorial.

En contraposición se extendieron también las librerías especializadas y las revistas de información: Dentro de la viñeta, La Guía del Cómic, Krazy Comics, Nemo, Urich, Volumen. Surgiendo gran cantidad de fanzines: Amaníaco, El Batracio Amarillo, La Comictiva, Crétino, Kovalski Fly, Kristal, Paté de Marrano, Nosotros Somos Los Muertos, TMEO y pequeñas editoriales: Dude, MegaMultimedia, Under Cómic, 7 Monos.

El presente del cómic español

En 1998, empezaron a surgir editoriales independientes más estables, como De Ponent (1998), Sinsentido (1998), Astiberri (2001), Dolmen (2001), Dibbuks (2005) y Diábolo Ediciones (2006), que se centran en la producción de álbumes y novelas gráficas. Aunque la revista El Víbora desapareció en 2005, BD Banda, Cthulhu o El Manglar se sumaron a las ya establecidas Amaníaco, TMEO o El Jueves. Esta se renovó de la mano de Manel Fontdevila y Albert Monteys, quienes dieron paso a autores como Darío Adanti, Mauro Entrialgo, Pedro Vera o Paco Alcázar.

Paco Roca dibuja ‘Los Cuatro Fantásticos’.

Poco a poco, y tras el éxito del portal Dreamers (1996) de Nacho Carmona, las antiguas revistas de información en papel son sustituidas por publicaciones electrónicas, como Guía del Cómic (2000) de José A. Serrano y las colectivas Zona Negativa (1999), Tebeosfera (2001) y Entrecomics (2006), así como por multitud de blogs, entre los que destacan La cárcel de papel (2003) de Álvaro Pons y Mandorla (2009) de Santiago García. Hay que destacar webcomics como ¡Eh, tío!, El joven Lovecraft, El Listo61 o el cómic digital ¡Universo!62.

Muchos autores españoles trabajan, sin embargo, para otros mercados, en los que varios de ellos han destacado muy significativamente.

En el mercado estadounidense: Daniel Acuña, Gabriel Hernández Walta (ganador de un premio Eisner por su trabajo en The Vision), Marcos Martín (ganador de varios premios Eisner por The Private Eye o Daredevil), David Aja (ganador de varios premios Eisner por varios de sus trabajos para Marvel), Ramón F. Bachs, David López, Emma Ríos, Juan José RyP, El Torres, Kano, Javier Pulido, Salva Espín, Natacha Bustos, Paco Díaz, etc.

En el mercado franco-belga: Juan Díaz Canales y Juanjo Guarnido (autores de Blacksad, obra galardonada con varios premios Eisner), Sergio Bleda, Tirso Cons, Esdras Cristóbal, Enrique Fernández, José Fonollosa, Sergio García, Mateo Guerrero, Raule y Roger Ibáñez (Jazz Maynard), José Luis Munuera, Rubén del Rincón, José Robledo y Marcial Toledano (Ken Games), Kenny Ruiz, Alfonso Zapico, etc.

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