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Las incómodas opciones de EEUU en Irak

El primer mandato del presidente de EE.UU. Barack Obama no fue dominado por muchos temas de política exterior. El bombardeo de Libia constituyó la única excepción significativa, pero incluso en ese caso, el papel de Washington fue secundario en comparación con sus aliados occidentales. Por el contrario, el segundo mandato de Obama ha estado marcada por un creciente número de crisis internacionales que requieren respuestas específicas. En particular, la guerra civil en Siria ha sido seguido por las profundas divisiones entre Occidente y Oriente en Ucrania y más recientemente por el éxito del Estado Islámico en Irak y Siria (ISIS). El atolladero actual en Irak es la consecuencia natural de la campaña militar liderada por Estados Unidos contra el país hace 11 años. A pesar del intento público hecho por el ex primer ministro británico Tony Blair para desvincular la invasión de 2003 del caos actual, la victoria de EEUU pareció ser pírrica desde el primer momente. El costo de la guerra y el número de bajas era insoportable, y altas las escasas probabilidades de la aplicación práctica de un plan político con un éxito evidente. La inestabilidad, no sólo en Irak, sino también en la gran región de Oriente Medio, es el elemento principal que queda después del derrocamiento del régimen de Saddam Hussein. Obama no es responsable de la herencia de su predecesor George W. Bush. Su enfoque de la política exterior ha sido relativamente diferente, mientras que en 2011 cumplió su promesa preelectoral de continuar con la retirada de las tropas estadounidenses de Irak. La evolución delos acontecimientos, sin embargo, lo ha puesto en una posición incómoda tres años después. En respuesta al avance de ISIS, decidió enviar unos 300 asesores militares al país para proteger, entre otras cosas, la embajada de EEUU en Bagdad. Y también está considerando nuevas medidas concretas en su intento de estabilizar la situación en Irak. Varios centros de investigación y académicos neoconservadores presionan a Obama para usar la fuerza y derrotar inmediatamente al ISIS. Paralelamente a esto, una gran cantidad de opciones se discuten actualmente en los EEUU, poniendo de relieve la creciente confusión. Las opiniones vacilan entre utilizar fuerzas aéreas, tripuladas o no tripuladas, o enviar de nuevo las fuerzas terrestres de operaciones especiales a Irak. Además, algunos analistas animan a Washington a acercarse a Teherán y mejorar la cooperación mutua contra el ISIS. Otros defienden la desintegración de Irak en Estados separados o se centran en la necesidad de recortar la financiación de la organización supuestamente procedente de Kuwait, Arabia Saudita y Qatar. La opinión pública de EEUU es escéptica sobre la capacidad de Obama para hacer frente de manera eficiente a la nueva crisis de Irak. Una encuesta reciente muestra que el 58% de los encuestados desaprueba de su política exterior y que el 67% cree que no ha explicado claramente los objetivos de EEUU en el país. Con todo, el trauma de la guerra de 2003 no puede ser fácilmente olvidado por los ciudadanos estadounidenses que vieron a casi 4.500 de sus compatriotas perder la vida en el campo de batalla de Irak. Dentro de este contexto, el presidente corre el riesgo de que los ciudadanos estadounidenses posiblemente se decepcionen con una nueva intervención en Irak, así como de un resultado contraproducente con sus tácticas. Las experiencias de la presencia militar de EEUU desde 2003 hasta 2011 muestra que su papel puede ser muy limitado en la apertura del camino a la seguridad y la prosperidad. Además, los ataques aéreos han sido probados en otros países, como Libia, sin ofrecer una solución viable al problema. En la cuenta final, incluso si el ISIS es eliminado por la fuerza, otra organización similar podría renacer de sus cenizas en un futuro próximo, creando problemas similares para Washington. EEUU no puede actuar con éxito por sí solo como una superpotencia externa, influyendo de manera crítica en la evolución del Medio Oriente, como había sucedido en el pasado. Mientras las fronteras de la región están pasando por una etapa de reorganización debido a los conflictos sectarios y religiosos en curso, el equilibrio geopolítico será reformulado en gran parte por los poderes locales. Esto deja a Washington con dos opciones: cooperar en armonía con ellos o permitir a sus aliados regionales a que desempeñen un papel más importante.

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