Estreno

La Gran Familia Española

Daniel Sánchez Arévalo presenta su nueva pelí­cula. No ha pasado la prueba de los Oscar pero casi. Un abanderado de nuestro cine

Una complicada boda en la que se dan cita “El guateque” y “Siete novias para siete hermanos” es el marco en el que Daniel Sánchez Arévalo desarrolla una nueva historia de costumbrismo vivo.

Un enlace matrimonial el mismo día en el que España juega la final del Mundial. Este es el punto de partida de La gran familia española. El cuarto trabajo del galardonado con el Goya al Mejor Director Novel por AzulOscuroCasiNegro y autor de Gordos, y la fantástica Primos.

11 de julio de 2010. Casillas, Puyol, Iniesta y compañía se juegan el Mundial de Fútbol en el Estadio Soccer City de Johannesburgo, Sudáfrica. A más de 11.000 kilómetros de distancia otro importante partido se juega con la intención de, como el otro, hacer caer mitos.

Efraín (Patrick Criado), con 18 años recién cumplidos, decide contraer matrimonio con Carla (Arantxa Martí) su novia desde la infancia. Son cinco hermanos: El depresivo Adán (Antonio de la Torre), el entrañable y sincero Benjamín (Roberto Álamo), el libero Caleb (Quim Gutiérrez), el serio y responsable Daniel (Miquel Fernández) y Efraín. Todos ellos -con nombres bíblicos, ordenados de mayor a menor alfabéticamente- son hijos de un padre, Héctor Colomé, débil del corazón, enamorado de Siete novias para siete hermanos, al que su mujer dejó y a la que no puede olvidar.

Dos tríos amorosos en los que participan tres de los hermanos, dos amigas y una antigua novia, un hermano mayor que no ejerce, y una especie de “Rain Man” que actúa como la voz de la conciencia, el papel de tornasol de cada entuerto que pone encima de la mesa, a veces con un cachete consentido, lo que está bien y lo que está mal.

No faltarán críticas que echen de menos el filo cortante del humor de Primos, que, sin duda, consiguió interpretaciones memorables. Pero La Gran Familia Española, en otro plano, consigue lo mismo que Primos, desnudar el principio de lealtad, la esencia del amor por una persona a la que es imposible renunciar, los lazos de amistad y familia por encima de cualquier otra cosa, y la capacidad de conseguir lo imposible pese a las dificultades. Todo aderezado con un humor que pesca en los clásicos pero que al mismo tiempo busca conectar con un público que quiere reconocerse como en un espejo en lo que ve, entenderlo y reírse de ello.

Sánchez Arévalo se atreve a con escenas locas que de entrada parecen no entrar ni con calzador, pero que en el conjunto dibujan un collage de costumbres vivas que acabarán revelando una verdad familiar apasionante: ¿qué es la familia?, mejor ¿qué pasa si una familia descubre que lo es por lo que hace y no por derechos adquiridos?

Quim Gutiérrez, Verónica Echegui, Héctor Colomé, Miquel Fernández y los jóvenes Patrick Criado, Arantxa Martí y Sandra Martín forman un nutrido y sólido elenco en el que destacan un Roberto Álamo en estado de gracia y, una vez más, Antonio de la Torre. Cierra el círculo Raúl Arévalo, un fijo de las películas de Sanchez Arévalo, que con pocas escenas en las que no pronuncia ni una sola palabra introduce unas cuantas décadas de capital cinematográfico.

Ya veremos qué pasa en los Goya, pero La gran familia española es una de esas comedias hechas francamente y sin trucos. Quizás sea la quinta y no la cuarta de Sánchez Arévalo la que le lleve a los Oscar, pero hay que verla. Imprescindible para un buen bagaje del mejor cine español

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