¿Es la filosofía, como comúnmente suele pensarse, una mera «especulación pura» encerrada en una torre de marfil… o por el contrario todos los filósofos se han dedicado, desde Platón hasta nuestros días, a hacer política? ¿Qué consecuencias prácticas tiene partir, en la teoría filosófica, de una u otra posición? ¿Qué importancia tiene la filosofía para llevar adelante un proyecto revolucionario? Estas son las preguntas que vamos a plantearnos en la segunda convocatoria del ciclo de Escuelas Populares de Marxismo sobre «Ideología, filosofía y ciencia». Y lo vamos a hacer guiándonos por la consigna lanzada por Marx en las «Tesis sobre Feuerbach», y que permitió poner al mundo patas arriba, «cambiarlo de base»: «Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo».
Una batalla decisiva en la teoría En 1908, en Rusia se libraba una batalla decisiva para el futuro de la humanidad. El Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) se había fracturado irremediablemente entre bolcheviques y mencheviques. Dos posiciones irreconciliables se disputaban la dirección del movimiento obrero. Entonces, en medio del fragor de la batalla, Lenin se encerró durante varios meses en biblioteca de Ginebra y Londres para escribir “Materialismo y empirocriticismo”, un voluminoso libro dedicado a desmontar y desenmascarar las concepciones filosóficas sobre las que se asentaba, en el terreno teórico, el revisionismo socialdemócrata. ¿Un exceso teórico de Lenin? ¿Un “abandono” de sus obligaciones como dirigente revolucionario para entregarse a una “aventura intelectual”? El mismo Lenin lo desmiente cuando al insistir en la urgente publicación de su libro, subrayaba que la aparición del mismo estaba vinculada con «serias responsabilidades, no sólo de carácter literario sino también político». Porque la publicación de “Materialismo y empirocriticismo” formaba parte de la gigantesca batalla ideológica, organizativa, teórica y práctica, que se estaba librando entre el marxismo-leninismo y la socialdemocracia. Pocos años después, la trascendencia práctica de esta lucha apareció nítidamente: los socialdemócratas de la IIª Internacional refrendaban la carnicería imperialista de la Iª Guerra Mundial, aprobando en sus parlamentos los presupuestos de guerra… mientras Lenin y los bolcheviques harían posible, en 1917, que los explotados tomarán, por primera vez en la historia de la humanidad, “el cielo por asalto”. Esta es la decisiva importancia “práctica” de la filosofía como arma de transformación social. La visión aplastantemente dominante nos difunde una concepción de la filosofía como mera “especulación pura”, construida por “pensadores” sin contacto alguno con la realidad, poco menos que encerrados en una torre de marfil. Pero esta no es sino una forma de confundir, de “camuflar” los auténticos objetivos que persiguen. Como planteaba el filósofo marxista Louis Althusser “las filosofías “especulativas” tiene políticamente interés en hacer creer que son desinteresadas o que sólo son “morales”, y que no son realmente prácticas o políticas, para alcanzar sus fines prácticos a la sombre del poder establecido al cual sostienen con sus argumentos”. La filosofía como lucha de clases en la teoría La filosofía es un cuerpo teórico formado por categorías y tesis filosóficas que expresan, en el terreno de la teoría, una determinada toma de posición. Y esa toma de posición en el terreno teórico tiene incalculables consecuencias prácticas. A diferencia de la ciencia, la filosofía no nos proporciona conocimiento alguno. Pero, por decirlo así, la filosofía se sitúa en el límite del conocimiento, abriendo el camino para su desarrollo o por el contrario paralizándolo y limitándolo. Para todos es evidente que, desde el idealismo religioso de la filosofía feudal, hubieran sido imposibles los prodigiosos saltos en el conocimiento humano que permitió adoptar una posición y un punto de vista materialista sobre la materia. Pero también, y sobre todo, la filosofía tiene decisivas consecuencias políticas. Todos los grandes filósofos se han dedicado a “hacer política”. Platón y Aristóteles, los “filósofos oficiales” del mundo antiguo, sustentaban teóricamente la sociedad esclavista. La filosofía escolástica cimentó el poder feudal. La Ilustración se convirtió en una de las principales armas de batalla de la burguesía… No hay filosofías “neutras” ni objetivas. La filosofía, cualquier filosofía, tiene carácter de clase. Todas, sin excepción, lo reconozcan abiertamente –y esto sólo o hace la filosofía marxista– o no, están elaboradas desde una posición de clase, desde unos intereses de clase. La filosofía es, en última instancia, lucha de clases en la teoría. Y esa pugna se ha desarrollado, desde que aparece la filosofía como tal, en la Grecia clásica, con el enfrentamiento entre dos tendencias fundamentales, dos concepciones del mundo opuestas y antagónicas: materialismo frente a idealismo. Las clases dominantes han adoptado y difundido el idealismo, mientras que todas las clases revolucionarias -también la burguesía, cuando se enfrentaba al derrocamiento del poder feudal- han partido del materialismo. Ahora es el proletariado, la clase interesada en transformar la sociedad, quien enarbola el materialismo, frente al idealismo que difunde la burguesía. Sin combatir en el terreno filosófico las concepciones idealistas dominantes es imposible cualquier proyecto de transformación social. Porque en el terreno filosófico se libra una reñida pugna entre las posiciones que sirven a la burguesía, que sirven a perpetuar el orden de explotación dominante, y las posiciones proletarias, las que permiten transformar el mundo de acuerdo a los intereses de los explotados. Es desde aquí que puede comprenderse porque Lenin se encerró durante meses a “escribir sobre filosofía”. Estaba empuñando, en una batalla decisiva contra las ideas y concepciones de la burguesía, una de las más poderosas armas políticas de que dispone el proletariado revolucionario.