SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

La España del 14 vive treinta dí­as de sacudida, cambio e incógnita

España está registrando una inédita aceleración de su vida política. Los últimos treinta días han sido casi de vértigo. El próximo otoño promete no ser menos. Quienes vivieron la transición no pueden evitar el recuerdo de los trepidantes acontecimientos de 1976-77. Las nuevas generaciones, maltratadas por la crisis económica y taponadas por estructuras tradicionales, huyen del historicismo nostálgico y de las batallas de sus padres y abuelos. Vuelven a interesarse por la política, en busca de comportamientos y lenguajes nuevos. Como ocurriera en los años setenta, aunque con distintas coordenadas culturales y costumbristas, la brecha generacional reaparece con fuerza. Lo “viejo” y lo “nuevo” son conceptos que vuelven a adquirir una fuerte significado político en España. Un nuevo Rey de 46 años pretende tender puentes en todas las direcciones y favorecer un ciclo reformista que evite brechas insalvables. No tiene poder ejecutivo en sus manos, pero el día de su proclamación advirtió que la monarquía parlamentaria, más allá de su misión constitucional, “ha de ser una fiel y leal intérprete de las aspiraciones y esperanzas de los ciudadanos”. Felipe VI, el Intérprete.

La sociedad ha recibido bien al nuevo jefe del Estado, pero no se han vivido, ni siquiera en el centro de Madrid, escenas de inenarrable fervor monárquico. Escéptica, perpleja y dolorida, la mayoría social española está a verlas venir. Se han acabado las adhesiones inquebrantables y los apoyos incondicionales. Se han agotado y no volverán.

Treinta días de vértigo. El Partido de la Ira aún se está incubando, pero comienza a tomar cuerpo. Empieza a estar presente y a influir en el comportamiento de todo el arco parlamentario. Bajo la aparente solidez de un Gobierno con mayoría absoluta, el país bulle, descreído de las estadísticas que anuncian una posible mejora de la situación económica. La insubordinación política y civil de Catalunya, que en esta ocasión no podrá ser reprimida con los métodos tradicionales de antaño -disolución de la Mancomunitat en 1925, intervención de la Generalitat en 1934, abolición del Estatut en 1939, fusilamiento de Lluís Companys en 1940-, abre inciertas perspectivas de reforma, pacto, o colapso. El País Vasco sigue el cuadro catalán con mucha atención.

Las elecciones europeas del pasado 25 de mayo -unos comicios aparentemente menores- fueron descarnadas. Toda Europa está en punto crítico, pero España es el único país de la Unión en el que la crisis se traduce en una demanda de revisión constitucional. Un país entre la reforma y el espasmo institucional. Los viajeros que llegan a España ven banderas republicanas en los balcones de Madrid y banderas de la independencia catalana en los de Barcelona. Banderas de protesta.

Las elecciones europeas fueron descarnadas y ocho días después, el Rey abdicaba, apelando a la necesidad de una profunda renovación de la vida pública. Juan Carlos I no abdicó como consecuencia del fracaso del bipartidismo en la cita electoral del 25 de mayo, pero su renuncia amplificó el eco político de ese resultado. El sistema de partidos surgido de las primeras elecciones libres de 1977 parece agotado. El PSOE se desangra y el ex administrador del Partido Popular lleva un año en la cárcel, bajo la acusación de manejar fondos opacos. Un año en prisión preventiva. No es algo habitual en Europa.

La izquierda oficial está tumefacta. El líder de la oposición socialista ha decidido abandonar la política y el viejo PCE ha aceptado, finalmente, elecciones primarias en Izquierda Unida. Definitivo ocaso de la generación del 77, ante la mirada veterana, silenciosa e impasible del presidente del Gobierno, un hombre que acumula más de treinta y tres años de experiencia política.

Mariano Rajoy, veterano rodeado de jóvenes; previsible entre líderes experimentales; esfinge ante todos los frentes abiertos. Esa puede ser su gran baza en las próximas elecciones generales. “Yo sé a donde voy y todo lo demás es un lío”. El Partido Popular acentuándose como Partido de Orden, frente al Partido de la Ira. El Gobierno comienza a estar seguro de la posibilidad de cerrar el año con un crecimiento de la economía del 2%. Con esa dinámica, más los efectos sedativos de la reforma fiscal en el 2015, el PP cree posible vadear las elecciones municipales y autonómicas -graves dificultades para la derecha en Valencia y Madrid, por este orden- y ambiciona una mayoría sólida en las legislativas. Una mayoría sólida, aunque no sea absoluta, gracias a la previsible fragmentación del espacio político de la izquierda. Esa es la hipótesis. Y en ese dibujo, la principal incógnita es Catalunya: la posibilidad de que el pleito catalán acabe influyendo en la economía, cosa que no ha ocurrido hasta ahora. Ello explica que el ministro de Economía se esté moviendo estas semanas en pos de un pacto. Luis de Guindos, nuevo explorador de la “tercera vía”.

El Partido Socialista, aparentemente desnortado, ensaya un nuevo sistema de elección de su secretario general, zarandeado por el fenómeno Podemos, la novedad de la que todo el mundo habla, quizá exageradamente. Un partido de nuevo tipo surgido de un círculo de profesores universitarios. El experimento que a la Sexta, canal de televisión de sesgo zapaterista, puede que se le haya escapado de las manos -¡ay, Carme Chacón!. Podemos, esbozo del Partido de la Ira. El PSOE busca una apertura a la sociedad y el madrileño Pedro Sánchez, hasta ayer desconocido, puede ser el imprevisto vencedor, apoyado por La Dama del Sur (Susana Díaz, expectante y califal).

Catalunya es la incógnita. Hay estos días una gran rumorología de ofertas y pactos que debe ser cogida “con pinzas”, tal y como aconsejaba el Papa Francisco en la reciente entrevista con La Vanguardia. Hay movimientos entre bambalinas, cierto, pero a fecha de hoy, el único dato tangible es la voluntad del Rey de favorecer una lenta desinflamación del malestar catalán, con sinceras palabras de reconocimiento de su lengua y su cultura. Palabras jamás dichas por un presidente del Gobierno de España. Palabras que chocan con la praxis del actual Ejecutivo. Palabras cuya ausencia explica parte del agravio. Esa es la principal novedad después de treinta días de vértigo.

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